Sobre el libro Reencarnaciones, de Gabriela Nafissi

El siguiente texto lo escribí para la presentación del libro Reencarnaciones, cuentos audiovisuales, en ocasión de la Feria del Libro de Mendoza. Se trata de 9 pastillas, según los 9 cuentos del texto. Y dice más o menos así:

1. El amor no tiene buena prensa

Todos escribimos sobre el amor. Es decir, lo que escribimos, es también por amor. Y así comienza este libro. Con el amor y para el amor. El primer cuento revela a unos seres amateurs, en el sentido pleno del término. Amateur, como aquellos que se dedican con pasión a una actividad, sin rédito ni otros intereses. Y allí está el amor y allí nos vemos todos: los que escribimos, los que leemos, como una forma de amor. Tal como los seres del cuento, a veces enceguecidos.
Tiene mala prensa el amor. Sospecho que deberíamos echarle la culpa a las películas de Hollywood, a los poetas nada inspirados y a las tías y sus consejos. Hollywood ha creado un amor, un modelo del amor, francamente en desuso. A veces, pienso que Hollywood se parece al Vaticano, aunque a partir del papado de Francisco, debería revisar lo dicho. Hollywood insiste con un amor provinciano, con una felicidad de plástico, que nunca se termina. Ni hablar de los poetas y sus sonetos lamentables, destrozando palabras y sensaciones. En el mundo, hoy, ahora, y hasta el martes venidero, deben existir 57 buenos poetas, vivos. El resto, Dios nos libre, aún para los paganos.
Pero si algo ha colaborado a la mala prensa del amor son nuestras tías y sus recaudos, sus frases hilvanadas en la corte y confección del romanticismo. Las tías siempre se han quedado solteras y casi siempre por amor: o amaron a uno que no las amó, o amaron a uno que las amó alguna vez o amaron al que no podían amar. Cuando se dice tía se puede decir perfectamente abuela o prima o concuñada. Tanto faz, como enseña el portugués.

2. El amor es una sala de espera

El segundo cuento de este primer libro de Gabriela Nafissi es un devaneo, entre el misterio y el horror. Aguardamos con expectativa la ambición del personaje excluyente. Y en medio, como en el amor, remolinos, el Gran Viento que todo lo desacomoda cuando creíamos que ya estaba todo en su lugar. El amor es una sala de espera, a la que va te van llamado, y mejor que tengas paciencia. Si no, acaso la pesadilla sea igual o peor a la del personaje de “La esquina de los 4 vientos”. 
Gabriela sabe que el amor es una sala de espera. Lo sabe mejor que nosotros. Si el mundo se dividiera en dos y de un lado quedaran los pacientes, Nafissi estaría al costado de los impacientes. ¿Quiénes atienden a los pacientes? ¿Acaso, los más impacientes? ¿Los que salieron de la paciencia? Este mundo que domina el cuento se vale de leyes estrictas, de verdades de aparente sin sentido. Dice el cuento: “Algo ya está perdido, aunque creas haberlo visto todo”.
En la sala de espera del amor, ya lo saben, atiende la doctora Gabriela Nafissi, una clínica de la mente. Pueden ir haciendo cola, mis amigos, pero con paciencia.

3. El amor también es una herida absurda

Si vamos a morir, ¿por qué nacemos?
Allí lo absurdo, lo inexplicable, lo admirable, lo mágico, de ese fenómeno al que solemos llamar Vida. Siempre creo que por eso cantamos más alto el tango La última curda, cuando llega aquel verso memorable: “Tenés razón, la vida es una herida absurda…”.
De la vida habla la autora en su tercer cuento, de un viaje, desde el génesis hasta un atardecer en un pueblo vasco francés, por donde ha trabajado y al cual vuelve toda vez que puede. Pareciera indagar sobre la forma de la vida, desde un ligero optimismo, que se va tornando, a medida que transcurre la historia, en una completa alegoría sobre el origen y el principio de los días. 
En este texto, despliega una cosmovisión y hasta se inscribe en un género: el relato fantástico. No es tanta casualidad que la frase preliminar pertenezca a un maestro del asunto. Borges se hace presente. Y el cuento lo tributa, incluso hasta en su desenlace, imponiendo la lógica del improvisado, del viajero sin destino ni sitio al cual llegar.

4. El amor es un francotirador

Hace algún tiempo asistí a una obra de teatro, de Lola Arias. Antes debo decir que me aburro bastante en el teatro. Pero cuando no me aburro, lo gozo con una estremecedora claridad, en plenitud. Y ese fue el caso con “El amor es un francotirador”. Todo el montaje estaba puesto al servicio de una idea: “el deporte de los sentimientos”.
Es directa la relación con el cuento que ofrece Gabriela, al recrear una historia desoladora, en boca de una mujer que se convierte en autómata, “una mujer que va a relatarse a sí misma hasta el final de los tiempos”, como bien se encarga de aclararlo.
Madame Nzinga, el texto de referencia, se vale de cierto aire esotérico, en boca de una angolana perdida, en un exilio que más se parece al destierro. Ella conserva la memoria y los demonios; el resto es apenas una muestra más de la lejanía con su tierra. Un destierro cruel que la sacó de los ríos donde acechaban cocodrilos y destinos preexistentes y que también devoró a sus padres.
Antes hablé de los paganos. Siempre los hay y existen, como las brujas. Y en este universo se distingue la destreza técnica de la escritora para darnos una historia de vida, cruzada por la violencia, los ritos y “donde vale casi todo para sobrevivir”. Es una letanía. “El amor es un francotirador”.

5. El amor es un eterno retorno

Este es uno de mis cuentos favoritos. La tentación sería leerlo, ahora, aquí, y, al terminarlo, aparecer en Estambul, sintiendo la respiración, las toses y hasta las risas de un auditorio similar al que nos contiene en este instante. Si yo leyese el cuento “Fantasma”, en este momento, todos podríamos viajar en el tiempo y ser los mismos, pero distintos. 
“Fantasma” es uno de esos cuentos que parecen fáciles de escribir, pero no, no es nada fácil escribir de ese modo, con tanta concentración poética, tanta fluidez narrativa y tan pero tan redondamente, como la luna llena que sale del mar.
Si leyéramos, todos juntos, cada palabra, cada párrafo, seguramente nos encontraríamos en un barco, navegando. Es un cuento maravilloso, que rodea el mito del eterno retorno, esto es, una repetición del mundo en donde éste se desvanece hasta volver a recrearse. En el eterno retorno la repetición del pasado es la peor condena, hasta volverse pesadilla. Es como si fuera un laberinto circular, pero sin salida.

6. El amor es un animal de mierda

Ya pasaron los animales. Imaginemos que no existen, que todos se extinguieron o que matamos a todos esos seres sin conciencia. Y quedamos nosotros, con conciencia. Y desesperados, tanto, que los imitamos, los comenzamos a recrear en nuestro cuerpo. Y nos transformamos en animales. Y al fin tomamos idea de que un día, cualquier día, ninguno de nosotros existiremos, que todos vamos hacia el mismo Gran Mar, el que surcamos en busca de la muerte.
Y mientras escribo o intento resumir el sexto relato del libro “Reencarnaciones” una maldita mosca se posa en la pantalla, en la notebook. Afuera hace frío, en mi computadora, calor. Parece un maldito chiste, o no, parece como exagerada la maldita realidad: el cuento de Gabriela se inicia con una mosca, animal de mierda, si los hay.

No más comentarios.



7. El amor es un trago que se bebe lenta, muy lentamente

Aquí, en “Touché”, la clínica de la mente se hunde en el derrotero de un médium, un facilitador, que deviene en la Gran Madre, un alma entre el cielo e infierno y los terrenales. Transmutación, magia, misterio. Todo esto corona la historia, que parece un viaje al más allá. Es una muestra de la notable facilidad de la autora para situarnos en locaciones a camino entre la desolación y la sorpresa.

8. El amor es una necesidad fisiológica

Pueden reírse. Pero pensemos en eso que nos atora la garganta cuando ella o él no están. Recordemos los nudos de marinero en nuestras panzas cuando el amor ha caído en desgracia. El amor es fisiológico. Produce exaltación, a veces vómitos, mariposas en el vientre, y en algunos casos diarreas, inesperadas o merecidas.
Nafissi nos lleva hasta el centro histórico de Bruselas, para contarnos con gracia y donaire la historia de una escultura de poco más de medio metro de altura, que es un ícono de Bélgica: un querubín orinando, simplemente un pequeño haciendo uso de su miembro para satisfacer una necesidad impostergable: alivio a la vejiga.
Lo narro así para no entrometerme en una historia que imagina ese bronce en carne y hueso. Y si en otros pasajes del libro ha habido vivos que hablan como muertos y muertos haciéndose los vivos, aquí subyace (qué palabra detestable), aquí subyace, digo, la historia de alguien condenado a la inmovilidad, pero que sueña con un destino sumamente más errático. “Sólo sueñan los que desean”, se lee. Y compruebo que sí, que el amor es también fisiológico.

9. El amor es un monstruo grande y pisa fuerte

La última cápsula sobre este libro es aplastante, tanto como la criatura que la genética y el esfuerzo de los hombres tenaces nos podrían regalar. Un sabio a la hora de despedirse, un sabio moribundo, intentando no irse o irse lo menos posible de este, nuestro mundo. Lo existencial es el tono que define el cierre del libro de Gabriela Nafissi, que, al igual que el amor, es dueña de una escritura cada vez más grande y que pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente. Una leona escribiendo libros.

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