"El valle de Agrelo puede perder su identidad"

Reportaje con Manuel Mas, dueño de Bodega La Anita

Por Mauricio Runno

El 8 de abril pasado se conoció una carta, dirigida al gobernador Jaque, que hizo más conocida una disputa en Agrelo. En una de las zonas más jerarquizadas de la Mendoza que intenta ganar mercados en todo el mundo se libra una batalla que bien podría definirse como “estética”. ¿Hay artistas comprometidos en estas discusiones? No ¿Entonces hay filósofos? Tampoco. Curiosamente se trata de bodegueros con visiones distintas. En uno de ellos se encuentra el llamado zar de la vitivinicultura argentina, representado por la familia Catena Zapata (nada afectos a reportajes ni declaraciones, aunque fuera del país si acceden a entrevistas), y el otro el representado por la familia Mas, con su finca “La Anita”.


“La motiva una tropelía perpetrada en el Valle de Agrelo, que considero debe ser conocida por los allegados a nuestro quehacer. La irrupción en la industria vitivinícola de este tipo de construcciones, la acercan a una imagen industrialista más propia de las bebidas gaseosas o de la petroquímica, que a la de un producto de calidad destinado al placer …”, asegura Manuel Mas. La piedra del escándalo es una suerte de galpón levantado en calle Cobos, en Agrelo, uno de los paseos más exclusivos de los llamados Caminos del Vino, que ha sido emplazado frente a la entrada de bodega “La Anita”, pequeña gran factoría de alguno de los mejores sueños vinícolas de la Mendoza profunda.

“A comienzos del siglo pasado, las familias fundadoras de la vitivinicultura argentina, López, Tomba, Escorihuela, Titarelli entre otras, conscientes de la importancia de vincular sus productos con un entorno arquitectónico valioso, construyeron en Mendoza establecimientos de producción que han pasado a ser monumentos centenarios representativos de lo que fue una industria pujante, asociada a un producto de placer”, enumera Manuel. Y explica que “en estas circunstancias, es inaceptable, venal, que los nuevos propietarios de la bodega Escorihuela, ahora perteneciente al grupo Catena, aprovechando la falta de una legislación aún en gestación e irreverentes del paisaje natural y del paisaje cultural, nociones de sumo interés en el mundo del vino internacionalmente, hayan erigido, en el centro del maravilloso valle de Agrelo, en el pedemonte mendocino, una enorme “bodega galpón”, de construcción económica e industrial, de un nivel de gran impacto ambiental en el paisaje del vino, de enorme contaminación visual, soslayando una responsabilidad social que, aún en ausencia de marco legislativo limitante, debería ser inherente a la gestión empresarial y al respeto del medio ambiente”.


- Su familia paterna es de origen español, de Badalona. Sin embargo, usted como su hermano, son argentinos, nacidos en Mendoza. ¿Cómo se completa su historia familiar y por qué razón llegó su familia a Mendoza?


- Si bien nuestro apellido proviene de Badalona, esto se remonta muy atrás en el tiempo. Mi padre era madrileño, el suyo también, ambos médicos. En 1939, por su ideología democrática, con el triunfo del franquismo, debió exiliarse y lo hizo en Argentina. Aquí revalidó su titulo, conoció a mi madre, mendocina, y se radicó en Mendoza en donde nacimos mis hermanos y yo. El, aquí, continuó ejerciendo la profesión.


- Sus viñedos están plantados de acuerdo a los puntos cardinales. ¿Cuál es el motivo para esta disposición?


- El trazado de Norte a Sur obedece a que las vides puedan recibir una mayor insolación, el sol de la mañana por un lado, y después del mediodía el de la tarde.


- El patrón de calidad de “La Anita” es indiscutible. ¿Cuándo se decidió incorporar esta forma de entender la producción? ¿Cómo fue el proceso, siendo que usted vive la mayor parte del tiempo en Buenos Aires?


- La cuestión de la producción en la finca la maneja mi hermano Antonio, que es ingeniero agrónomo, hombre de consulta en la industria, con una enorme experiencia. De modo que mi presencia en Buenos Aires no afecta la producción. Me ocupo básicamente de aspectos comerciales. Finca “La Anita”, desde sus comienzos a principios de los años 90, tuvo como principal objetivo la producción de vinos de gran calidad. No nos ha urgido nunca el crecimiento económico, la angurria, ni nos hemos dejado llevar por tentaciones comerciales en detrimento de nuestra aspiración de calidad. Esto ha tenido sus frutos, naturalmente, que se traduce en la fidelidad de una cartera de clientes que consume todas nuestras existencias.


- ¿Es cierto que cuando eligieron el nombre para su vino más representativo, así como el de la bodega, algunos familiares mendocinos le dijeron que no podía llamarse así, ya que “la gente no está acostumbrada a que los vinos finos tengan nombres criollos”?


- Es absolutamente cierto. Mucha gente de experiencia nos desaconsejó de la elección del nombre, que para nosotros era de origen sentimental, ya que Anita es el nombre de nuestra madre. En esa época se usaban los nombres del tipo “Chateaux”, “Pont”, “Saint”, o nombres italianos. Por eso parecía imposible que se impusiera como producto de calidad un vino con referencias a la Mendoza profunda, de la que muchos bodegueros de la época renegaban. Detrás de nosotros, como dijo el agudo periodista Miguel Brascó, vino después el “finquerío”.


- Usted manifestó: “Hacer las cosas bien es el único camino posible para el desarrollo de la industria argentina. Tengo muchos años de profesión en empresas, así que conozco bien el terreno”. ¿Estas ideas enmarcan la defensa del patrimonio que realizan contra el llamado zar del vino, Catena Zapata?


- En Agrelo, una zona aún virgen de construcciones de tipo industrialista, aún de alamedas, callejones de tierra, cordillera impoluta, valores que tratamos de defender como baluartes de civilización y respeto por el medio ambiente, nos ha sorprendido la construcción de un enorme edificio para producción masiva de vinos, que responde más a los cánones arquitectónicos de un polo petroquímico, de un parque industrial, afeando groseramente el paisaje, produciendo un daño paisajístico enorme.


- ¿Qué acciones han realizado para frenar estas “iniciativas”?


- Hemos denunciado el hecho en la Municipalidad de Luján de Cuyo y esperamos que se le de curso a nuestra queja. Si este tipo de construcciones proliferan, el maravilloso valle de Agrelo perderá por siempre su identidad. Es una contradicción muy fuerte la de hablar del terruño, las alturas, y no respetarlo de esta manera. Cualquiera sabe y puede conocer que en la zona se han construido otras bodegas, de distintos tamaños. Y en todas ellas es notable el esmero por intervenir en el paisaje con un espíritu de armonizar, de que las construcciones estén en sintonía con el medio ambiente rural y el quehacer vitivinícola.


- Acaban de recibir un pedido del sommelier del Ritz de Madrid, aunque en botellas especiales importadas de la cristalería Vetri Speciali. Otro tanto con dos de los restaurantes top de San Pablo. En contraposición con estas buenas noticias, ¿cuál es su apreciación del conflicto que azota al país desde hace más de tres meses?


- Como tantísima gente lamento profundamente los acontecimientos que estamos viviendo. Y percibo que todo esto provoca el detrimento del progreso, la estabilidad, y los modales que debería esgrimir la democracia de un país como el nuestro.


- Es un melómano absoluto. Incluso aseguran que ejecuta en el piano algunas obras importantes. ¿Cuál es su opinión acerca de los conciertos del programa Música clásica por los caminos del vino?


- Soy un melómano y un eterno estudiante de piano. Aún no he asistido a los conciertos que se han realizado en los Caminos del Vino pero he tenido excelentes referencias de ellos. Mi gran amigo Alberto Lysy me contó, feliz, su experiencia en San Rafael, en el establecimiento de los Bianchi.


- ¿Podría hacer un listado de compositores y obras indispensables? Un pequeño tour, digamos.


- ¿Lista de compositores? Son tantos… Aún así me afinco en la música de los siglos de oro de la música europea. Y para contestar directamente la pregunta, diré que comienzo con Bach. Lo anterior, es decir el barroco italiano, clavecines, etcétera, me interesa poco. De Bach, casi todo, desde El Clave Bien Atemperado hasta las grandes obras corales, las Pasiones. Mozart, por algunos conciertos de piano, tríos, cuartetos, y el Réquiem. No me interesa su ópera. De Beethoven, todo. De Schubert, la música de cámara. De Schumann la obra para piano, de Brahms los Conciertos, las Sinfonías y algunas obras de Cámara. Chopin toda la obra para piano; Listz me interesa poco.


- Y en una separata de músicos argentinos, ¿a quiénes rescataría?


- Carlos Guastavino, Alberto Williams, Carlos López Bouchardo… Los que intentaron mostrar en forma más académica las tradiciones musicales del país. Colocaría también algunas obras de Alberto Ginastera.


- "Garzón", la posada-restaurante en las cercanías de José Ignacio, su emprendimiento en asocio con Francis Mallmann: ¿Tiene más encanto que Agrelo? ¿Cuáles son las diferencias y semejanzas entre estos dos lugares que distinguen sus modos empresariales?


- En el mismo estilo, de simple respeto por el entorno del lugar, Garzón y Finca La Anita, difieren radicalmente en el paisaje que los rodea. En Garzón, un pueblo antiguo trazado en cuadrícula colonial, casas bajas, silencio, llanuras levemente onduladas, verdes, espacios eternos. En la Finca, en cambio, todo está, pero en pequeña dimensión, y el fondo enorme, imponente, de la Cordillera. El encanto de la vida de campo mendocina, las tradiciones que a nosotros nos son tan queridas, como las cabalgatas por el pedemonte, y las noches de verano con un cielo al que no le caben más estrellas. En Garzón gozo de buenos momentos con mi amigo Mallmann. En la finca, las cosas compartidas con mi hermano Antonio.

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