Montequieto: bajo el cielo de Agrelo
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Agrelo aún mantiene el cielo de los días antiguos, y por antiguo debería referirse al del tiempo entre los siglos VI al XI.
Aquí, y tal vez a causa del mismo cielo, se desarrolló la cultura de Agrelo: ya había entonces riego artificial, cultivos de granos y hasta un muestrario de cerámica más elaborado que el de los huarpes.
Será el cielo, o el aire, las montañas, el sol, el viento y las lluvias, entonces, lo que aún perdura en esta tierra. Y es la naturaleza, triunfante, lo que por aquí predomina: nada ni nadie debería detener el ciclo mágico y no menos simple de la rueda de la vida.
Así es que llegan los colonos del siglo XXI: respetuosamente. Y admirados por la formidable naturaleza de Agrelo, que es de Dios, pero también de los hombres.
Como el vino, que es ofrenda, al que lo hace, y augurio, para quien lo bebe.
Ha sido pródiga la historia aquí, tanto que ha servido para brindar, brindarse.
Agustín y Matilde llegaron hasta Agrelo luego de sortear otras sierras, probar alturas. El cielo de aquí, protector, los detuvo. Luego la propia naturaleza trajo a León, Violeta y Jacinta, que han nacido en esta tierra amable.
Todo es así en estos parajes: una enseñanza trae otra, un secreto revela uno nuevo.
La bodega se llama Montequieto. Está en Agrelo. Bajo el cielo de los amigos.
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