Análisis para entender la democracia y mejorar las economías del continente
Bill Clinton solía decirle a uno de los autores de este libro que gustaba escucharlo porque siempre le decía lo que él no quería oír. Dick Morris, que de él se trata, trabajó en la mayoría de sus campañas. El co-autor es un conocido de Mendoza, Luis Rosales, el socio latinoamericano de Morris.
Por Mauricio Runno
“La primera gran paradoja de la democracia posmoderna es que la campaña electoral –su teatro de operaciones por excelencia- es muy poco democrática. En su concepción, su organización y su ejecución, una campaña electoral se maneja y conduce de manera vertical”.
Este es uno de los conceptos que se desarrollan en un reciente libro aparecido por Sudamericana, “El poder” (cómo usarlo en beneficio de América Latina), firmado por Dick Morris (diseñador de campañas paradigmáditas, como la que consiguió la reelección de Bill Clinton en 1996, y por Luis Rosales, que en 1989 fue elegido como el diputado más joven de Mendoza. Ambos poseen una consultoría de marketing político en todo el continente, y demuestran entender la materia al haber trabajado en más de una veintena de ellas. Quizá uno de sus clientes más famosos sea el ex presidente Fernando De la Rúa, al que no dudan en llamar “desconfiado”.
“El poder”, entonces, es un libro que sobrevuela por estos días preelectorales, ofreciendo algunas claves de la organización de campañas, esquemas de trabajo y otras nociones conceptuales que bien resumirían el credo del binomio de sus autores. Si cada maestro tiene su libro, éste es, de algún modo, la síntesis de pensamiento y acción de Morris-Rosales.
La segunda parte del libro abreva en teóricos históricos, como el estratega chino Sun Tzu, y traza un paralelo con hombres de negocios latinoamericanos que parece continuar un modelo de liderazgo y hegemonía (Carlos Slim, Gregorio Pérez Companc, Gustavo Cisneros, a los que pone en sintonía con Lee Iacocca, Bill Gates o Dietrich Mateschitz.
Y cuando se refiere a líderes políticos prescinde de nombres propios para enumerar, en cambio, nuevos paradigmas de ascenso al poder, asociando los procesos electorales a campañas publicitarias, en las que el marketing juega un valor destacado. No es arriesgado afirmar que una de las valentías que sostienen este trabajo es la de exhibir, sin culpas ni prejuicios, aquello que suele omitirse en mentideros políticos, círculos de poder y comités de campaña: sólo se compra aquello que se vende. “Las reglas de juego cambiaron y ya no se concibe la guerra como la única forma de resolución de conflictos. En cierta forma, el mundo de las empresas (con sus dueños y directivos) llenó y reemplazó el espacio que los pensadores y ejecutores de las batallas dejaron vacante”, se sostiene.
Sin embargo, una de las contribuciones más reveladoras del libro es su análisis entre las relaciones continentales con la máxima potencia mundial: “Latinoamérica debería atreverse a mirarse en el espejo”, estiman, para “abandonar este (falso) orgullo autodestructivo y apostar a su habilidad para incrementar las exportaciones hacia los Estados Unidos”.
Para los autores esta es una de las vías del crecimiento de América Latina. Y aportan estadísticas, comparativos y una serie de indicadores que abruman al lector desprevenido, propiciando la reflexión y el análisis crítico. Y realizan una serie de preguntas, ofreciendo varias respuestas: ¿Qué deben hacer los presidentes latinoamericanos para conquistar el mercado más importante del mundo? ¿Por qué la carne argentina no se vende masivamente en Estados Unidos? ¿Por qué el azúcar de Brasil no es el primer producto que se agota en las góndolas norteamericanas, si es superior en calidad y sabor a la producida en ese país?
Ambos confiesan, en un tramo de las conclusiones del libro, haber sido inesperadamente atacados por una evidencia que, por obvia, no es menor: “Más de veinte años de prácticas democráticas ininterrumpidas en todo un continente –con la excepción de Cuba- han ido permitiendo la generación de muchos conocimientos y muchas experiencias originales”. De esto trata, sin duda, este bien llegado aporte a la discusión alrededor de que poder no es sólo querer, sino, también, saber.
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