Cárcel de Mendoza, 100 años atrás


Aula modelo en la cárcel. O el modelo del modelo Mendoza 1911

El 20 de enero de 1912, un siglo, para mejor cálculo, la Cárcel de Mendoza era nota en la revista más popular de Buenos Aires. Varias páginas ilustradas con fotografías, una breve crónica, casi el resumen del preso perfecto en el espíritu del Centenario. El documento sirve, entre otros motivos, para profundizar en la institución cárcel, para conocer el rostro de algunos condenados –incluso el de uno que “fusiló” a su mujer. Era lo que se dice una nota de color. 
Panorama sobre la Argentina de 1912, año de "la sanción de la ley electoral 8871", que incorporó la obligatoriedad y el secreto del voto poniendo en acto una universalidad que no se correspondía con su práctica concreta. El principio "cada hombre un voto" transformó la vida colectiva en distintos niveles...".
El gobernador de Mendoza era  Rufino Ortega Ozamis y la cárcel era una de las primeras construcciones a poco de comenzar a levantar el actual Parque General San Martín.

El villano redimido o el villano exótico o el villano que hacía sillares. Un preso fuera de lógica, allá en Mendoza 1911

Cárcel de Mendoza en 1912: "Recientemente se realizaron en la Penitenciaría de Mendoza los exámenes de los penados que concurren a la escuela de la casa. En la ocasión, nuestro corresponsal hizo una visita al establecimiento, tomando fotografías y recogiendo apuntes que dan una idea de la organización, bastante adelantada, que existe allí. Nótase desde luego la abundancia de talleres, como los de trenzado, herrería, carpintería, canastería y una fábrica de blocks de portland y ripio.
La escuela funciona con regularidad y con crecido número de alumnos, entre los cuales se distinguieron durante el último curso, los siguientes: Manuel J. Osorio, José Félix Ríos, S. Rosales y Segundo Ojeda.
Como obreros merecen citarse Severo Rodas y Lucas Cataldo, que hacen buenos canastos, y Andrés Silva, que es el mejor de los que trabajan el mimbre. Llama la atención el número de crímenes que tienen sobre la conciencia muchos de los penados: hay uno que mató a su mujer, a su suegra y a su suegro, e hirió a varias personas más de la familia, y otro que mató a tres individuos, so pretexto de que “le escupían en la sopa”. También es notable el caso de un penado que mató a su mujer, haciéndola sentar en una silla, y “fusilándola”. En fin, marcada tendencia a exterminar la familia, suprimiendo violenta y radicalmente las causas de disgustos en el hogar. Pero estos hombres terribles que de tal modo concluyeron con la mujer, con los suegros y con los que les escupían en la sopa, no se conducen del todo mal en la cárcel, y de ello dan testimonio la prosperidad de los talleres, de la escuela y de la fábrica de blocks de hormigón. Durante la hora que exige el reglamento, se trabaja con ardor, haciéndose una buena cantidad de canastos, verjas para cercados, rejas para ventanas, puertas, mesas, sillares, etc, que a menudo se utilizan en el propio establecimiento para mejorar sus condiciones. A la vista de la actividad que despliegan y del arte con que trabajan los forzados overos, da lágrima pensar que muchos de ellos llegaron al crimen precisamente por las puertas de la haraganería".

Eliseo Miranda, que fusiló a su mujer

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