Entrevista con Mario Kostzer

Entrevista con Mario Kostzer, autor:
"Las escuelas se siguen pareciendo a los cuarteles"

Por Mauricio Runno
Mario Kostzer no se mueve de San Miguel de Tucumán, ciudad en la que vive y en la que trabaja. Ni siquiera por estas horas, en la que acaba de aparecer su último libro, “El manual del estudiante argentino”. Kostzer es el mismo autor de best-sellers que ya ha entregado con títulos desopilantes, como “El pelotudo argentino”, “El chanta argentino”, “Así no hay cuerpo que aguante”, “Tratado sobre minas” y “PelotuDOS”. Es un escritor de éxitos, no hay duda. Y generador de otros varios títulos que consolidan un registro de su provincia aunque con un perfil decididamente más bajo.
Hay un video disponible de presentación en internet que anticipa el tono de este reciente texto. Y una de las frases que encabezan la obra irradia claridad para el lector desprevenido: “Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela” (Bernard Shaw). No es demasiado singular afirmar que se trata de un trabajo que gracias al humor provoca la reflexión. “Lo que propongo es desnudar la problemática, situándose en el lugar que a cada uno le corresponde y no endilgándole solo al Estado toda la responsabilidad (que por cierto le corresponde). Todos educamos y nos educan permanentemente. Los medios de comunicación tampoco están exentos de esto”, dice.
Por eso no parece casual que el humor y la ironía sean, una vez más, elementos que el público respalda. Y hay también una opinión suya: “En un momento en que las revistas de humor han desaparecido, generar un estilo de libro en el que imágenes y textos jueguen, me resulta atractivo como lector”. Las páginas de la edición son verdaderas maquetas descriptivas de un pasado común: la escuela, sus personajes, las costumbres, los vicios, miserias y problemas. Fotografías antiguas, caricaturas, montajes y recursos gráficos acompañan los textos en una presentación impecable.
Es que Kostzer es un hombre ligado al mundo de los libros desde siempre, desde que su memoria hace play. No sólo por causa de su padre, librero de profesión, sino por una elección de vida que aquí contará en detalle. Se ha dicho que no es un escritor típico pero tampoco un marciano, sino alguien que simple y llanamente sabe expresar sus ideas. Para él, los libros son “vehículos de comunicación”.
Y como un libro lleva a otro hay que decir que el lunes, en la Feria del Libro, Mendoza presentará los ganadores del “Gran Premio Vendimia 2008”: Salvador Vozzi (Cuento), Hernán Shillagi (Poesía) y Daniel Fermani (Dramaturgia), serán los escritores distinguidos. Pero el plato fuerte es el acto siguiente, “Mendoza en sus letras y sus ideas”, Segunda Parte, de Arturo Andrés Roig, obra de un intelectual impar de la Mendoza profunda. Y si es por hablar de creadores importantes es imposible pasar por alto el tributo que se le hará a Fernando Lorenzo.
Este es el diálogo con el escritor tucumano Mario Kostzer, que sí, también se refiere a libros, escuelas, docentes y militares:


-Los libros han estado presentes a lo largo de su vida, incluso por la actividad de su padre. ¿Cuáles son los secretos que esconden los libros que le han sido revelados en estas décadas?
-Mi padre fue librero por más de cincuenta años. Tal vez por eso colgué mi título universitario y me convertí en librero. Y desde hace 25 años empecé a trabajar en la actividad. Abrí en ese entonces una librería en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Desempeñarme en la actividad era una tarea que me debía resultar familiar. Por lo tanto he ocupado distintos lugares en lo que hace a la realización de libros. Y de un tiempo a esta parte el único lugar que me faltaba cubrir era el lugar asignado al de escribirlos, el de escritor. Es un rol que vengo cumpliendo hace pocos años. Y en estos momentos es el que más me apasiona.
-¿Ha sido la fantasía cumplida, escribirlos, luego de convivir con tantos de ellos durante décadas?
-Y es parte del entorno de uno. Hay veces que al no tomar distancia uno no lo valora. Y por eso tomo algunas cosas como naturales. Pero realmente me da mucha alegría notar el estímulo que sienten mis hijos al poder habido compartir estas cosas, siendo que es un estímulo que para mí es bastante importante. Me parece que vivir en un entorno de libros es bastante interesante y muy lindo. Y mirando mi vida en perspectiva creo que no cambiaría eso.
-No ha sido un editor convencional, ya que ha lanzado títulos que incluían software. ¿Cómo fue aquella experiencia, más aún lanzada desde Tucumán?
-Lo que hace mención ocurrió en 1987. Y por esa época estaban en auge los libros de computación. Y a mí se me había ocurrido que el software era un artículo que se debía vender en las librerías. Por eso generé un libro que traía, además, un software contable. Y en ese momento yo patenté el nombre “soft-book”. Y hace no mucho tiempo fui a ver una promoción de estos modernos y recién aparecidos “e-books”. Y para mi sorpresa algunos los llamaban como “soft-book”. De inmediato me fui a ver el estado de mi patente (risas). Ahí me di cuenta, fruto de mi ignorancia, que si uno no actualiza permanentemente el estado de la patente, se cae la propiedad sobre ella. Total que la había comprado una empresa extranjera (más risas).
-Se perdió un buen negocio.
-En aquel tiempo yo planteé una idea muy ambiciosa. Pero pienso que con algún empujoncito o estímulo más importante hubiera crecido. De cualquier modo, como editor, mi tarea siempre ha sido la de publicar cosas regionales. No he editado textos de trascendencia nacional. Los temas que pueden conseguir impacto nacional o más importancia los he delegado en otras editoriales.
-En una etapa anterior editó libros regionales, siempre con el rasgo característico del humor.
-Como editor tuve tres experiencias con textos de esas características. Y últimamente he publicado un libro de unos chicos de acá, de Tucumán, que son muy conocidos, “Pequeña enciclopedia de la República de Tucumán”. Siempre son libros con una clara connotación regional. Es un desafío que yo asumo al encarar cualquier edición.
-¿Por qué?
-Porque me interesa particularmente. Y trato de promoverlo en la medida de mis posibilidades. Se trata de libros de promoción de la región, libros de fotografías. Ese tipo de cosas sí las hago. He publicado libros de fotografías de Tucumán, de los Valles Calchaquíes. Luego he publicado otro libro con los sucesos más destacados del siglo XX en la provincia.
-¿Es doblemente meritorio realizar estas tareas, ocupando espacios importantes en lo educativo? El doble mérito es una referencia a editar desde el Interior.
-Siempre es un poco más cómodo sentarse con la guitarra y llorar por la pena, ¿no? Pero la verdad es que si uno lo hace de una manera un poco más profesional creo que tiene los mismos riesgos que hacerlo desde cualquier lugar del país, incluso Buenos Aires. No es menos duro ser editor en cualquier lugar de Argentina. Obviamente que las cosas que se producen en el Interior no tienen la trascendencia que necesitan.
-Parece estúpido preguntarlo, por eso mismo lo hago: ¿qué es un libro para usted?
-(Piensa) Es un medio de comunicación. Lo que uno hace, cuando prepara un libro, es expresarse. Y tiene que saber en qué lenguaje se expresa y en qué lenguaje lo va a decodificar quien lo recibe.
-Leyendo declaraciones suyas anteriores es muy crítico con varios escritores argentinos, al menos los consagrados. ¿Es un mundo lleno de vanidades y soberbias, el literario?
-Yo soy un observador. Después, los calificativos, los pone el lector. Por supuesto que lo hago con mi ojo, que está cargado de subjetividades. Y lo que vengo haciendo en la mayoría de mis libros es una descripción de arquetipos.
-Hay una larga tradición en la búsqueda de una tipología, comenzando por el “Manual de zonceras argentinas”, de Jauretche. Lo que asoma como interesante es la perspectiva de alguien que observa desde el Interior.
-Aparentemente son cuestiones que observamos mucho. Justamente el libro “El pelotudo argentino” fue recibido por la gente de un modo muy estimulante para mí. Tanto es así que fue mi primer libro. Y luego de eso no paré (risas). Esto también me ha dado la pauta que lo que estaba observando es algo que la gente también veía y que quería adherir un poco a ese tipo de observación.
-A propósito de ese título le bastaron apenas dos meses para vender 20 mil ejemplares, cifra astronómica para el mercado argentino.
-Se vendieron muchos más. Estuvo varias semanas encabezando la lista de best-seller en el país. Y creo que todo se explica porque yo expresé en ese libro, que se transformó en un vehículo de comunicación muy importante, algo que la gente quería decir. Y el público lo conoció, lo leyó, lo compartió y lo interpretó de esa manera.
-¿Es esa la explicación, más allá del humor irónico que presenta ese libro?
-La explicación es que hay una cantidad de cosas que cotidianamente a los argentinos nos hace sentir por ahí como pelotudos. Y el libro tuvo esa manera de interpretar ese “sentimiento”. Porque ahí están, para bien o para mal, todos los arquetipos de pelotudos que adornan nuestras vidas. Ese libro sigue teniendo buena repercusión, pese a que lo publiqué hace varios años. Tampoco quisiera hablar toda la vida sobre el “pelotudo” (risas).
-Su flamante “El manual del estudiante argentino”, ilustra situaciones vividas por todos durante el período escolar. Hay escenas y personajes que se repiten por generaciones. ¿Asistió a una escuela pública?
-Sí. Y lo que hago en este nuevo libro es de alguna manera poner el foco en la educación. Y digamos que es un tema que tiene distintas variables. Y como tal la gente tiene que comprender y verlas a cada una de las problemáticas. Nadie es ajeno a los problemas de la educación. No somos ajenos los padres, ni los docentes ni los alumnos. Hay una tendencia humana a sintetizar las cosas. Y tal vez por eso siempre decimos que el problema de la educación es un problema de presupuesto. Y no es el único problema, al menos para mí. Es cierto que hay mejor educación con presupuestos más importantes. Pero hay una cantidad de cuestiones que hacen a la educación y que son las que, de alguna forma, desmenuzo. Y las pongo a consideración de los lectores.
-¿Cuál es la intención?
-Que cada uno reconstruya su propia escuela. O la escuela de sus hijos o la de su entorno. Y empiece a ver lo que está fallando. Obviamente que lo hago desde la óptica del humor. Es la óptica muy parecida a la de un espejo: deforma y exagera algunos rasgos. Desde esa perspectiva hay algunas cosas que se pueden ver divertidas y otras que son realmente tragicómicas.
-En un pasaje del texto se presentan distintos arquetipos de alumnos: el traga, el gordo, la sexy. ¿Vivió la discriminación por su educación religiosa?
-(Piensa) Bueno, yo no asistía a las clases de religión. Y siempre notaba que cuando volvía a mi aula me miraban con una cara que era de bastante pocos amigos entre mis compañeros (ríe). Igual que la maestra. Era una cuestión un poco incómoda para mí. Pero nada relevante, por cierto.
-Se refiere a las celadoras de los colegios y observa que es un término carcelario.
-Es parte de una cantidad de cosas interesantes que desmenuzo. Es que hoy, a tanto tiempo de instaurada la democracia en Argentina, las escuelas se siguen pareciendo a cuarteles. La arquitectura de las escuelas es parecida a la de los cuarteles. Por eso también recojo lo que usted comenta. Y las ceremonias de entrada y salida a las escuelas se hace al modo de las formaciones de tipo militar. O sea, hay una cantidad de asuntos que las escuelas no han terminado de exorcizar y que guardan relación con una formación bastante fascista.
-Cuando decidió ser librero abandonó su profesión…
-¡Pero usted me ha estudiado bastante! (risas) Creo que conoce bastante de mi vida.
-He consultado, sí. Aunque sea un reportaje para celebrar un libro de humor.
-Me parece muy bien. Así tiene que hacer un buen periodista.
-Entonces, ¿cuál fue la profesión que abandonó por los libros?
-Yo me recibí de contador, profesión que ejercí durante dos días.
-¿Habla en serio?
-Sí. Me recibí de contador, fui a trabajar a una empresa el 5 de julio, el 7 de julio me retiré y el 20 de agosto inauguré la librería (risas).
-Es todo un récord para el Guinnes…
-Hay mucha gente que se plantea “¿por qué estudié esto?”. Y se siente un pelotudo por haberlo hecho (ríe).
-Pensé en terminar hablando de fútbol, ya que Tucumán tiene un equipo en el mayor torneo del país.
-Soy un analfabeto futbolístico. Me hace un apátrida, ya que vivir en Argentina sin saber mucho de fútbol, realmente es una situación incómoda (risas).
-¡Quizá por eso que escribe tanto!
Seguramente. Y pienso seguir escribiendo (más risas).


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