Mario Benedetti, entre el cielo y la etnósfera
Dentro de una serie muy interesante de charlas patrocinadas por TED volví a revisar una ponencia del antropólogo Wade Davis. El tiene una enorme obsesión por hacernos conocer la etnósfera, un sistema que define como el conjunto cultural de la diversidad del mundo. Es una de sus máximas preocupaciones alertar sobre la importancia de mantener un friso multilinguístico, amenazado por el poder y el desarrollo.
Wade Davis es una de las estrellas del National Geographic, pero ni siquiera esa herramienta tan prestigiosa ha conseguido aplacar sus estudios ni sus ideas. Una de ellas es la que expone en el video citado:
"Para los que viajamos a los confines del planeta es fácil darse cuenta que estos lugares son el hogar de alguien, representan una parte de la imaginación humana que se remonta al inicio de los tiempos (...) forman parte de la geografía viva de la esperanza".
Hace referencia a su misión en National Geographic, afirmando "que nos damos cuenta que los políticos nunca lograrán nada, pero creemos que los relatos pueden cambiar el mundo". Y culmina su exposición de 22 minutos con la revelación central de la antropología: "este mundo merece existir en diversidad. Podemos encontrar una nueva forma de vida en un mundo verdaderamente multicultural y pluralista donde toda la sabiduría de los pueblos pueda contribuir al bienestar de la humanidad".
Cuando acabé de ver a Davis, sintiendo un regocijo invisible, en el sitio de elespectador.com me entero de la muerte de Mario Benedetti, el poeta uruguayo, que obtuvo el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999), el Premio Iberoamericano José Martí (2001) y el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2005). Arquitecto de una obra más allá de los gustos literarios.
Mi primer recuerdo de Benedetti es el de su aparición en una película de Eliseo Subiela, que, creo, recreaba parte de la vida de Oliverio Girondo, otro poeta del Río de la Plata. Parece no haber relación entre Wade Davis y Mario Benedetti, aunque, para mí gusto, es posible encontrar la misma pasión humanista y mágica en ambos. Si Davis lamenta la pérdida de cientos de idiomas en las últimas cuatro décadas, cada que vez que muere un poeta parece que también lo hacen algunas palabras.
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