"Hay una visión demasiado economicista del progreso"



Reportaje con Monseñor Arancibia

Por Mauricio Runno



Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (1966) y Doctor en Teología (especialidad Moral) por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma (1969), llegó a Mendoza hace 16 años. Y es arzobispo desde hace 12. Su imagen, a causa de la televisión, lo ha hecho muy conocido. José María Arancibia es, también, un viajero infatigable, debido a sus ocupaciones y responsabilidades. Y un continuo estudioso.
Sus palabras conservan un tono de tranquilidad, muy acorde para la tarde de Bermejo. Allí sucedió esta entrevista, surcando la arboleda del carril Mathus Hoyos, en donde se encuentra el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Rosario. No hay tema sobre el cual no tenga opinión formada. Y cuando eso sucede, cualquiera sea la profesión o la vocación, existen dos posibilidades: se está frente a un parlanchín o a alguien que piensa.
Monseñor Arancibia ríe varias veces durante la entrevista, enfatiza, aclara y propone pensar otros tantos temas. Hace algunas semanas dijo: “Desde la fe en Cristo se perciben muchas carencias y miserias del momento actual. Pero un predicador del Evangelio, un pastor del pueblo, no sólo denuncia esas realidades, sino que por encima de todo suscita la fe y la esperanza en los corazones, sabiendo que desde allí puede provocar un cambio profundo, auténtico y duradero”.- Quería felicitarlo por su cumpleaños, el número 71.- Así es. Queriendo que nadie se entere (ríe). Pero cuando estamos en estos puestos es más fácil que la gente se entere. Y a nosotros nos toca mantener estos oficios más tarde que otras profesiones u otros dirigentes.
- De modo que le restan cuatro años de vida productiva.
- Nuestro límite es de 75 años. Claro que si llegamos a esa edad y estamos bien. Sino debemos renunciar antes o somos reemplazados.
- Nació en Buenos Aires y luego de niño se radicó en Córdoba, con su familia.
- En realidad mis padres son de Santa Fe. Cuando se casaron empezaron a trotamundos, como se dice…
- Como usted también lo ha hecho. Ha sido bastante nómada.
- (Sonríe) Ellos, mis padres, quisieron mejorar su situación, porque no tenían estudio. Entonces mi padre trabajaba en una empresa que trasladaba mucho a su personal. Y en esos cambios fue hasta Buenos Aires. Pero después se radicaron en Córdoba y ahí hemos estado todo el tiempo. Allí hice mi escuela secundaria y los estudios sacerdotales. Y fui sacerdote en Córdoba veinticinco años. Me siento cordobés porque me he criado y educado allí.
- Luego de ordenarse como sacerdote prosiguió sus estudios en Roma. Allí realizó un doctorado. ¿Cuál fue su tésis?
- La hice en una materia muy eclesiástica. Y trata sobre la vida del clero durante algunos años muy difíciles. La vida de algunos dirigentes eclesiásticos, durante las épocas del siglo XII y XIII, instancia en que la Iglesia emprendió una de las tantas reformas que ha tenido que hacer para encaminarse o encontrar el mejor cauce de su vida y su actividad. La gente que no conoce la historia a veces ignora que la Iglesia es una institución humana y divina al mismo tiempo, y que ha tenido que repasar y buscar su camino en momentos muy difíciles, cruciales y críticos.
- Las Cruzadas de los siglos XII y XIII son más que un ejemplo.
- Claro. En mis tiempos en Roma los profesores orientaban las tésis hacia campos no estudiados, o autores desconocidos, así como territorios donde no se habían hecho estudios sobre lo que había sucedido.
- Imagino que tuvo posibilidad de acceder a bibliotecas fabulosas.
- Bueno, en aquel tiempo en que no teníamos ni Internet ni computadoras. Y el trabajo de doctorado se realizaba en las bibliotecas. Roma tiene bibliotecas muy buenas para todo lo concerniente a la Historia de la Iglesia, Teología, Pensamiento Cristiano. Me refiero a bibliotecas muy antiguas y prestigiosas, donde trabajábamos de ocho o diez horas diarias. Y copiando a mano, porque no teníamos computadoras ni se podía escribir a máquina en la biblioteca. Era muy común, tanto en estudiantes laicos como eclesiásticos, trabajar en esos ámbitos. Y era muy interesante porque daba una disciplina de estudio.- ¿Y accedió a la más que mítica Biblioteca del Vaticano?- Sí. No me hizo falta para completar el doctorado. Pero después yo hice un estudio de investigación, años más tarde, estando en Córdoba, y ahí sí recurrí. Estuve en Sevilla, en la Biblioteca de Indias, y en la del Vaticano. Buscábamos las primeras reglamentaciones que daban a los sacerdotes, aquí en América, para el tratamiento con los indios. Una cosa muy interesante.
- Se está refiriendo al 1500…
- Sí, y también principios del 1600. Córdoba y Santiago del Estero fueron dos ciudades donde trabajó el primer obispo que tuvo Argentina. Y una de las grandes preocupaciones que tenían era la forma de catequizar a los indios, y qué tipo de vida llevaban los indios en ese tiempo. Los obispos hicieron reglamentaciones muy interesantes donde dejaron escrito cómo tratar a los indios, cómo preservar su vida en familia, cómo evitar que hicieran trabajos de esclavos, cómo catequizarlos, cómo conocer las lenguas en las que hablaban.
- Un caso similar al que sucedió con la primera misión religiosa en Mendoza al momento de fundarse la ciudad.
- Claro. Mendoza se funda más o menos en la misma época, en 1561. Sucede que en toda esa época, del siglo XVI al XVII, Mendoza estaba unida a Santiago de Chile. Y a lo que me refiero, esta serie de reglamentaciones y ordenanzas, tenía vigencia desde Córdoba hacia el norte. Mendoza estaba separada de Córdoba y de Buenos Aires, y unida a la Capitanía General de Chile. Por eso es que yo no conocía esta región: la historia mendocina y Mendoza he venido a conocerla cuando me trajeron aquí. Estoy convencido que para servir a un pueblo hay que conocer un poco su historia. O sea que mi pasión por conocer la historia de Córdoba se trasladó, yo ya siendo mayor, a conocer la realidad mendocina. La historia también indica un poco el talante del pueblo y sus características. Y en la medida que puedo siempre observo, pienso y pregunto por la realidad de esta tierra.
- Justo usted, un pastor nómada, vino a parar a un pueblo sedentario.
- (Ríe) Sí, pero me tocan los quince departamentos, menos los tres del Sur. Y la manera de realizar mi tarea es andar, conocer, instalarme en algún lugar, escuchar a la gente. Cada año programo varios días, y a veces hasta semanas enteras, fuera de la ciudad, para poder hacer mi trabajo.
- En las dos últimas décadas ha ocupado roles diferentes en la Conferencia Episcopal Argentina. Sin embargo su actual función es estratégica, ya que es el encargado del Consejo de Asuntos Económicos.
- Así es, pero por unos pocos meses más.
- ¿Hace tres años que está al frente de esa comisión?
- No, hace más. Porque éste es mi segundo período. Nosotros asumimos las tareas por trienios. No lo de las diócesis, que nos las da el Papa. Pero sí esto de las organizaciones internas de la Iglesia argentina. Y no podemos ser reelegidos más que una sola vez. Por lo cual he asumido este compromiso desde 2002. Y en noviembre próximo se realiza una nueva asamblea para elegir sus miembros.
- La Episcopal ¿es la voz de la iglesia en el país?
- Es la asamblea que agrupa a todos los obispos católicos de la Argentina. Somos unos ochenta en actividad y otros veinte jubilados.
- De lo que se desprende la importancia de esta organización respecto a sus opiniones, decisiones, documentos…
- A ver… para no darle una trascendencia excesiva. Mi lugar allí no significa que yo manejo la economía de todas las diócesis del país. Solo tengo una competencia reducida, ya que las diócesis son autónomas en su funcionamiento económico. Cada obispo sólo le da cuenta al Papa. Pero desde hace unos cincuenta, sesenta años, los obispos nos ayudamos mucho entre nosotros con instancias de servicio, diálogo, discusión, intercambio de experiencias.
- Usted ha dado una gran batalla en la comisión que preside. Viene insistiendo en lograr la autosustentabilidad de la Iglesia en el país.
- Es un trabajo que hemos hecho con mucha conciencia. Y he seguido lo que comenzó otro obispo, ahora jubilado, y que fue obispo de Resistencia (Chaco). He continuado esta idea que me parece muy interesante. Y en eso estamos. Y cada año se suscitan discusiones y opiniones al respecto. Queremos que el pueblo argentino sea un poco más conciente, o mucho más, de que debe sostener a su Iglesia. En Argentina nunca se logró conseguir esa firme conciencia.
- Me gustaría retomar sus acciones dentro de la Episcopal. Ha presentado planes, proyectos y conceptos acerca de la administración económica que tienen a profesionalizar la administración.
- En eso estamos, sí.
- Sin embargo se lo acusa de lento.
- Sí. No sé si dicen que es lento porque yo lo dirijo o es lento porque, en sí mismo, el proceso lo requiere. Yo no sé calificarme a mí de lento o de rápido. Sí hay que reconocer, y en eso estamos todos de acuerdo, que esto significa un cambio de mentalidad en la Argentina. Y como esta profesionalización requiere ése tipo de cambio no se hace sólo por un decreto, o por una rápida organización pensada, o por un mandato. Los cambios de mentalidad requieren un proceso. Y esos procesos de las comunidades por lo general son lentos.
- ¿Usted está en la vanguardia de esta idea?
- Sí, en el sentido que quiero un pueblo más activo, responsable y participativo. De una Iglesia moderna que sabe contar con sus laicos y con sus confesionales para pensar y administrar sus recursos. No creo que sea revolucionario ni pienso en cambios drásticos. Por otra parte esta no es una idea original mía. Los contactos que he tenido con otros países me confirman que ellos están en el mismo tren. He visitado otros países, hemos hecho congresos, el año pasado participamos de un encuentro de todas las iglesias del Cono Sur, también de los países bolivarianos. He visitado España, Italia, donde he preguntado cómo están las cosas. Por lo cual este proceso que usted menciona, y del cual me siento parte, no es original de Argentina. Chile mismo, por ejemplo, tiene un programa en la administración que llevó muchos años de batalla, justamente para lograr este cambio de mentalidad.
- Cuando nos referimos al proceso, hablamos de optimizar los recursos, ajustar los déficits…
- Sí, pero primero conseguir los recursos ¿no? Porque la idea de que el Estado sostiene a la Iglesia argentina, que es muy divulgada, o la idea de que la Iglesia argentina es tan rica que no necesita que le den un peso, son ideas equivocadas. Y que son precisamente las ideas que requieren un cambio. No es cierto que la Iglesia argentina sea rica. No es cierto que la sostenga el Estado. Tampoco es cierto que la sostenga el Vaticano. Esas ideas proceden de un equívoco.
- ¿Son fantasías?
- Una fantasía o un error.
- Lo que se sabe es que la Iglesia recibe poco más de 18 millones de pesos anuales.
- Exacto. Ese es el presupuesto estipulado para el 2008.
- Y usted aseguró que esta partida apenas representa el 7 % del presupuesto de la Iglesia en todo el país.
- Exactamente.
- Si uno debiera ser frío en el cálculo diría que el aporte es mínimo.
- Por eso cuando nos preguntan ¿la Iglesia quiere auto-sostenerse? Yo contesto: sustancialmente está auto-sostenida. O cuando dicen: quiere liberarse del Estado. Yo digo: no está sometida. No es que si el Estado le quita el aporte la Iglesia no va a tener con qué sostenerse. Va a carecer de este porcentaje, que en este momento necesita. La mayoría de las diócesis argentinas están necesitando este aporte. Sino lo tuvieran habrían inconvenientes.
- Los críticos de este aporte del Estado subrayan que no se cuantifica el beneficio que la iglesia recibe por exención impositiva y por los subsidios a la educación.
- En este 0,001 % del presupuesto nacional están contando los 18 millones que usted mencionó y no los aportes indirectos que usted también menciona. Pero en este capítulo, el de la educación, la iglesia está prestando un servicio al pueblo que va más allá del servicio religioso. Por lo tanto el Estado no apoya un servicio religioso. Por otro lado, el subsidio es el mismo que reciben las escuelas fundadas por asociaciones de padres o por iglesias evangélicas. No es un privilegio de la iglesia católica. Aquí mismo, en Mendoza, hay escuelas que reciben subsidios del Estado y no son confesionales. Por lo tanto, lo que el Estado está haciendo es dejarse ayudar para educar. Porque si todas las escuelas privadas, en estos momentos, se cerrasen, el Estado tampoco podría absorber la matrícula. Es verdad que la educación privada ofrece un ideario. Cuando una escuela católica o evangélica o judía educa, educa en todo lo humanamente necesario, y también ofrece un ideario. Las opiniones contrarias las conozco. Ojalá pudiéramos discutirlas libre y abiertamente. Porque a veces también están como entrelazadas con (piensa) opiniones incompletas o erróneas.
- ¿O interesadas?
- O interesadas, sí. Es interesante saber por dónde vienen. Por ejemplo: los que tienen una postura laica, absoluta, que piensan un Estado absolutamente laico, en donde el Estado no tiene nada que ver con lo religioso…
- Como sucede en México o en Uruguay…
- Claro. Quizá los que sostienen estas posturas olvidan que la religión es un valor del pueblo. Así como cuando un pueblo piensa en cómo gastar su dinero, no piensa sólo en rutas, transporte, alimentos o salud. También piensa en el arte, en la cultura, el turismo o el deporte. Y no está mal que piense también en la religión. Cuando el Estado reparte los bienes que tiene, los recursos, tomados por lo general del pueblo, o los bienes naturales, para promover al bien común, no solamente piensa en cosas materiales. ¿Por qué un Estado tiene museos? ¿Por qué conserva su patrimonio? ¿Por qué tiene monumentos o música propia? ¿Por qué fomenta el deporte? ¿Por qué no se deja todo eso únicamente a la iniciativa privada? Porque sabe que son bienes que hacen a la cultura, al bienestar del pueblo. ¿Y por qué no la religión?
- ¿No habría que completar el concepto de subsidios del Estado respetando también la diversidad?
- Eso sí, eso sí. Nosotros no pedimos que el Estado fomente exclusivamente la religión católica. Históricamente ha sido así. Cuando se hizo la Constitución los no católicos eran una minoría mucho más chica y menos plural que la de hoy. Si el Estado quisiera ayudar, y como de hecho algunas ayudas presta a otras religiones, no nos negaríamos. Aceptamos la pluralidad religiosa argentina. Y con muchísimo respeto. Por lo tanto, si en un régimen nuevo, el Estado quisiera contribuir proporcionalmente al bien de los valores religiosos presentes en otras religiones, lo aceptaríamos con gusto.
- Me cuesta pensar la practicidad. ¿Habría que hacer un padrón de fieles?
- No sería complicado si los censos nacionales no negaran la pertenencia o excluyeran la pertenencia religiosa. Lamentablemente el último censo excluyó esta categoría. No estaría mal que los censos midieran esto.
- ¿Nos encontraríamos con sorpresas, en caso de medir la pertenencia a un culto?
- Estoy seguro que sí. Y lo reconocemos de forma abierta: mucha gente católica ha dejado de serlo. Lo sabemos aún antes de cualquier estadística precisa. Porque, además, hay ciertas mediciones.
- Es una valentía poner a consideración la pertenencia religiosa.
- Es la verdad. Y tenemos que ser valientes. Y sinceros, sobre todo. Yo cuando era chico podría haber dicho que el 93 o 94 % de los argentinos eran católicos. Hoy no podría decirlo, aún antes de tener una estadística actualizada.
- ¿Cuál es el porcentaje que usted estima hoy?
- La estimación es del 85 %, pero es una estimación, nada más. Si hubiera un sondeo o un censo propiamente tendríamos la cifra exacta. Y esa cifra nos haría pensar, no nos asustaría. No somos insensibles al hecho de que algunos católicos hayan dejado de serlo. Sería tonto negarlo u ocultarlo. Por otra parte es un fenómeno mundial. Si la encuesta se hace en España o en Francia, también los últimos veinte años han mostrado un cambio.
- En la última Semana Santa celebró una misa en el Hospital Central. Allí se hizo una pregunta, que se la traslado: “¿Puede Jesús intervenir en nuestra vida cotidiana, llena de tanta miseria”?
- Jesús no se aparta de nuestra miseria. Jesús no está donde hay bienestar. La respuesta del mismo Jesús es: “No he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores”. Y la propuesta de él, con aquella imagen tan simbólica, es que tenemos que salir a buscar a aquella oveja perdida, no la que está en el corral. Y donde han miseria, enfermedad y pecado Jesús quiere estar. No por nada el Evangelio, cuando presenta el premio y el castigo, dice: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste, estuve en la cárcel y viniste a verme”. Esto es un mensaje elemental del cristianismo.- En septiembre pasado, el Secretariado Nacional para la Familia, sostuvo, a propósito de las iniciativas para legalizar el aborto: “La vida es un bien jurídico por excelencia, base de todos los derechos humanos”.
- Dos preguntas: ¿es válido que desde la Iglesia se hable de derechos humanos, con tanta ligereza, teniendo en cuenta algunas aberraciones cometidas en años recientes, durante la dictadura, para ser más directo?
- La Iglesia habla en base a su doctrina, a su historia, y si tiene que reconocer sus errores, los reconoce. Los errores que realmente haya cometido y no todos los que le endilgan. Pero si hay una institución que ha hecho su mea culpa en la Argentina es la Iglesia. Lo que dijimos en el 2002 creo que no lo dijo ninguna institución. Ni la política, ni los partidos, ni los gobiernos, ni los investigadores. O sea: la iglesia ha reconocido su culpa, poniéndose delante de Dios y de la gente, procurando, sí, de no ser acusada de una manera ideologizada o tendenciosa o injusta. Porque también sabemos que hay gente que quiere acusar a la iglesia con razón o sin ella, con pruebas o sin ellas. No se olvide que el mismo Juan Pablo II retomó el tema de Galileo, el tema de la esclavitud en América. Y lo tomó con audacia, diciendo, sí, hemos colaborado con la esclavitud, eso estuvo mal, estamos arrepentidos. Es verdad que los tiempos condicionan bastante el comportamiento de los hombres. La iglesia, en el tema de los derechos humanos, quiere tener la autoridad que le da fundamentalmente el Evangelio, que confirma la dignidad de lo humano.
- El documento al que se refiere fue sorprendente, impactante y hasta conmovedor. ¿Cree que la autocrítica es un mecanismo efectivo, más aún en épocas en las cuales todos creen tener razón acerca de todo?
- Yo me enorgullezco que la Iglesia, reconociendo su parte humana, sépa plantear la autocrítica, decirlo abiertamente e intentar corregirse. Lo que el Papa ha dicho en Estados Unidos sobre los curas abusadores es un ejemplo palpable de un sufrimiento grande, que le costó a la iglesia parte de su prestigio y su dinero. Eso me enorgullece. Me da un poco de rabia cuando, en razón de errores, presuntos o probados de la Iglesia, quieren acusarla más allá de lo que realmente se puede demostrar. Y si otros no hacen autocrítica lo vivimos como una invitación a invitar. O sea: un llamado para que otros también lo hagan. La autocrítica es una cosa buena. Y los gobiernos, los políticos, deberían tener más.
- Ese es el fondo: la autocrítica para ser mejores.
- No se olvide que Jesús fue aquel que dijo: "El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra". La autocrítica es necesaria. Y la crítica a los demás también tiene que ser medida, prudente.
- ¿Usted habla latín, Monseñor?
- Sí, ahora no hablo de corrido, porque no rezamos. Pero cuando yo era joven lo usábamos mucho más porque había mucha documentación que se escribía en latín para todos los idiomas del mundo.
- Para el mundo occidental el latín era como el inglés actual.
- Sí. Nosotros lo usábamos de esa forma. Una anécdota sobre esto sucedió hace unos cinco años, durante un congreso en Roma. Y los obispos chinos no pudieron asistir, por las dificultades que tiene la iglesia en China, y mandaron un saludo en latín, que nos hizo sonreír a todos, porque nos hizo acordar de nuestra educación de medio siglo atrás.
- ¿Cuál es el propósito de Benedicto XVI en celebrar misas en latín?
- Yo no diría que el Papa quiere reflotar el latín. Y no ha mandado ni obligado a oficiar misa en esa lengua. Sólo ha concedido a que los católicos más tradicionales puedan pedir una misa en latín. También ha dicho que no se pierdan algunos cantos y melodías que se cantaban en latín. Y el motivo es no perder un valor cultural y religioso. Pero de ningún modo estas cosas son impuestas al pueblo. Es interesante saberlo, porque en Mendoza, que es una provincia con algunas corrientes tradicionalistas, no es que sean muchos los que hayan pedido estos servicios. Casi nadie lo ha hecho. Y llevamos varios meses de la promulgación de esta ordenanza del Papa.
- ¿Sería un brete si alguien la pidiese?
- No, no, para mí no. Yo la celebraría mañana mismo. Si hiciera falta, lo haría. Se requieren ciertas condiciones para el pedido de la misa en latín.
- Puede resultar hasta excéntrico.
- Eso es justo lo que no quisiéramos fomentar. El gesto del Papa es un gesto de acercamiento a grupos muy tradicionalistas.
- El año pasado, su diócesis organizó el debate electoral más civilizado, educado, respetuoso y diría maduro de toda la contienda. Ni siquiera la televisión consiguió algo parecido. Por entonces, uno de los candidatos, Jaque, distribuyó folletería de sus ideas, en los que manifestaba una categórica negativa a la despenalización del aborto y a la ley de ligaduras de trompa. ¿Está más que contento con que ese candidato hoy sea el gobernador?
- (Piensa) Bueno, la pregunta tiene algo de irónico, de capcioso.- ¿Por qué?- Yo no califico al gobernador sólo por un pensamiento o por una postura. La Iglesia no hizo ningún apoyo a ninguna candidatura. Precisamente para eso organizamos el debate, para conocer las opiniones de los candidatos. Pero es cierto que Jaque presentó en su postura algunos de los planteos y opiniones que la Iglesia católica comparte. Eso sí es verdad. Pero procuramos tener de la política una mirada amplia. Nosotros no aplaudimos sólo a un gobierno que favorece la defensa de la vida, de la concepción. Nos preocupan muchas otras cosas: la educación, la familia, el bienestar social, la honestidad, la lucha por la seguridad.
- De todos modos confiese que se puso contento al enterarse que ganó un hombre que está en consonancia con las posturas de la Iglesia, y no otros candidatos que, en el debate al que nos referimos, mostraron posiciones más ambiguas, o hasta contrarias.
- (Piensa y ríe)
- ¿Le sigue pareciendo capcioso?
- Es capcioso en el sentido que no me siento interpretado en una mirada política estrecha. No soy un hombre de la política, ni un experto en ella, pero la vida me ha enseñado a mirar el comportamiento de los políticos y las ideas de una plataforma en un sentido amplio. La Iglesia ha hablado en contra de la corrupción mil veces. Quiero decir que no hemos levantado la voz sólo para condenar la penalización del aborto. Y hemos levantado la voz también por problemas sociales para combatir la pobreza, de manera insistente. Desde que estoy en Mendoza he pasado por varios gobiernos, los he observado a todos, he procurado criticar o apoyar a todos desde una mirada amplia.
- Justamente una de las mayores críticas es la visión cortoplacista de los responsables políticos.
- Los obispos argentinos reiteradamente, en distintos gobiernos, venimos alertando sobre la necesidad imperiosa de pensar el futuro del país. Insistimos en mirar la Argentina en perspectiva de progreso. Y es parte de nuestros planteos de cara al Bicentenario, ya sea el del 2010 o el del 2016, el del primer gobierno patrio y el de la Independencia. Hemos tenido un congreso de laicos, y a todos ellos los hemos alentado a pensar la Argentina del 2010. Qué país queremos, hacia dónde vamos, cuáles son los carriles e ideales. Y ahí viene la discusión de la educación, del sentido del progreso, el crecimiento del país. Al mismo tiempo hemos criticado una visión demasiado economicista del progreso. El progreso que esté medido solamente por el poder adquisitivo de la gente es un progreso medido parcialmente. Si la gente tiene cada vez más plata, puede comprar cada vez más, si la gente tiene trabajo, cada vez más, pero vivimos peleándonos entre nosotros, no nos entendemos, y las grandes soluciones que necesitamos nos encuentran sin posibilidades de llegar a un acuerdo, el progreso es parcial.
- ¿Si usted no fuera religioso, qué hubiera sido de su vida?
- En la escuela secundaria tenía pasión por las matemáticas, la química, por los experimentos. Si no se me hubiera despertado la vocación de cura probablemente me hubiera encaminado, si mis padres hubieran podido, por esa carrera de Química Industrial, o algo relacionado con la investigación en química. Mi padre hubiera hecho el gran esfuerzo de pagar esos estudios porque el trabajaba en una empresa petrolera. El procedía de una familia española, absolutamente anticlerical, de un odio total a la iglesia. Cuando le dije que yo quería ser cura, me dijo: “Es lo peor que me podía pasar en la vida” (risas).
- Perdimos a un gran ingeniero químico...
- (Risas) Espero, al menos, que haya servido como buen pastor.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Primero; la nota es larga al dope. El curita no aporta mucho. Tibio, como todos los lame sirios. Timorato y leve.
Segundo: no entiendo por que el Sr. Runno borra mis comentarios.
Democracia a la inversa. Esclavos del pensamiento único. Adónde creen que van a llegar así, remolones de la indecencia.

Ernesto Simón
Mauricio ha dicho que…
Cada uno puede opinar a su antojo, de eso se trata convivir, vivir en armonía.
Por lo tanto sus juicios son personales.
Lo que de alguna manera es bastante estúpido de su parte es perder el tiempo, más si considera que este texto es largo.
Habiendo tantas cosas para hacer realmente es increíble que persista en opinar sobre algo de manera tan superficial.

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