José Zuccardi: "Hoy Argentina es parte del mundo del vino"
Por Mauricio Runno
Hay tres carteles que me acompañan mientras aguardo ser atendido en esta bodega fundada en 1950 por el ingeniero Alberto Zuccardi, y que hoy es dirigida por su hijo, José Alberto "Pepe" Zuccardi. El primer cartel dice: "Comienza tu día con una sonrisa. Verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo" (escrita por Quino). Segundo cartel: "Algunos nacen grandes. Algunos logran grandeza. A algunos la grandeza les es impuesta. A otros la grandeza les queda grande" (William Shakespeare, al que varios mendocinos no dudarían en llamar irónico, ácido o cualquier otra fruslería). El tercero, en cambio, es un resumen y toda una declaración de principios: "Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo".
Hiperactivo, emprendedor y obsesivo: así es conocido y respetado José Zuccardi. La última luz que suele apagarse en las oficinas de la bodega suele ser la suya. Sus conocimientos ya han superado las fronteras y, como él mismo dirá, ha plantado bandera en ciudades y países que desconocían el vino argentino. Fue estudiante de Ingeniería y un día le pidió a su padre colaborar en la finca. Confiesa que estuvo un año perdido. Pero sólo fue un tiempo de adaptación: hoy nadie lo imaginaría fuera de la actividad. Y para entender basta con escucharlo:
- A mí, el vino me ganó. Es una actividad muy interesante y tiene un horizonte infinito. En todas las áreas: en agricultura, en enología, comercialización, marketing. Es un producto tan amplio que da posibilidades de desarrollo en muchísimas direcciones. Y además ofrece la oportunidad de crear. Porque, en este tema, no hay una sola forma de hacer las cosas o “la” forma.
- ¿No hay reglas?
- No las hay. Precisamente el vino es un producto que no es un commodities. Es un producto artesanal y mágico en ese sentido. Donde uno puede crear y desarrollar. Y se trabaja, por un lado, con seres vivos, que son las plantas, y por el otro también con seres vivos, que son los consumidores que lo toman. Y además la gente que hace el vino. En ese marco es que trabajo. Y también para el placer de la gente, lo que me da posibilidades de desarrollo muy interesantes.
- El caso del vino producido en Mendoza tiene una particularidad enorme, ya que por sus características es prácticamente un producto orgánico.
- Nosotros tenemos una serie de condiciones, desde el punto de vista geográfico y climático, interesantísimas. Vivimos en un desierto. La cordillera es una barrera natural que nos aísla de la humedad del Pacífico. Y estamos lejos del Atlántico. Y somos un desierto en altura. Esto nos posibilita hacer un cultivo de una forma muy natural, con muy poca intervención de plagas y los productos químicos no son necesarios. También es un riesgo, ya que tenemos que construir alrededor de esto una ventaja. Ser más concientes sobre esto.
- ¿Cuál es el riesgo del que habla?
- No estamos cuidando la limpieza de nuestro medio ambiente, de modo que hoy Mendoza tiene caminos sucios, canales sucios. Mendoza perdió el orgullo de ser una ciudad limpia. Y esto también marca niveles de contaminación. Quizá la ecología nos está dando la posibilidad de hacer un cultivo casi orgánico, natural, y nosotros no estamos desarrollando la conciencia de mantener todo un entorno con esta calidad y con esta condición.
- Si entiendo, podríamos decir que existe una pereza, “total, va a salir bien de cualquier modo…”.
- Hay una falta de conciencia ambiental, a nivel general, en nuestra población. Cuando un mendocino va en su auto y abre la ventanilla y tira una botella o un papel está contaminando el medio ambiente. Y estas cosas aún no son vistas como tales. Falta conciencia ambiental. Pero desde que Mendoza se está insertando en el mundo, quienes nos visitan, que son muchos, afortunadamente, no lo ven de la misma manera. Todo este tipo de agresiones al medio ambiente son también consideradas como parte de una acción contaminante. Nosotros tenemos que volver concientes, así como lo hacen nuestros agricultores, que cultivan sin pesticidas, a toda la población acerca de la necesidad de vivir en un medio ambiente no contaminado. Hay que pensar que si bien Mendoza tiene 150 mil kilómetros cuadrados, vivimos y cultivamos sólo el tres y medio por ciento de esa superficie.
- ¿Cuál es el comentario que oye de los europeos que llegan hasta aquí conociendo esa demografía?
- Bueno, hoy ya vienen preparados, algunos, por Internet. Pero, en general, la gente no puede creerlo. Y les parece increíble que el 96 % de Mendoza sea desierto y montañas. Nuestra población vive muy concentrada y tenemos una densidad poblacional muy alta. Creo que estamos en términos similares a un país como Bélgica. Si bien estamos totalmente despoblados en geografía, si tomamos las zonas en que vivimos, los oasis y las zonas cultivadas, tenemos una muy alta densidad de población. Y esto debería significar un mayor cuidado en nuestros caminos, un enorme cuidado de nuestros canales de riego, cuidado en las políticas de urbanización. Tan enorme los cuidados como los que hacemos con nuestros viñedos. Es decir: hay que posicionar a Mendoza, en el mundo, en todos los aspectos. Pero también muchas de estas cosas significan mayor calidad de vida para los habitantes de Mendoza. No es sólo un problema hacia los de afuera. Y sí un tema hacia nosotros mismos: de respeto y de cuidado.
- Qué notable el fenómeno de los ingenieros en Mendoza. Lo digo por su título universitario, pero también pensando en que muchos hombres públicos, en puestos de decisión, han tenido esa formación. El recordado Francisco Gabrielli, incluso los dos últimos gobernadores radicales.
- Yo soy a medias (ríe). Tuve la orientación, pero no terminé.
- Es una particularidad, por lo menos, llamativa la de los ingenieros aquí.
- Esta provincia requiere de un grado y de un enfoque de ingeniería. Yo creo que en alguna medida hemos perdido un poco de cosas...
- Empecemos por lo de la visión de ingeniero.
- Acá, el éxito del trabajo del hombre, está dado por una lucha contra la naturaleza. Si bien ella nos da elementos “naturales” positivos, no es menos cierto que la zona cultivada se la tenemos que quitar al desierto. Y trabajamos con ellos con una frontera móvil. Lo que significa que, si nosotros no trabajamos, el desierto avanza. Por lo tanto si trabajamos avanzamos sobre él. Y esto implica toda una ingeniería. Desde el manejo del agua al manejo de las comunicaciones. Aquí es muy distinto a la pampa húmeda, donde la naturaleza juega a favor. A nosotros, en el cultivo de la vid, algunas ventajas también tenemos, como el clima y el suelo, pero siempre y cuando contravengamos una serie de aspectos: entre ellos regar, cultivar y trabajar. La agricultura que nosotros hacemos aquí es prácticamente jardinería: es el cuidado de la planta en el día a día, a lo largo de todo el año.
- Revisando los archivos hay algo que se repite respecto en su actitud y agresividad en la búsqueda de mercados internacionales. Hay varias preguntas al respecto. La más básica es saber cuáles son las diferencias entre una degustación aquí y en otros sitios del mundo.
- Hay algo muy interesante en todo esto y es que Argentina es parte del mundo del vino, hoy. Y Mendoza se ha vuelto parte de ese mundo. Cuando uno sale afuera, el mundo del vino que ve es un mundo con el cual uno está familiarizado. Nos hemos incorporado a ese circuito en los últimos años.
- Pero ese tránsito a esta realidad de hoy ha sido doloroso…
- …Y muy rápido, si yo la comparo con la situación de 1990-1991, que es cuando empecé a salir a ferias internacionales y degustaciones para tratar de ganar una porción del mercado internacional. Sucede que nosotros vivíamos una realidad vitivinícola, en lo interno, que no tenía nada que ver con las reglas de la vitivinicultura en el mundo: el estilo de vinos, la forma de comercializar, la relación del precio con la calidad. El nuestro había sido un mundo completamente cerrado y que, por lo tanto, se manejaba con leyes propias. Y que además no estaban en línea con las reglas a nivel mundial. Recuerdo una gran contradicción en ese momento. Y hoy no. Es distinto. Hablamos el mismo lenguaje en Mendoza que el que hablan las distintas regiones vitivinícolas del mundo. Hemos empezado a entender los mercados. Nuestra orientación hacia la calidad es total. Y eso nos da una posibilidad de avanzar mucho más rápido. Pero hubo que trabajar muchos años. Y pongo como hito el año 91, porque ahí comenzó la Ley de Convertibilidad, y esto permitió la apertura de la economía del país y nos permitió salir a vender afuera.
- Y al mismo tiempo descubrir lo que estaba pasando…
- Y descubrimos un mundo que era completamente diferente al que nosotros vivíamos. Y eso produjo una enorme transformación y un enorme cambio. Y muchas empresas fueron vendidas, muchas otras no pudieron sobrevivir al cambio. Y así es que hubo traspaso de dueños, otros que llegaron a invertir. En aquel momento nosotros veníamos de una crisis terminal de la vitivinicultura: la década del 80 lo fue. Por eso digo que vivíamos a contramano del mundo. Y hoy creo que estamos a favor de las tendencias mundiales, y a favor de lo que los consumidores de vino de todo el mundo quieren. Y los resultados están a la vista. Venimos creciendo fuertemente.
- ¿Cómo fue su primera experiencia en las ferias internacionales?
- Me acuerdo mi primera Vinexpo de 1991 y mi primera London Wine en 1993. En Londres era el único argentino. Y recuerdo que había que salir a los pasillos para captar gente, para que viera y degustara nuestros vinos. Nadie tenía interés, y más: mucha gente ni sabía que Argentina producía vinos. Recuerdo una feria de consumidores, en Irlanda, en 1994. La diferencia con las anteriores, que son más comerciales, más trade, es que esta era de personas comunes. La cuestión es que la pregunta más frecuente que me hicieron allí fue: “¿Hace mucho que Argentina produce vinos?”. Para mí fue un shock, ya que iba con la idea que nuestro país era el quinto productor mundial, o lo había sido en su momento, y que teníamos un alto consumo per cápita, noventa litros por año. Resultado: en la visión externa nada de esto era evidente. Y nos preguntaban como si fuéramos un país nuevo en la producción. Y, la verdad, que la visión era lógica: no existíamos. Las ventas de vino y de productos vitivinícolas de Argentina al mundo, en 1990, fueron de quince millones de dólares. Quiero decir: no había siquiera una política de ventas. El mayor shock de todo esto era mi sensación de estar viviendo un mundo completamente desconocido.
- Es bueno recordarlo para disfrutar el actual momento, entonces.
- Trabajamos mucho, sí. Pasaron muchas cosas. Y hoy se conoce a la Argentina por sus vinos. Y no digo que estemos en el conocimiento de un nivel donde realmente nos deberían conocer. Hay un trabajo enorme para hacer en el futuro. Pero de todas maneras el avance que hemos tenido en estos últimos 15 años ha sido increíble.
- Llegó a ser el mayor exportador de vinos a Inglaterra.
- Sí, pero ya no lo somos. Fuimos los mayores y por razones del mercado inglés, básicamente las fuertes presiones de los hiper mercados para promover productos a precios muy bajos, fuimos cediendo terreno. Es cierto que hicimos punta, exportamos, pero en los últimos años bajamos nuestro volumen de exportación a la vista de que el mercado se enfocó mucho en precio y oferta, y nuestra política hoy es la construcción de marca, un proceso de largo plazo.
- Digamos que esta es la consecuencia de haber plantado la bandera.
- Así es. Ya con un lugar en las góndolas. Y ya con una visión distinta: Argentina, hoy, para consolidar su participación en el mundo, necesita desarrollar marcas que identifiquen al país.
- ¿Cuál es la mejor feria de vinos en el mundo?
- A nivel mundial es Vinexpo. Es una feria que se hace cada dos años en Bordeaux. No puedo decir lo mismo de la Vinexpo que se hace fuera de Francia. La francesa es de carácter eminentemente internacional, donde todos los países productores participan. Y donde todos los compradores, tanto los de América Latina, como los de Europa, como de Asia, están ahí. Es una feria donde uno puede encontrar, durante una semana, al mundo del vino reunido. Hay otras también interesantes, como la de Alemania o la London Wines, pero el carácter de Vinexpo es único. Y hasta el momento no ha sido superado por ninguna otra. Fue a la primera feria que asistí: y aún cuando uno intuía que había un mundo enorme para el vino ni siquiera el cálculo más generoso se aproximaba a lo que realmente asistí. Y hay algo interesante: si bien en los países productores el consumo ha bajado, lo que es lógico porque la gente bebe vinos de mayor calidad, en los países no productores, el consumo está subiendo. Y en las ferias internacionales la presencia de compradores de este grupo de países es clave. La gente está incorporando al vino en su día a día.
- El caso de Brasil es paradigmático.
- Sí. De la misma manera que en Europa. Inglaterra, que hasta hace algunos años marcaba dos litros por capita al año, hoy está en dieciocho. O Dinamarca, que ya está en treinta y cinco litros y no produce ninguna clase de vino. El vino está pasando por un buen momento en general. Y nosotros cada vez somos más parte de este mundo y esa tendencia. También hemos recibido una fuerte ola de inversores de afuera. Y esto es muy interesante porque marca algo importante: los que han venido a invertir están en condiciones de hacerlo en cualquier parte del mundo, incluso en países con economías y sistemas más seguros. Y sin embargo han elegido Argentina, Mendoza. Esto marca el potencial cualitativo de nuestra región. Reunimos cosas que son muy buenas: primero, la tradición de los inmigrantes que llegaron hace muchísimos años y trajeron la vitivinicultura consigo y el hábito del consumo. Eso nos hace parte del Viejo Mundo. Pero si lo vemos desde el punto de vista de la enología actual, tenemos la libertad de cultivar las variedades que queremos, en las zonas que queremos, lo que nos asemeja a los productores del Nuevo Mundo. Entonces somos una mezcla de tradición y modernidad.
- Esta dimensión descripta, ¿es verdaderamente capitalizada en nuestro país?
- Creo que sí. El hecho de que Argentina, después de un gran crecimiento como el del año pasado, en volumen el 20 por ciento de la producción se exportó y el resto se destinó al mercado interno, nos habla de un mercado mucho más estable. Mucho más que países como Chile, Australia o Sudáfrica, que dependen casi exclusivamente de la exportación. Es el propio mercado el que permite lo que Argentina está haciendo: no sólo desarrollar vinos competitivos, no sólo a nivel de precios para el mercado internacional, sino desarrollar vinos en todos los niveles de calidad. Y eso es porque tenemos un gran mercado propio, que absorbe y que nos permite ir bancando este proceso de desarrollo y crecimiento. Para mí, la posición de Argentina, con un fuerte mercado interno y un mercado externo creciente es una situación ideal.
- No sé si la palabra es rabia o impotencia. Pero, ¿qué siente mientras traza este panorama de la industria y al mismo tiempo esta provincia se exhibe como una de las más violentas e inseguras del país?
- Muchas veces pienso que muchos de estos procesos que estamos viviendo ahora tienen que ver con lo sucedido en el pasado. Cuando hablo de la década del ochenta y pienso que en diez años la vitivinicultura erradicó cien mil hectáreas de viñedo… y pienso que en ese proceso hubo un éxodo del campo a la ciudad, y si uno piensa que en ese proceso hubo maniobras, como las del Grupo Greco, que le costaron a esta actividad muchísimo, no sólo en dinero sino a la gente que perdió sus trabajos… Por eso siento que la vitivinicultura tiene una deuda porque lo que pasó en aquel momento trastornó la sociedad. Y no me olvido que en 1985 se produjo un terremoto, y con ello una gran política de construcción de viviendas, formándose un cinturón alrededor de Mendoza con gente que no tenía trabajo y había perdido su red de contención social… Bueno, hoy estamos pagando el precio de parte de aquellas cosas. Los procesos sociales no son procesos del último día ni del último año. Acá hay veinte años que nos separan de aquella construcción de viviendas sin una política ni de urbanización ni menos de apoyo y asistencia social.
- ¿Cómo se hace para cambiar este estado de cosas, tan dual, más equilibrado en todas sus variables?
- Revertir esta situación significa planificar y ejecutar políticas de largo plazo. Creo que así como la vitivinicultura, en aquel momento, no pudo dar respuestas a una sociedad en un momento dado, e incluso se producían vinos que el mercado no quería, y eso produjo un achicamiento tremendo del sector, hoy está aportando a la sociedad: empleo en el área propia de la agricultura, empleo en el área de las bodegas, ya que todos los vinos que se elaboran se embotellan en la región. Usted recuerda que antes el vino se trasladaba en ferrocarril hasta Buenos Aires y allí se embotellaba. Un disparate. Hoy, en cambio, hay un valor agregado que dejamos en cada botella que sale de esta región. Y además hemos incorporado otros sectores, como el turismo, que son movilizadoras de un número muy importante de personas. La vitivinicultura tiene la capacidad de generar actividad e incluir a las personas en el proceso económico y social.
- ¿Y de la inseguridad?
- Hay que verlo en el marco de la educación y la organización social. No creo que esto se pueda resolver militarizando la sociedad o viviendo todo el mundo encerrado. Hay que pensar en un proceso en serio de educación e inclusión social. Humildemente desde la vitivinicultura lo estamos haciendo. Y parte de esto es el plan estratégico del sector hasta el 2020, establecido por ley nacional, donde los actores de la vitivinicultura financiamos el desarrollo del mismo, con un aporte obligatorio también establecido por ley, administrado por un ente público no estatal, como lo es la Corporación Vitivinícola Argentina. También tenemos al Fondo, que hace la promoción del vino en el mercado interno. Tenemos otro organismo que hace la promoción en el exterior, Vinos de Argentina. Es decir que estamos desarrollando nuestras propias instituciones y estamos aportando al cumplimiento de un plan estratégico de largo plazo. Es un hecho inédito en la sociedad argentina y también en Mendoza. Con esto estamos reparando acciones individuales que no nos dieron resultados. Creo que en la medida que otras actividades asuman este camino, asociado con otras acciones, se podría dar más prosperidad y calidad de vida a la gente de nuestra región.
- ¿Ha visto a las candidatas vendimiales? ¿Cuál es su preferida?
- (Risas). Son todas lindas. No puedo opinar. Y menos anticipar (más risas). No he hecho mi propio juicio. Aparte creo que para los jurados de la elección la responsabilidad es grande. No sólo tienen que elegir belleza. La mujer mendocina, la Reina de la Vendimia, que es símbolo de nuestras mujeres, debe representar algo más que una cara bonita. La mujer mendocina es una mujer que acompaña en el trabajo y que tiene un rol protagónico: en todas las actividades del viñedo la mujer está presente. En las cosechas, en las bodegas, en las áreas de turismo. Creo que en esto de la Fiesta de la Vendimia hay que revalorizar los contenidos. No es sólo una fiesta de luces y colores, sino que trasunta un contenido y una participación popular enorme. Y en las reinas la cuestión de no sólo elegir en base a la belleza, sino a una verdadera representación de lo que es la mujer mendocina.
- O sea: no confesará su candidata
- (Risas) Imposible. Has fracasado en esa pregunta (más risas).
- Por suerte en las anteriores no tanto. La última se relaciona con la responsabilidad de distribución de los vinos de Joan Manuel Serrat aquí en Argentina. ¿Será que usted ya está preparando una gira como cantante por España?
- (Carcajadas) No, no, no. En esta vida, por lo menos no. Hablando en serio le digo que con Serrat comenzamos un proyecto que teníamos pensado hace tiempo, que era importar algunos vinos. Y nosotros creemos que el vino es la gente. Y nos propusimos vincularnos con gente a la que nos une formas de ver la vida. Y en este caso se dio una relación con Serrat, a quien apreciamos enormemente. Nos sentimos identificados en muchos aspectos. Es política de nuestra empresa trabajar con gente con nuestros mismos valores y enfoques. Para nosotros, y si bien es un negocio, el vino incluye mucho más que un negocio. Es una forma de vivir.
- Los dejamos tranquilos a los españoles, entonces: se confirma que usted no va a cantar…
- (Riéndose) Que se queden tranquilos, que no van a sufrir (risas finales).
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