"Cobos es el garante de la institucionalidad y la gobernabilidad"
César Biffi, ex intendente de Godoy Cruz y ex candidato a gobernador de Mendoza
- En estos días ha salido de un mal trance el ex presidente Alfonsín, a causa de un problema de salud. ¿Usted es de los que se alegra por la noticia de su mejoría o es de los radicales que quisieran que Alfonsín saliera del panorama político, que se muriera?
- (Risas) ¡Vaya pregunta! Jamás deseo que se muera nadie, y menos Alfonsín. Siempre rescato y valoro a Alfonsín. Y fui parte de la conducción de la Juventud Radical que discutió mucho a Alfonsín. Ahora, visto desde aquí, con proyección histórica y demás, la verdad es que tengo poco que reclamarle a su gobierno. Al contrario: siempre digo que nosotros analizamos ese gobierno como si ése gobierno hubiera sido un gobierno democrático consolidado. Y en realidad nosotros deberíamos haberlo tomado como una transición, como la de Adolfo Suárez en España.
- ¿Es esta una autocrítica hacia aquellos años?
- Sí, sí, sí, sí.
- Convengamos que algunas posturas de aquella Juventud Radical, y de la Coordinadora, le hacían el juego a aquellos sectores que realmente no querían ni creían en la democracia.
- Bueno, nosotros estábamos lejos de eso. Muy por el contrario. Y esa pelea por la democracia siempre nos encontró como el mejor ejército. También sé que fuimos un formidable dique de contención para evitar las fugas hacia sectores más de izquierda. Hecha esta disquisición inicial yo valoro mucho la etapa de Alfonsín. Además, y también lo he dicho, de los últimos políticos en Argentina, es el único que ha tenido un pensamiento estratégico. Es un intelectual muy formado. Un hombre con mayúsculas de la política argentina. Discuto mucho al Alfonsín posterior a su gobierno. Ese gran estratega y pensador, a veces se metía tanto en el barro, que terminaba transformándose en un puntero de barrio. Y está claro que eso no favoreció al radicalismo.
- El Pacto de Olivos, por ejemplo.
- Eso… (piensa) En mi relación personal con Alfonsín ése fue el quiebre más profundo y abrupto.
- ¿Más que la sanción de las leyes de Obediencia Debida o el Punto Final?
- Sí, claro. Porque, quizá, en el análisis de la debilidad de la democracia argentina de aquellos años eran medidas hasta casi necesarias. Más allá de mi rechazo, de haber militado en contra, de haberme subido a tribunas en medio de campañas electorales diciendo que estaba en contra. Pero el Pacto de Olivos, independientemente de la necesidad de la Reforma, terminó siendo un pacto oscuro, a escondidas. Y después de haber militado en contra de esa reforma, el radicalismo terminó acompañando. Y eso terminó de minar la credibilidad de nuestro partido con la sociedad. De modo tal que para responder la primera pregunta, deseo que Alfonsín viva muchos años. Pero es cierto que necesitamos un radicalismo autónomo del alfonsinismo.
- ¿Fue un buen gesto el de la presidenta Fernández al visitarlo en su casa?
- Sí, absolutamente.
- Pasó como un hecho no sé si inadvertido, aunque sí menor.
- Es que me parece que lo que también está pesando en algunos medios es resaltar todas y cada una de las facetas negativas que tiene este gobierno, que por lo cierto las tiene, el gobierno nacional, me refiero. Por eso no se le da el valor a algunas cosas. Como ésta. Sobre todo después de un comportamiento, del kirchnerismo, que siempre se presenta como refundacional. Y lo digo porque haber negado en un momento lo que significó el radicalismo en la lucha y defensa de los derechos humanos me pareció que fue una exageración , que Alfonsín no se merecía, por otra parte.
- Usted es un hombre formado desde lo doctrinario en la Unión Cívica Radical. Es también un cuadro político que ha pasado por diversas instancias en lo partidario. ¿Cuándo es que decidió irse de su partido? Quizá lo de Cobos puede ser más natural, ya que no se le conocen antecedentes de ese tipo.
- Para mí fue conmovedor en términos personales y en términos políticos. Y haciendote una aclaración expresa: yo nunca me fui del radicalismo. Y en todo caso la ruptura fue producto de un comportamiento del radicalismo nacional con sus adláteres locales. Describí ese proceso como manu militari, autoritario. Nosotros quisimos que el radicalismo dirimiera este conflicto en base a una elección democrática. Y el día de presentación de las listas nos intervinieron el comité, lo cerraron e impidieron lo que es la base del pensamiento radical: un comportamiento democrático, participativo, amplio. Y en esa oportunidad uno sabe qué juega.
- ¿Y lo pensó bien? Porque, a pesar que dice que no se fue, lo cierto es que no está dentro del partido.
- Claro que lo pensé muy bien. (Piensa) Nosotros hicimos una apuesta: creímos que en ese momento, bajo esas circunstancias… (Silencio) Uno no puede olvidarse tan rápidamente desde dónde venimos. Y nosotros venimos de 2002 como experiencia político-social muy fuerte, traumática, conmocionante. Creo que allì terminó por implosionar el sistema político argentino. Era difícil que en cuatro años se reconstruyera el paisaje previo a 2001, que, por cierto, ya venía deteriorado. Primero tuvimos la desaparición del sistema del bipartidismo. Y después de eso una fuerte atomización de la representación. Hasta finalmente la implosión del “que se vayan todos”. Y reconstruir sobre esta base es prácticamente imposible. Por eso la construcción de un acuerdo político, una concertación con la que pensamos con el gobierno, de partido a partido, en un primer momento sonaba difícil, casi imposible. Y de hecho lo fue.
- De hecho, ¿lo fue?
- De hecho lo fue. En realidad, el justicialismo, disciplinado por el poder, acompañó. Pero está claro que en el justicialismo esa idea era refractaria para muchos dirigentes.Y en el radicalismo a las pruebas me remito.
- ¿Y aún así fue candidato a la gobernación por la Concertación?
- Lo hice pensando que era lo que exigía el momento histórico: una concertación de ideas, de esfuerzos, que tuvo como basamento lo que podía ofrecer al sistema político argentino: acuerdo entre líderes. Y no exento de coincidencias programáticas, de objetivos comunes, pero lejos de acuerdos políticos entre partidos institucionalizados. La Concertación era una instancia sobre la cual uno pretendía después avanzar, al estilo de la concertación a la chilena.
- ¿La intención entonces era ofrecer, por lo menos, un marco?
- Tener un núcleo de acuerdos para irradiar. Eso es lo que pensé yo. Hace días un periodista de Buenos Aires me preguntaba si estábamos arrepentidos de la Concertación, luego del voto de Cobos en el Senado. Y le respondí, que, de verdad, no estoy arrepentido. Apostamos honesta, desinteresadamente por ese acuerdo. Yo creí que después de esa etapa inicial del kirchnerismo, que tuvo muchas cosas que yo rescato, se empezaba a reconstruir el principio de autoridad, a mejorar la representatividad de la política. Incluso la presidenta decía: “Vamos hacia una Argentina de mayor institucionalidad, de mayor calidad, de mayor diálogo, mayor consenso”. Está claro que nuestras expectativas, a poco andar, se han visto absolutamente defraudadas. Por lo menos las mías. Y en este sentido soy terminante: para mí ya no hay Concertación posible con el gobierno nacional. Están los gestos públicos del gobierno, pero, además, independientemente de nuestra presencia allí, en el gobierno, lo que no hay es comunión de ideas. Hay un profundo rechazo del oficialismo por nuestras posiciones. Y eso nos obliga a tomar otro camino. Pero arrepentido por haberlo intentando no estoy. Alguno me dirá que fui ingenuo. Y bueno… yo aposté, y lo digo honestamente, desde el punto de vista intelectual... Fui intendente durante ocho años, casi cinco con el gobierno de Kirchner. Y si recorres durante ese tiempo mi departamento se ve que no hay una sola obra del gobierno nacional. Y nunca recibí nada por debajo de la mesa, en el sentido de contar con un ATN.
- Recuerdo que en la última campaña electoral iba muy seguido a la Casa Rosada. Supongo que esas reuniones con el entonces presidente Kirchner servían para elaborar estrategias, desarrollar la Concertación. ¿Kirchner jugaba a que usted ganara la gobernación?
- No sé si tantas veces iba a la Casa Rosada. Estuve un par de veces con el presidente, otras con Alberto Fernández.
- Pero coincidirá que en tiempos electorales reunirse con ambos es algo más que un encuentro formal.
- Por eso digo: no sé si tantas, pero estuve. Y para ponerlo en su justo término diré: yo nunca busqué ni pretendí el calor oficial. Y también sabía cuáles eran las reglas del juego. Puesto a competir el peronismo privilegia a los propios y los defiende. Y sabía que en esta provincia iban a jugar fuertemente a favor de Jaque. Pero yo sabía que esas eran las reglas del juego. Quizá, en el transcurso de la campaña, me parecieron demasiados los esfuerzos a su favor, digamos (sonrisas).
- ¿Se puede explicar?
- La verdad es que el justicialismo nunca estuvo con una apoyatura económica o mediática que podríamos decir impresionante. En términos económicos yo me sorprendía de las dificultades que teníamos nosotros para soportar nuestra campaña y de ver las facilidades que tenía el PJ local, de hacer lo que hizo. Pero, insisto, probablemente esa haya sido la única sorpresa. Algunos me hicieron notar después que Cobos, y no Biffi, no se merecía una actitud así de parte del kirchnerismo.
- Esto dicho con los resultados puestos.
- Sí, claro. Aunque también otros lo notaron durante la campaña. De todos modos las razones de nuestra derrota son otras.
- Si lo que estamos revisando no hubiera sucedido en esa secuencia, usted sería el actual gobernador.
- Sí.
- ¿Cuál sería la situación de una imaginaria gestión suya?
- Soy un convencido de que las cosas hubieran sido distintas. Nosotros podríamos haber influido más en la relación con el gobierno nacional. Más aún después del escenario político que quedó dibujado posterior a las elecciones, que está muy marcado por una vuelta del kirchnerismo a una estructura clásica del Partido Justicialista. Y eso direcciona mucho las acciones posteriores del gobierno. El comportamiento del gobierno durante la crisis con el campo va en esa dirección. Quizá con una mayor participación del radicalismo concertador en el gobierno, con capacidad de dialogar, las cosas podrían haber sido muy distintas. Claro que esa respuesta a la historia no la puedo dar con precisión.
- De lo que se desprende que en su opinión la actual administración local es un apéndice del gobierno nacional.
- Está claro que sí. Y que ante las dificultades que ha tenido ha preferido recostarse rápidamente sobre el gobierno nacional. En términos económicos, Mendoza, por la ausencia de gestión, ante la crisis de sus políticas fiscales y el mal funcionamiento en la administración de su presupuesto, se recuesta sobre el gobierno nacional. Y es lo único que le queda. Y en este sentido este gobierno tiene que ser muy dependiente del gobierno nacional.
- ¿Será que no hay más salidas que depender de la “caja”?
- En realidad este gobierno podría tenerlas. Pero tendría que poner en marcha mucha imaginación y creatividad, decidirse actuar en terrenos que hoy no hace ni pelea.
- ¿Le gusta el estilo Jaque?
- No, no, no. No me gusta para nada. Pasados ya ocho, nueves meses de gobierno, y a lo que le sumo una transición, que se perdió, ya que el gobierno de Cobos no tenía interlocutores con los que hicieron cargo, y habiendo dejado pasar el tiempo para que no se entienda que existe una postura revanchista o personal, debo decir que ese estilo de gestión es producto de cierta concepción. Celso escogió tener un gabinete de bajísimo perfil. No hablo de las calidades personales. Pero está claro que esta provincia, por su potencial, por su realidad económica y social, merece hombres de mucha catadura técnica y política como ministros. Y actualmente este gabinete no lo tiene. Y es producto de creer que uno puede, solo, resolver los problemas de una sociedad que tiene enormes y viejos problemas acumulados, y nuevos para resolver.
- Una de las sensaciones de la actual administración, por momentos, es que cuando el gobernador no está aquí, todos esperan su regreso para continuar la gestión. Es un comentario tan subjetivo como incomprobable, desde luego.
- Yo tampoco creo que funcione muy bien Mendoza cuando él está, voy a ser sincero (sonríe). Y no soy peyorativo. Lo que quiero decir es que este gobierno necesita ideas fuerza. Pero además necesita de gestores: hombres que resuelvan problemas. Y a este gobierno le faltan las dos cosas. Y para colmo, debo también decirlo, algunas de las iniciativas que he visto en marcha no me gustan y que van contra esa Mendoza que empezamos a proyectar cuando salimos de la crisis. Mendoza tenía un futuro promisorio: estaba ordenada fiscalmente, habían mejorado sus índices sociales, tenía el desempleo más bajo del país, la economía era dinámica, diversificada, con un formidable plan de obra pública, y cuando digo esto lo comparo con presupuestos que he visto en los cuales este rubro sólo ocupaba el 3 %. Por eso creo que el panorama de Mendoza era muy halagueño.
- ¿Hasta diciembre del año pasado?
- Lo que he visto desde allí hasta ahora son señales que van en contra. Basta analizar lo que sucede con la educación. Lo digo lamentándolo, por supuesto. Habíamos avanzado en tener escuelas más exigentes, mejoras cualitativas al sistema. Y año tras año, desde el 2002, se incorporaban más escuelas a la doble escolaridad. Da la sensación que todo eso se está perdiendo. De hecho, las decisiones de la Directora General de Escuelas, van en esa dirección. En el año en ejercicio no se incorporaron establecimientos a la doble escolaridad. La verdad que, en un área tan sensible para el desarrollo estratégico de cualquier provincia o país, esta situación no deja de asombrarme. Lo mismo para algunos temas económicos: una institución como Pro-Mendoza, que había funcionado mucho, y bien, de repente por decisiones políticas se cambió a su presidente, que estaba alejado de las cuestiones políticas partidarias.
- Usted ha insistido en instalar tres temas, de largo alcance, como plataforma para el desarrollo.
- Sí, los tres desafíos. He hablado y hablaré sobre eso porque lo considero fundamental. Uno es el desafío de una verdadera revolución educativa. Me parece que ésta es una de las grandes apuestas de la Mendoza del futuro. La segunda cuestión es seguir mejorando y acrecentando las obras de infraestructura pública. Mendoza necesita desarrollar, y mucho, este tema. Y con ambos temas logramos profundizar el tercer desafío: diversificar, internacionalizar y agregar valor a nuestra economía. Mendoza tiene empleados de mala calidad, en muchos casos, y de bajos salarios. Sólo una economía más productiva, más diversificada y más internacionalizada, permiten mejorar la oferta y la calidad del empleo. Sobre estos tres desafíos, que no representan ninguna novedad ni un gran aporte creativo de mi parte, la verdad es que veo poco y nada. Y al contrario: veo retrocesos. El tema educativo es uno de ellos.
- Toda derrota política, imagino, tiene una contracara, que, imagino nuevamente, encierra un aprendizaje. ¿Cuál fue el suyo?
- En verdad yo no aprendí nada. Sé lo que pasa en la política cuando uno gana y también cuando uno pierde.
- También es cierto que no le ha tocado perder muchas veces.
- No, la verdad que no. Pero uno…
- Le tocó perder una elección más que brava, claro.
- (Ríe) Ganando o perdiendo, uno analiza, después de muchos años de dedicarse a la política, el comportamiento humano. De tal modo que todo lo que me pasó a posteriori de la derrota sabía que pasaría en caso de perder. Yo no soy de esos que siempre creyó que ganaba, ni mucho menos. Nunca me la creí.
- ¿También sabía que se iba a deprimir?
- ¡Por supuesto! En términos personales fue un golpe muy fuerte. Y sabía que uno pasade ser Gardel y Lepera para convertirse en el último guitarrista de la orquesta y que, aún tocando bien, suena desafinado.
- ¿Le costó mucho regresar a la arena política? La decisión de volver, digo.
- Afortunadamente mucha gente me lo hizo saber en la calle. Mucha gente lamentó mi derrota. Y…otros vendrán que bueno te harán, dice el dicho (ríe). Los primeros mensajes fueron del hombre y la mujer común, que me han tratado muy bien. Y por supuesto algunos dirigentes políticos que creen que a pesar de la derrota piensan que aún tengo algo para decir en la política de Mendoza.
- La dirigencia nacional del radicalismo ha manifestado, respecto a los radicales concertadores, que pueden regresar todos. Todos menos uno: Cobos. Es como una condición bastante incómoda, ¿no?
- La actual dirigencia del radicalismo debería darse un baño de sensatez y tendría que tener una grandeza que desafortunadamente yo no advierto, y que busco. Y espero que rectifiquen estas posiciones. Nosotros mismos tenemos una discusión respecto a volver o no. Algunos creen que es inútil intentar reconstruir el radicalismo, y otros, como yo, pensamos, por el contrario, que es este el mejor momento para hacerlo.
- Su posición es la contraria a la del actual intendente Alfredo Cornejo.
- Superando los nombres, para mí esa es la discusión que debe darse. La política argentina tiene hoy un escenario que puede terminar transformándose, de no darse la reconstrucción de la institucionalidad política, en un mar infectado de barquitos piratas. “Hoy levantamos una bandera, mañana otra, navegamos de la forma que nos convenga…”. ¿Para qué? Sólo a los efectos de alcanzar el poder.
- O saquear.
- (Risas) No quiero ser tan peyorativo. Pero la verdad es que la búsqueda del poder, sólo por el poder, a mí no me convence. El poder es para construir una sociedad mejor, darle confianza a la gente y reconstruir esa relación necesaria que las personas deben tener con la política, ya que ésta se les mete por la ventana todos los días de su vida. Y como de eso se trata yo siempre he soñado la política como un instrumento capaz de construir un destino común. Parece una frase hecha, pero para uno, que viene de una militancia de un partido que se define a favor del bienestar general y del interés común, eso tiene mucho valor. Y estoy convencido que la situación actual para normalizar al radicalismo es ésta o ésta. No hay otra.
- ¿Cómo se conjuga esta idea cuando ni siquiera su propio grupo presenta una visión homogénea al respecto?
- Yo pienso en una refundación del radicalismo. Debe darse un debate ideológico muy fuerte. Porque creo que debe volver a encarnar un pensamiento progresista y transformador. He visto nacer y morir tantos partidos, he visto tantos pelados en la nieve, que me aferro a que con un sistema político reconstruido el radicalismo vuelva a ser una referencia importante. Quiero un radicalismo que tenga un programa de gobierno, un proyecto de país claro, independiente de nuestra suerte electoral. Y por eso también me preocupa la suerte de Cobos.
- ¿Por qué?
- Cobos no puede ser solamente la estampita, la figurita difícil. Cobos debe encabezar y ser parte de un proyecto político. Y eso necesita ideas, dirigentes y una estructura política sobre la cual asentarse. Y en esa dirección trabajo. Y es el momento ideal. Y voy a insistir con esta idea.
- ¿Cómo lo conoció a Julio Cobos?
- De habernos visto en la municipalidad de la Capital. El fue funcionario allí, en su momento. También de su paso por la UTN. Pero en realidad nuestra mayor relación fue cuando era ministro de Roberto (Iglesias) y yo intendente. Y siempre tuvo esa formidable predisposición para encargarse de los temas, para resolver problemas. De hecho asumimos en diciembre de 1999 y en enero ya estábamos recorriendo Godoy Cruz, viendo algunas cosas que yo quería hacer para el departamento. A partir de allí siempre hemos tenido una buena relación.
- ¿Es difícil, para un cuadro político como usted, apuntalar a alguien que no lo es?
- No es sencillo, pero tampoco es difícil. Y además uno sabe, como lo he sostenido en esta charla, que la Argentina necesita de líderes, caras visibles, que aten al piso lo que se dice. La gran dificultad histórica del radicalismo, desde Alfonsín hasta acá, es no tener a alguien que suene creíble para la sociedad. Y consecuentemente muchas de las cosas que hemos dicho, ciertas, acertadas en su momento, no tuvieron receptividad. Nosotros luchamos contra el menemismo en todos los frentes. Y fuimos derrotados todas las veces. Y eso que decíamos cosas muy sensatas. La gente no nos escuchó. Y en algún caso Julio dificulta algunos asuntos por no provenir de la política tradicional. Pero nos beneficia en un montón de cosas.
- O sea: ¿encrespa no poder hablar con él acerca de Yrigoyen, pero, finalmente, cuando hay que salir en la TV, está bien?
- No, no, no (risas). Además la mejor forma de reivindicarlo a Yrigoyen, en todo caso, es yendo en la dirección de conseguir mejoras para la sociedad. Y Julio trabaja para eso, por lo cual bienvenido sea. El gran valor de Cobos es que hoy es una figura clave de la política nacional.
- Analizando los movimientos del vicepresidente no es difícil entender que está contrariando los rumbos oficiales, o más bien los oficialistas. ¿Hasta cuándo se puede mantener esta estrategia?
- No sé si él está contra la agenda oficial. Lo que sí sabe, y sabemos varios, es que Cobos debe ser garante de la institucionalidad en Argentina. Y garante de la gobernabilidad. No puede ser el contrapunto permanente con el gobierno, a pesar de que, como sostengo, a partir del histórico “mi voto no es positivo” se ha instalado casi un sistema parlamentario de gobierno. Yo confío en que el Julio va a saber manejar esa situación y que nosotros no lo vamos a someter a ninguna presión de vida ni a ninguna circunstancia que mezcle nuestros intereses políticos con su calidad de hombre visible de la oposición. Claro que no se trata sólo de Cobos, sino del proyecto político que pueda encabezar, sabiendo cada uno cuál es el papel que juega.
- Y hablando de jugar aparece el fútbol. Es simpatizante de un club grande del país futbolero…
- No, no. Perdón. Dos: Rosario Central y ahora Godoy Cruz.
- Bueno, la alternancia de Godoy Cruz confunde.
- (Risas) Debo decir también que tengo un pedacito de mi corazón en Atlético Argentino. Así que…
- … Bueno, si seguimos así, podría decirse que es hincha del campeón.
- (Más risas) No, porque cada equipo militaba en categorías distintas. Pero ahora, es verdad, se me ha conflictuado el corazón.
- ¿Y cuando juega Central contra Godoy Cruz?
- ¡Empate clavado! Salvo que alguno descienda. Si es así entonces que pierda el que mejor está en la tabla.
- ¿Fue a la cancha, el sábado pasado?
- Por supuesto. Es un proceso nuevo. Yo confío mucho en la capacidad del Gato (Oldrá). Además de ser un símbolo de Godoy Cruz es un tipo bárbaro, increíble, en todo sentido. Pero admito que contra San Lorenzo el equipo no me gustó. Fuimos superados, pero, por momentos equilibramos el juego. No puedo decir a ciencia cierta: “nos vamos a mantener en Primera”. Pero creo que tenemos muchas posibilidades. De todos modos para cualquier equipo que asciende es muy difícil. El fútbol argentino es muy competitivo. Y nosotros peleamos el descenso con equipos grandes: Colón, Rácing, Gimnasia y Esgrima de La Plata.
- Se me acaba de ocurrir: ¿Oldrá será como Cobos? Tienen estilos parecidos, ¿no cree?
- (Risas) No sé. El Gato empezó jugando en Godoy Cruz a los 14 años. En todo caso su trayectoria es muy, muy, muy larga (más risas).
- Se me ocurrió porque parece muy reservado, cuando declara lo hace con mucha discreción.
- Sí. Es sumamente equilibrado, muy sincero, lo que es producto de la buena gente que es.
- ¿Entonces está diciendo que Cobos es buena gente?
- ¡Pero desde luego que Cobos es buena gente!
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