Pedro Lemebel de entrecasa en Mendoza
Pedro Lemebel en Bermejo, el sábado
Pedro Lemebel, poeta, narrador, artista, el desetiquetado con tales etiquetas, surcó la cordillera de Los Andes para llegar a Mendoza, desde su departamento de Bellas Artes, en pleno centro histórico de Santiago, para convertirse en una de las escasas atracciones que ofrece la Feria del Libro. Lemebel vive en esa zona de Santiago deudora de su apelativo al Museo Nacional de Bellas Artes. Se trata de un chileno que conoce muchos rincones de la geografía de la ciudad y otras anatomías de los alrededores. Llegó a Mendoza este fin de semana y ya ha vuelto a su morada, seguramente más feliz.
Lemebel suele ser noticia allí donde llega y también de donde se marcha. Es la suya una figura muy apreciada, por sus méritos y búsqueda artística. Todo al revés de cualquier conformismo, todo al revés de cualquier límite o imposición.
Todos siempre un poco de espaldas en lo de Murillo. Hay un Sepúlveda y un Bernardo (enrejados)
En la noche del sábado, luego de finalizar su perfomance en la Feria del Libro, comenzó a relajarse en los dominios del artista Egar Murillo. Habían allí otros colegas: un tal Daniel Bernal, un tal Fernando Sepúlveda, otro tal Bernardo Rodríguez. Se trata de un cuarteto muy productivo de la plástica mendocina.
Lemebel contó que estaba muy feliz, ya que en la semana le habían dado el alta de una enfermedad. Contó que desde hace un año sufría un cáncer en una cuerda vocal. Pero que todo había quedado atrás gracias a la medicina y a los cuidados. Podría pensarse en esos pájaros que, malheridos, retoman el cielo con mayor presencia y despreocupación. Pedro dijo que el cáncer era wagneriano, serio, y que el HIV daba más como reggaeton. Seguramente la suya sea una compulsa que ha pasado lista por distintos casos, de ambas enfermedades. Lo cierto es que Lemebel festejó con intensidad y buen donaire este diagnóstico, cosa del pasado.
Billie Holiday y nada de tango
El paso del artista por Mendoza sirvió, además, para celebrar en buenos términos el viaje del anfitrión, Egar Murillo, hacia Santiago, en los próximos días. Murillo participará de la feria de arte contemporáneo Ch.ACO, en Estación Mapocho. Llevará tres obras recientes. Una de ellas parte de una serie de 5 cuadros que intentan movilizar los sentidos y la sensibilidad frente a versiones de obras clásicas del siglo XX. En zig zag warholiano, Murillo emplea objetos no comunes para dibujar obras en los mismos términos. De allí que resalta el uso de tapas de plástico de las bebidas gaseosas.
La primera apuesta de Murillo es parafrasear y reversionar una pintura simbólica y trascendente. Se trata de su incursión por "El grito", cuadro pintado por Eduard Munch en 1893. Es un enorme lienzo de difícil construcción. Murillo parece apelar a una síntesis de técnicas y elementos. Y es difícil esquivar el recuerdo de Berni puesto a exhibir lo que parecía en principio descartable.
La noche se extinguió entre otros epitafios. Lemebel, una vez más, propuso y vivenció la magia del arte insondable. Por un rato la cordillera se hizo más pequeña.
El grito, en las manos de Murillo. La serie se completa con recreaciones de otros artistas como Van Gogh
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