La escritora Amelie Nothomb y el champagne como bella arte

Amélie Nothomb nació en Japón, en la ciudad de Kobe, en 1967. Sus raíces hablan de que es una heredera de una tradicional y antigua familia de Bruselas, ciudad en la que hoy que vive, Su infancia y adolescencia transcurrió en Extremo Oriente, principalmente en China y Japón, debido a las labores de su padre como embajador. 

Por su primera novela, "Higiene del asesino", se convirtió en una de las autoras en lengua francesa más populares y con mayor proyección internacional. Muchos de sus títulos han sido traducidos al español. Entre ellos la célebre novela "Estupor y temblores". Fue elegida en una encuesta, realizada por Le Figaro, por 35 críticos literarios como la escritora favorita de ellos con menos de 40 años. 

Sus libros bordean lo contemporáneo, mediante un registro claro y lúcido. A veces parece la conversación entre dos amigas íntimas. Y tan conocida como su literatura es su debilidad por el champagne, al que ha consagrado varias odas. Entre ellas se levantan las siguientes máximas de una mujer calada por la debilidad de las burbujas.

Nothomb es una mujer de excesos. Y en Petronille, su última novela (donde camina como siempre al filo de la autobiografía), narra sus aventuras en la búsqueda de una compañera de borracheras. Un ser que la ayude a “beberse la luz en la ciudad de la luz”. Aquí siete fragmentos del libro.

1) ¿Por qué champagbe? Porque la embriaguez que produce no se parece a ninguna otra. Cada alcohol tiene su particular nivel de pegada: el champagne es el único de los que suscitan metáforas groseras. Provoca que el alma se eleve hacia lo que debió de ser la condición de hidalgo en la que esta hermosa palabra aún tenía sentido.

2) Francia es ese mágico país en el que en cualquier bar de mala muerte pueden servirte cuando quieran un gran champagne a la temperatura ideal.

3) Tengo tendencia a beber deprisa, incluso cuando la bebida es excelente. Existen peores maneras de hacerle los honores. El champagne nunca me ha reprochado mi entusiasmo, que en mi caso no corresponde para nada a una falta de atención. Otra de las razones por las que bebo de prisa es para no permitir que el elixir se caliente. Se trata, también, de no ofenderlo.

4) El comunismo lo inventó un alemán y fue popularizado por los rusos, dos pueblos que aman el champagne de calidad.

5) En sociedad, el champagne casi sabe mejor. Cuanto más hostil es el contexto, más se convierte en un oasis: es una sensación que no se puede tener cuando bebes en casa.

6) Alguna vez me ha pasado que retraso tanto el momento de comer que ya no soy capaz de hacerlo. También resulta exquisito desplomarse en un sofá voluptuoso. Hay que aprender a localizar de antemano el lugar en el que te vas a caer.

7) Ademas de sus innumerables beneficios, el champán tiene la virtud de reconfortarme. E incluso cuando no sé por qué necesito que me reconforten, el brebaje sí lo sabe.

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