Aarón Pavlovsky, uno de los primeros exportadores de vinos argentinos



Pavlovsky llegó a Argentina en 1883 contratado por el gobierno nacional en calidad de ingeniero agrónomo. Y al año siguiente, en febrero, ocupó la dirección, aunque también era profesor, de la Escuela de Agricultura, institución que, por su decisiva influencia, tomó enorme gravitación en la vitivinicultura de Cuyo. Fue la máxima autoridad hasta 1889. Junto con Domingo Barrera, un egresado mendocino, se transformó en un fuerte impulsor en la formación universitaria de las generaciones de agrónomos locales. 
De cualquier modo, Pavlovsky impulsó la máxima especialización, encabezando para tal fin un movimiento por el que se le reclamó a la autoridad estatal la implementación de un sistema de becas para los más avanzados estudiantes mendocinos. Así fue que partieron varios jóvenes hacia los mejores centros de enseñanza de Europa. Su idea no fue descabellada: se trataba de lograr un mosaico homogéneo, tanto en conocimiento y práctica, para que ellos impulsaran una nueva etapa de la industria del vino en el país. 
Pavlovsky, a poco andar, no dudaba en calificar como pésima la calidad del vino que se producía en la región. Es que el ruso venía de formarse en la escuela francesa y su radicación en Mendoza contrariaba la modalidad de entonces: aquí sentó sus reales y se transformó en activo protagonista de la década del 80, que en el país tenía un correlato similar en su plan maestro de progreso y crecimiento. Era tan caótica la situación del sector que la moneda común era plantar cepas de distintas variedades y en distintas proporciones, según el ánimo del capricho. En una de sus anotaciones fue más que implacable: “Es indispensable no permitir el acceso del aire (en las vasijas con mosto fermentándose). La no observación de esta regla fundamental en la fabricación es una de las razones principales por las que el vino de Mendoza se pica”. 
Una muestra de su prédica ocurrió en 1887 con la provincialización de la Escuela de Agricultura, movimiento en el cual aprovechó la reforma para intensificar el estudio del asunto vitivinícola en los cursos superiores.

















Aportes para profesionalizar la industria del vino


No serían estos sus aportes fundacionales en la profesionalización de la industria. Aún quedando truncos, con el cierre de la escuela, un fracaso más que evidente de la generación del 80 en Mendoza, Pavlovsky aprovecharía la exención impositiva que proponía el gobierno para emprendedores. 
Así es que comenzó con viñedos y bodega “La Purísima”, en Guaymallén. A los tres años anunció que vendía su producción a “la casa de Bemberg” y atravesó el siglo en expansión, hasta que en 1908, ya era miembro del Centro Vitivinícola Nacional. Por entonces fue, con Domingo Tomba, delegado por Mendoza en el II Congreso Nacional de Comercio e Industrias. Y ante la severa crisis del sector, en 1914, ofreció distintas charlas en la Sociedad Vitivinícola. Creía que una de las soluciones era cooperativizar la venta del vino, para eliminar intermediarios y especuladores. Su trayectoria en el medio comenzó como educador, luego devino consultor y asesor, hasta que finalmente se transformó en empresario. Y en todas las áreas de actuación fue un pionero.
En 1915 Pavlovsky le propuso al gobierno de Mendoza  hacerse cargo de las exportaciones de vino, en lo que se considera el primer paso institucional en la apertura de nuevos mercados. De este modo, “ha venido a abrir amplios horizontes de progreso y a resolver el problema de la superproducción que amenazaba infligir severas pérdidas a los grandes productores de las provincias de Cuyo”. El ruso era consciente que la crisis del sector se debía, en buena medida, al desequilibrio entre la oferta y la demanda. 
La situación era desesperante, a punto que el gobierno mendocino había aprobado, en 1914, una ley que prohibía nuevas plantaciones de vid. Y más todavía: al año siguiente el gobierno debió comprar buena parte de la producción, que en muchos casos ni siquiera llegó a cosecharse. Los únicos beneficiados fueron los bodegueros sanjuaninos, que comenzaron a comprar las mejores vides de las fincas mendocinas.
Pavlovsky fue uno de los pocos que entonces alertó sobre aquellos inconvenientes y propuso un nuevo esquema para el comercio de vinos, que también vivía el impacto negativo de la crisis económica de la I Guerra Mundial. A principios de 1915, en una reunión de empresarios, Pavlovsky desafió el pensamiento generalizado, acostumbrado a la innovación y al desarrollo creativo del cual era claro exponente. 
Es que los industriales habían presentado una serie de leyes para sanear el panorama. “Contra la tendencia de los 40 concurrentes expresó la conveniencia de ensayar la exportación de los vinos, como su destilación para la obtención del cognac y, por último, la de reservar el producto elaborado de mayor calidad, sin perder ni tirar ni un solo grano de uva”.
De ese modo logró firmar un contrato con el gobierno por el cual se comprometía a exportar 50 mil hectolitros en el plazo de 12 meses. 
De inmediato viajó a distintas ciudades en otros varios países: Brasil, Uruguay, Paraguay, Inglaterra y Francia. Y aunque no fuera un país sino un confín se propuso llevar el vino de la región a la indómita Patagonia argentina, consumidora de vinos españoles. El primer movimiento comercial de exportación se produjo hacia Río de Janeiro (500 hectolitros) y el segundo a San Pablo (250 hectolitros), que supuso un avance en mercados dominados por caldos portugueses. Al Paraguay y Uruguay se enviaron 8000 hectolitros.
En el viejo continente las gestiones no fueron menores: en Inglaterra se comenzaron las primeras gestiones de la industria y en Francia, por gestión de la importadora Casa Portalis & Cía se llevaron 15 mil bordalesas. El éxito de la misión en Francia obligó a que este país nombrara una comisión encargada de comprar vino mendocino los soldados de su ejército.
Pavlovsky no sólo cumplió los términos del contrato con el gobierno sino que además colocó buena parte de su producción en aquellos mercados ante el éxito rotundo de sus negociaciones. Y la evidencia mayor fue que el gobierno mendocino decidió liberar de todo impuesto los productos destinados a exportaciones, políticas que también fueron adoptadas por el gobierno nacional.
Al ser consultado sobre otras medidas para “levantar” la industria de la crisis, Pavlovsky demostró ser un hombre de convicciones simples, pero no menos prácticas: “equilibrio entre la oferta y la demanda, manejo racional de los sobrantes, ya sea exportándolos, destilándolos o haciendo vinos seleccionados de reserva, ampliar las bodegas actuales, construir depósitos para vinos estacionados, establecer venta directa al consumidor, fabricar vermut, jugo de uvas, vinos concentrados, vinos de postre, mistelas…”. Y pensaba que una vez concluida la I Guerra Mundial, el secreto era “organizar la venta de uva fresca en el Brasil y en Europa”.
Aaron Pavlovsky fue hijo de Santiago Pavlovsky y Agafia Guerzoff. Padeció el régimen zarista de Alejandro II. Terminó encarcelado y desterrado en Siberia. En 1877 se exilió en Estados Unidosen y llegó a Francia dos años más tarde. Mantuvo amistad con el célebre escritor Iván Tourgueniev, quien fue el que lo hizo ingresar a la Universidad de Montpellier. Allí se graduaría como Ingeniero Agrónomo especializado en vitivinicultura. A instancias de Sarmiento, el presidente Roca hizo posible que Pavlovsky llegara al país. Aquí casaría conMaría Luisa Molina y Videla Correas. La hija de ambos, María Luisa Pavlovsky, fue una reconocida escritora que se suicidó en 1947. Pavlovsky es una referencia impostergable de la vitivinicultura de Cuyo.
















El autor de los dibujos que se reproducen es Horacio French. Fueron exhibidos en ocasión de una competencia automovilística. Su blog es más que recomendable.

Comentarios

Lo más visto en la semana

Twitter