"Un buen cuadro político debe saber ganar y perder"

Víctor Fayad, Intendente de Mendoza


Por Mauricio Runno


- La primera sensación, viendo el despacho, es que está muy ligado con la tecnología, muy informatizado.

- Sí, sí.

- Hay una cultura que definitivamente se debe asumir.

- Me resistí mucho a la informática. Lo nuevo, por ser nuevo, no siempre es bueno. Y me resistía porque a mí me gusta más la charla, el contacto. Siempre prioricé la cosa personal. Pero, a los efectos de una mejor gestión, hoy la informatización es clave.

- Incluso hace envíos desde su casilla de correo electrónico. Y hasta descubrí que hay una persona que tiene su nombre y apellido en una red social, Sonico.com

- No soy un capo en la informática, pero me ha ayudado mucho. Empecé usando la herramienta en la Cámara de Diputados de la Nación. Para hacer una ley seria hay que buscar los antecedentes. Y también para ejercer el control constitucional previo. Y también buscar Derecho comparado. Y la informática ha abierto la información del mundo. Si uno busca una ley o una experiencia en cualquier parte seguramente está en Internet.

- ¿Hubo una ley especial de su autoría en que le sirviera esa sistematización de datos?

- Creo que sí, la Ley del 911, por ejemplo. El número de emergencias que se utiliza en todo el país. Esa ley me llevó un año y medio: mucha investigación, estudios, entrevistas, ejecución comparada, cómo se organizaba en otros países. Lamenté mucho que nuestra provincia demorara siete años en adherir a esa ley nacional.

- Lo increíble de su caso es que sus correos electrónicos son públicos, tanto el otorgado como intendente como el privado.

- En mi correo personal tengo 4800 mails.

- ¡¿Sin abrir?!

- No, no. Sin abrir tengo unos 1900. Los fines de semana trato de ponerme al día. Lo que pasa es que yo también tengo servidores contratados con servicios de auditorias de medios. Me llegan noticias ya seleccionadas, la síntesis: en qué medio aparecen, quién lo dijo, a qué hora lo dijo, cómo, etc. Es una forma de estar bien informado, sobre todo en lo que es la problemática municipal. Esa información me llega entera. Después hay recortes sobre lo provincial y lo nacional, que me pre-seleccionan y luego me mandan.

- ¿Es decir que ha dejado casi el hábito de leer en papel?

- Nooo. Tengo bastante papel, todavía. Sigo siendo como “Minguito” (hace aparecer una serie de papeles en distintos colores de varios rincones de su escritorio).

- La municipalidad también parece estar siguiendo ese inevitable camino de la informatización.

- A veces se nos quejan porque aún no tenemos la web del municipio. La estamos preparando. Y desde ya puedo anticipar que será la más completa de Mendoza, de los municipios. Y estamos tratando de informatizar absolutamente todo. Una de mis promesas en la campaña electoral fue que iba acercar la comuna a los ciudadanos, a los vecinos. Y en un mes tendremos en cada gimnasio municipal, distribuidos estratégicamente, centros informáticos, que estarán on line para que la gente concurra allí, para hacer sus trámites. Hasta podrán averiguar el estado y la evolución de un expediente. Me atrevo a decir que, en su tipo, será una de las web más completas de todo el país.

- ¿Estamos hablando de gobierno digital?

- Bueno, ése es el objetivo. Y hacia eso vamos. En esta etapa estaremos on line con todas nuestras reparticiones, como servicios y paseos públicos. Y voy a dar un ejemplo, porque los relevamientos permiten que hasta podamos saber cuántas variedades de fresnos europeos tenemos en la ciudad. Cargar toda esta información nos llevará un tiempo más, una inversión considerable, pero queremos ponernos en punta en este tema.

- Picar en punta parece ser el mito del eterno retorno en sus gestiones.

- En la anterior gestión hicimos este contacto con los vecinos vía telefónica. Se llamaba Control de Gestión y Fonodeuda. Y hoy yo creo que el material crítico más importante de una persona en la vida es el tiempo. Y quiero que nuestros vecinos no lo pierdan. La idea central es llegar a la atención de una ventanilla única, porque con Internet llegaremos a la habilitación de comercios. Y acceder a cualquier tipo de información, incluso el manejo de las cuentas públicas, en cumplimiento de la Ley de Responsabilidad Fiscal.

- Esta metodología propone un cambio formidable en la administración de lo público.

- Gigante. No se ve ahora, pero nosotros sabemos que con el tiempo esto significa un avance importante. Es un sistema basado en la transparencia. A esto le sumamos el sistema de planta única. Todos comparten el mismo espacio: el director, el jefe de departamento, el administrativo, en una misma planta. O sea que se ven entre los mismos empleados y funcionarios: en qué trabajan, quiénes. Y eso es lo que ve el contribuyente que viene a las oficinas.

- ¿Esta idea, en especial, es propia o la observó en algún lugar?

- La he visto algunas veces en Europa y otras en Estados Unidos. Y tuve la idea de hacerlo acá, sobre todo porque el tipo de este edificio fue construido para esas características. Antes que yo llegara hacían módulos, ponían armarios, se encerraban. Y la idea de que los jefes deben estar encerrados a mí me parece una tontera. No hay nada que no se pueda poder hablar a la vista de todos, ya que nosotros no estamos para manejar cosas particulares. Todo esto apunta a recuperar el nivel de excelencia que tuvo la municipalidad hace veinte años. Esto requiere de una inversión y el resultado no se ve en el corto plazo, pero, le aseguro, que la facilidad para los vecinos será una cosa extraordinaria. Y de hecho hemos mejorado en cuanto a la atención, a la disposición, incluso resumiendo el manual de procedimiento, para eliminar la burocracia.

- Usted es un hombre de la política, salido de la más clásica formación de un cuadro. En ese sentido, el influjo de su tío, el ex gobernador Llaver, fue decisivo.

- Para mí fue clave. Me marcó. Yo soy un radical doctrinario, es decir, no por tradición familiar ni por esto ni por lo otro. Antes era muy distinto. Yo a los dieciséis años ya había leído los clásicos de la política: Rosseau, Montesquieu, El contrato social. Incluso ya me adentraba en la lectura del marxismo, que expresaba alguna complejidad…

- ¡Y a esa edad, mucho más!

- Y sí (risas). De cualquier modo siempre tuve mucha facilidad para las materias humanísticas. Era un horror en química, pero mal (risas). Y cuando yo leía esto eran tiempos de militares, por supuesto. Y me convencí del radicalismo. Mi único reparo en incorporarme era, que si bien respetaba mucho la figura de Ricardo Balbín, lo veía como algo anquilosado, poco progresista. Me refiero a los años setenta, donde se respiraban los aires de renovación, el mayo francés, los mismos acontecimientos que estábamos viviendo aquí en el país.

- Usted asistió al momento fundacional de la corriente interna liderada por Raúl Alfonsín.

- Me acuerdo que con Llaver fuimos a Rosario, que fue donde se lanzó Renovación y Cambio. Acá yo ya había estado con Alfonsín. Llaver me entusiasmó mucho y es cierto que Alfonsín me impresionó muy bien.

- ¿Cómo era exactamente el parentesco con Llaver?

- No sólo que era primo hermano de mi padre, sino que parte de sus estudios, en el Colegio Nacional, los hizo viviendo en la casa de mis abuelos, en la calle Gutiérrez, ya que él era de San Martín. De modo que convivió con mi padre muchos años. Llaver nos formó y siempre me tuvo mucho tiempo cerca de él. Aún siendo concejal, presidente del Concejo Deliberante de la ciudad, Llaver me llamaba muchas veces para que le ayudara desde la gobernación.

- ¿En el cuarto piso de la Casa de Gobierno?

- Sí, sí. Lo hacía sin cargo ni nada. Y me distinguió dándome una oficina al lado de la suya. Me hacía participar de las reuniones de gabinete, donde yo no hablaba: sólo oía. Y me llevaba con él en sus viajes para aprender. Hace muchos años, cuando armábamos Renovación y Cambio, viajamos como once horas, a Malargue, en pleno julio, en un micro de la TAC. Llegamos allá, para una reunión, en la que habían 11 o 12 personas. Hacía la misma cantidad de grados bajo cero afuera (sonríe). Es claro que vengo de la militancia política.

- También como ellos egresó del Colegio Nacional.

- Si bien hice algún tiempo en el Liceo, terminé ahí, sí. Fui secretario general del centro de estudiantes. Era el único radical. Había dos peronistas de izquierda, uno del PC, otro socialista. Siempre me reconocieron algunas virtudes y condiciones, estimo (ríe). Es que la política me atrapó de muy chico.

- ¿No hay posibilidades que algo o alguien lo saque de la política? Ni siquiera su salud lo ha conseguido, por el momento.

- (Ríe) A pesar de las adversidades propias de la vida, más las dificultades con la salud que he tenido, jamás dejé de hacer política. Soy un animal político. A veces con cargo, a veces sin él, o a veces con lo que se supone que es de mayor o menor jerarquía.

- Su ascenso a lo público fue vertiginoso.

- Irrumpimos muy fuerte, sí. Tengamos en cuenta que yo fui intendente a los 31 años. Es una edad que siempre es poco para cualquier cosa, ¿no? (risas). Incluso fui candidato a gobernador a los 34, 35 años. Si hubiera ganado hubiera sido, después de Lencinas, uno de los gobernadores más jóvenes en la historia de Mendoza. Y para ser franco yo creo que ya a esa edad estaba preparado para esa función. Soy un estudioso, siempre lo he sido, de distintos temas. Aún hoy tengo más de veinte libros empezados, de distintas cosas. Novelas, economía, política. Debo haber sido uno de los pocos que estudió para ser gobernador. Me preparé y dos veces. Y las dos perdí: una elección por más votos, la otra por muy poquitos. Pero, bueno, son las cosas de la vida. Ahora, el que es un buen cuadro político tiene que saber ganar y perder.

- Lo cierto es que morirá haciendo política.

- Y a esta altura… me moriré haciendo política. Quizá no la misma política, otra. Pero toco madera por si alguna limitación física me restringiera en mi actividad. Pero en virtud de esta pasión por la política he sido legislador y he tenido cargo ejecutivo. A esta altura es lo que mejor me podría haber pasado. Me quedaron muchas cosas pendientes. Yo fui candidato a gobernador en el 91 por una necesidad política del partido. Y sentí la obligación de hacerlo al ser el mejor radical posicionado, aunque después en las elección no fue tan así. Y yo no quiero que me queden cosas pendientes en la vida. Quiero hacerlas todas: en el plano político, en lo profesional y en lo personal. Por eso voy saldando cosas. Y en las circunstancias familiares (pausa). No es fácil quedarse a cargo de tres adolescentes…

- Le confieso que esa era la primera pregunta que tenía. Me pareció un poco violento empezar de ese modo el reportaje. Quería destacar que al fallecer su esposa recibió mucho apoyo y cariño, como pocas veces se ha visto en un político en los últimos tiempos.

- (Pausa) Llegué hasta acá casi sin campaña, con mucho esfuerzo, pocos amigos, con nada de plata, caminando. No hicimos publicidad en los diarios, sí gráfica. Sólo ocho avisos para televisión, que pudimos sacar con ayuda de algunos amigos (pausa). Hace como tres o cuatro años dije que quería volver a ser intendente. Si bien había dicho alguna vez que si bien la primaria era donde mejor la había pasado, pero que no la iba a hacer dos veces, también hice una salvedad: si veía que el radicalismo podía perder la intendencia de Capital me presentaba. Entonces hace algunos años, un día volví a mi casa, y mi esposa Marcela me preguntó: “¿Negrito, qué es eso que me dicen que querés volver a ser intendente?”. Ella me lo preguntó ya sabiendo de su terminalidad. Le pregunté lo que opinaba. Y me dijo: “Siiiiii. Dale, si es lo tuyo. Es lo que a vos te gusta”. Eso me dio mucha fuerza, pese a los problemas de salud también propios: tengo dos infartos, cuatro by-pass. La Raquel Blas dice que me anda mal el marcapasos (risas). Pero yo no tengo ninguno, sí dos prótesis en la cadera… Son cosas de la vida. Tengo una gran fe en Dios (silencio prolongado). Cuando a uno le va mal, mal… vuelve a la fe. Vuelve a la fe (repite). Soy muy, muy creyente. Respeto a todos, así como todos tenemos un Dios. Que no esperen estar ahí, muriéndose, para creer en Dios.

- Y se largó a una nueva campaña, entonces.

- Me entusiasmé, armé un lindo equipo, convoqué a gente de otros partidos, a gente que había trabajado conmigo y que era del partido.

- Todo esto lo hizo no sé si en un silencio, pero sí en un bajo perfil llamativo. Porque cuando todos estaban discutiendo y tirándose de los pelos, usted ya era intendente.

- Sí, pero no fue tan fácil. Costó mucho. Hasta me dieron la espalda mis propios correligionarios. O sea, la dirigencia, no los dirigentes intermedios ni las bases. Usaron el tema del apoyo de Carrió, pero la verdad es que ellos no querían que yo tuviera espacio político. Ya me daban por muerto. Y a todos los que me trataron de desplazar alguna vez les dije: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Y se los demostré: sin nada, y la gente lo sabe, les saqué más de 21 puntos.

- Quería preguntarle….

- (Se adelanta) ¿Querés volver a lo de la familia?

- No, no era el caso.

- Te digo algo: si alguien puede criar tres adolescentes, más o menos bien, como lo estoy haciendo yo hace dos años, más el año de enfermedad de mi mujer, está capacitado, no para gobernar la ciudad; está capacitado para gobernar el mundo (ríe). Ahí es cuando se valora lo importante que son las mujeres en el hogar. Yo he descubierto cosas del hogar recién a esta altura. Mi mujer siempre se ocupaba de todo. Pero, bueno, siempre se aprende. Siempre fui un chico bastante completo, ya de estudiante, cuando aprendí a lavar, planchar, coser, pegar botones, cocinar. Me sé dar maña para todo.

- La pregunta que quería formularle, pensando en la situación del país, y en la perspectiva histórica, es la siguiente: ¿es el radicalismo, finalmente, la garantía democrática de nuestro sistema político?

- ¡Qué pregunta! (piensa). Lo ha sido 117 años. Y ojo que yo no soy de los que creen que si como partido vivimos 100 años vamos a vivir 200. El APRA, hasta que volvió Alan García a la presidencia, estaba a punto de desaparecer. Los partidos viven siempre y cuando se logre mantener vigencia en su propuesta política. ¿Qué pasa con el radicalismo? Le pueden achacar falta de capacidad de gestión, pero nadie, absolutamente nadie, puede cuestionar el apego del radicalismo a la ley, a las libertades individuales. Para nosotros son sagradas. Y siempre que hizo falta República, la Argentina eligió al radicalismo. A veces no lo elige para gobernar, pero sí para controlar. Y además es un partido con una estructura importante, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. Nos irá peor o mejor en las elecciones, pero le hace bien a la democracia. Y este es un país con una tendencia natural al bipartidismo. Cuando surgió una tercera fuerza fue por defección de las dos fuerzas principales, especialmente del radicalismo.

- Las grandes democracias del mundo se asientan en el bipartidismo, aunque asegurando la alternancia.

- Yo soy un bipartidista convencido, aunque soy respetuoso de las terceras fuerzas, que son efímeras. Ahora estoy leyendo “Crítica a las ideologías políticas de la Argentina”, de Juan José Sebrelli. Sebrelli es alguien que viene de la izquierda, del marxismo. Y que ha dado vuelta. Yo no sé si es que va madurando o avejentando y haciéndose conservador de derecha. Pero es un libro que puede ser una ayuda para quienes hoy tenemos que estructurar algo nuevo. Porque es cierto lo que dice Lilita: “Hay un sistema político en la Argentina que está muriendo. Y otro que no alcanza todavía a nacer”. Por lo tanto hay una transición dolorosa que yo aspiro que haya sido la que hemos vivido hasta ahora. Por eso es tan importante que haya pesos y contrapesos.

- Sucede que es muy difícil definir y clasificar al peronismo. Apunto ahí como para empezar a ordenar lo que pareciera siempre un desórden.

- Es un partido que va mutando. Yo a veces los escucho: “No, éstos no son peronistas”. Mire, el peronismo era Perón, era Menem, era Duhalde, es Kirchner. Tiene esa capacidad de mutación, entonces a veces parece que los gobiernos de los otros partidos fueran una transición entre dos gobiernos peronistas. El justicialismo tiene algunos puntos que lo destacan: es un partido que nació en el poder, por lo tanto, cuando no lo tiene, sufre una especie de síndrome de abstinencia. Otra cosa es que al peronismo, el poder, lo disciplina. Al radicalismo, en cambio, ni el poder consigue disciplinarlo (risas). Cuando me piden una definición sintética de los radicales digo: es un liberal y un anarquista conviviendo en una misma mente.

- Dicho eso es inevitable preguntarle por Cobos y su rol parlamentario.

- El tuvo una actitud radical. Puso un límite. Y hay algo que yo no leo en los diarios ni que los analistas políticos dicen: Cobos sacó a la presidenta de un callejón sin salida. Así de claro. Por supuesto que tendrá que pagar su precio político. Ahora cuando se quejan los amigos que algunos los han desplazado de los cargos, bueno, hay que pensar que ellos se subieron a un proyecto, ninguno entró por concurso. Es decir, que nadie diga que hay persecución: ellos creyeron en ese proyecto, mientras que el radicalismo que resistió no creyó nunca.

- Muchos radicales, y ni siquiera por lo bajo, también mastican bronca por haber sido Cobos el que desencadenó una serie de hechos trascendentales, atendiendo a su lealtad en las traiciones.

- Para el radicalismo, traumáticos. Yo en esto he establecido prioridades en mi accionar. A mí principalmente la gente me eligió para que bien administre esta ciudad. Y no para que recupere al radicalismo. Pero nadie que me haya votado, y he contado con voto peronista, socialista, demócrata, no sabe que soy radical. Y resistimos a esa embestida y no nos sumamos al proyecto de la Concertación. Pero mi prioridad es la ciudad. Y le digo más: esta ciudad no va a volver a ser la misma porque advierto que estamos produciendo cambios, no sólo físicos, sino culturales. ¿O se creen que me ha surgido un ataque de derecha cuando quiero que empecemos a respetarnos? Respetar la ley no es ni de izquierda ni derecha. Y hoy, en el país, con la fragilidad y debilidad institucional que se presenta, no hay nada más progresista que ajustarnos a la ley.

- Más aún cuando parecemos esclavos de lo anómalo, lo que parece transgresor.

- Correcto. ¿Se piensan que por más empeño, que por más empleados, que por más camiones, nuevos, propios, o ahora tercerizados, como ocurrirá con el servicio de recolección, se puede tener una ciudad limpia? Pero si 450 mil personas por día tiran mugre en las veredas y las acequias es imposible. Se los digo desde ya. Tenemos que producir un cambio cultural. Estamos a veinticinco años de vida democrática.

- ¿Podría hacer una analogía con la vida de una persona?

- Cuando esta democracia era chiquitita y se golpeaba estaban los carapintadas, las fuerzas armadas aún no se habían sometido al poder político como corresponde, la Tablada, intentos de golpe, la Obediencia Debida, el Punto Final, no nos obedecían ni los exploradores de Don Bosco. Esa fue la primera etapa. Después vivimos la etapa de la adolescencia, donde no se tiene conciencia de nada. Se hace cualquier cosa, cualquier locura.

- ¿El menemato?

- Claro. Pero ahora ya deberíamos entrar en otra etapa: ¡tenemos veinticinco años! Un chico de esa edad ya empieza a tener conciencia. Por eso es importante tomar conciencia para recuperar la civilidad. ¿Qué tiene en la cabeza alguien que tiene su coche con escape libre? ¿Qué siente por el resto de la sociedad? Desprecio. Y eso es porque no lo formaron en la cultura del respeto, por los derechos de los demás y por lo público. Leé cualquier diario de hoy: los actos de vandalismo contra cualquier cosa. Telefónica está por retirar los teléfonos, más allá de que no sean rentables, porque son objetos de robos. Igual que contra las empresas del Estado o las escuelas. ¿Qué tiene en la cabeza alguien que quema un curso? ¿Qué tiene en la cabeza alguien que destruye un indicador de las paradas de colectivos en sistema braile, que es de ayuda para los ciegos? En Chile le dicen los antisociales. Por eso estoy apostando fuerte a la madurez.

- ¿Cómo le fue ayer con la experiencia del paro de los docentes?

- Nos fue horrible. Vinieron por la calle, se desviaron para acá, se acordaron de mí, de mi madre y todo. Pero ¿sabe qué? Yo estoy tratando de crear alternativas de conducta social. Advertimos que hay canales de comunicación que están cerrados. En un sistema democrático, con partidos fuertes, los canalizadores son estas instituciones. Y como la gente no cree en ellos han surgido canales de participación directa. Pero sucede, en una visión sociológica, que Argentina ha perdido la capacidad de resolver conflictos a través de diálogo, o, incluso, de la discusión madura.

- Varios se irán a enojar, pero no es menor que la tinellización de la cultura argentina es preocupante.

- Yo sé que vende mucho la violencia y el sexo. Y ojo que yo no soy un mojigato y me espanto de una cola, un buen busto o una buena boca. El contenido de los medios y principalmente de la televisión… la televisión es un medio, todos coincidimos. Pero ¿para qué? Para comunicar entretenimiento, información y para formar. En Argentina se han incrementado en un tercio, en los últimos cinco años, lo que es una barbaridad, los delitos sexuales. ¿Alguien le prestó atención? Es cierto que estos delitos están provocados por una patología especial, pero, exaltado y proyectado todo el tiempo, todo el tiempo (repite). Midamos el contexto que estamos desarrollando, esa sociedad que estamos prefigurando, porque posiblemente sea diez veces más conflictiva y más violenta de la que estamos viviendo.

- ¿Cuál es uno de los caminos posibles para enfrentar el diagnóstico?

- ¿Analizamos los contenidos de los programas de televisión? No. ¿Jerarquizamos la autoridad de los docentes? No. ¿Tenemos preocupación en serio por la marginalidad, problemática que se aborda mal desde el centro, desde el gobierno y desde la izquierda? Los que se denominan progresistas no tienen propuestas en dos temas, principalmente: la economía y la seguridad. En el mejor de los casos tienen propuestas de distribución. Pero se olvidan que, para que se pueda distribuir riqueza, primero hay que generarla, y para eso tener inversiones, y para que alguien invierta debe haber seguridad jurídica.

- Este teorema, tan básico, ¿también es imposible discutirlo en el país actual?

- Son cuestiones de Estado. Cuando nosotros decimos que tenemos preocupación por la calidad institucional y que la cuestión de la seguridad jurídica es importante, no lo decimos para que cumplan el contrato de alquiler, sino porque la concepción moderna, y te lo dice un socialdemócrata latinoamericano, es que si se cumplen esos requisitos hay inversiones. Y si hay inversiones hay desarrollo. Y si eso existe hay crecimiento. Recién entonces ahí vengan ustedes, reunamos todos y analizamos la política de distribución.

- La última pregunta está fuera de la realidad. Y es un juego que vuelvo a repetir. ¿Si Mendoza, la ciudad, fuera una mujer, cómo sería entonces esa mujer?

- No te lo digo desde la experiencia (ríe). Yo amo a mi ciudad y a mi provincia. Y te voy a contestar así: es lo mismo que cuando me preguntaron como es la política: es la peor de las amantes: vos le das todo y son tan ingratas (risas). ¿Está?

Comentarios

Cara ha dicho que…
Muy buena entrevista Mauricio, felicitaciones, y todo mi apoyo al Viti en su gesta.
Cris ha dicho que…
La gestión del Viti es excelente! Muy linda entrevista

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