Patagonia: el comprador y cazador de dinosaurios
La historia de Coleman Burke es una novela. Su relación con Argentina, una película. Con introducción, su perfil. Quién y qué hace aquí el millonario de Manhattan.
Coleman Burke. De él se trata esta historia. Abogado con estudio en Manhattan. En realidad, dueño de edificios allí en el corazón de New York y en varias otras ciudades. Asiduo a los flashes del New York Social Diary. Participante de sociedades de negocios inmobiliarios y hasta creador de redes de galería de arte Un hombre de negocios, del capitalismo moderno. Con algunas marcadas pasiones, claro. Una de ellas, la paleontología y los fósiles. A punto de arriesgarse y participar del mercado negro, con la compra de osamentas de dinosaurios, en forma ilegal, por más de un millón de dólares.
Eso es lo que sucedió con los huesos de un ejemplar llegado a Florida, en Estados Unidos, desde Mongolia. Hay tres países que lideran el ranking de comercio –ilegal- de dinosaurios en el mundo: Estados Unidos, China y Argentina. Pero volvamos a cómo este hombre de Manhattan quiso tener su propia estructura ósea en el lobby de su edificio, por la que además pagó una suma de dinero que parece increíble.
Hay que agradecerle, entonces, a uno de los traficantes de dinosaurios más importantes del mundo, Eric Prokopi. Es que fue clave su más que obligada colaboración con los investigadores y agentes federales, que el 17 de octubre (por hablar de dinosaurios en Argentina), pero de 2012, lo arrestaron en su casa de Gainesville (Florida). Su testimonio ha llevado a que el comercio de este verdadero fetichismo sea tenido en cuenta hoy como un ilícito más que importante en los tres países mencionados. Y así descubrir una red impresionante de tráfico y robo alrededor del mundo de dinosaurios y otros fósiles.
Prokopi es un hombre de 40 años. Para su abogado es un tipo que jamás se movió por codicia ni por el dinero en danza del negocio. Se trataría también de otro apasionado por una actividad que suele parecer más Patrimonio de la Humanidad que de algunos pocos. Pero la realidad es que sucede todo contrario, ya que una red internacional parece haber privatizado estos bienes. Según declaró en la audiencia judicial la semana pasada, se encuentra en bancarrota. Una suma que su abogado llamó “de seis cifras”.
Trabajó con una guía de Mongolia, quien le confió secretos y tesoros. Fue así que Prokopi estudió la zona, investigó y hasta trasladó fósiles, creyendo que era permitido. Los llevó a Gran Bretaña. Allí se los recibió un socio, capitalista, y nada más, según contó. Dice que allí se dio cuenta de la ilegalidad de la actividad. Pero que, aún así, puedo importar todos y cada uno de los huesos hasta EE.UU., describiéndolos en los formularios de aduanas apenas como despacho de “reptiles”. Nadie jamás sospechó. Ni revisó la carga.
El dinosaurio desmembrado cruzó el Atlántico y llegó a Florida, sin embalaje. Los 1500 kilos de huesos fueron a parar al taller de Prokopi, ubicado detrás de una piscina de agua salada en los fondos de su casa. Allí lograría el milagro: levantar una criatura de 2,5 metros de alto por 7 de largo. Tiempo después ofrecería este ejemplar en una subasta y en forma anónima una persona lo compraría por más de un millón de dólares. Ese alguien anónimo era Coleman Burke.
La historia es que la venta no se concretó, ya que el gobierno de Mongolia pudo enterarse a tiempo e interpuso acciones para frenar la entrega de la mercadería. Pero lo más increíble es que también logró la repatriación de los huesos del dinosaurio, una variedad llamada T. bataar. Varios de estos ejemplares son parte de la fauna que aparece en la película Jurassic Park. Los incidentes del regreso del dinosaurio a casa, a Mongolia, podrían ser parte de una novela o película. Basta decir que fueron traslados en el sector Primera de un vuelo a tal efecto.
Interesa regresar a Coleman Burke, quien, a su modo, es un viejo amigo de Argentina. En 2008 se informó aquí acerca del descubrimiento de un dinosaurio, en Santa Cruz, muy cerca de El Calafate. La misión estaba encabeza por el paleontólogo Fernando Novas. Luego de especificar que se trataba de un ejemplar común hace 70 millones de años, anunció el bautismo del hallazgo. Así fue que el ejemplar se llamó Orkoraptor Burkei. La primera palabra recordaba el vocablo “Orr Korr", traducido como “río dentado”, en lengua indígena Aoniken. El “apellido” del dinosaurio, en cambio, burkei, fue un homenaje a Coleman Burke, “un paleontólogo amateur que ama la Patagonia y fue uno de los que apoyó la campaña de investigación”. Novas también aseguró que el hallazgo de ese ejemplar “revela que la diversidad de los dinosaurios carnívoros de la Patagonia era más amplia que lo que imaginábamos. Ya habíamos hallado herbívoros del área y ahora dimos con el gran depredador", explicó. El equipo de expedición se completó con Martín Ezcurra y Agustina Lecouna.
Coleman Burke, que hasta tiene un dinosaurio con su apellido, fue señalado hace días por The New Yorker como un “cazador de fósiles en Argentina”. Burke fue quien en ese plan también encontró el mayor fémur de un dinosaurio en toda la historia de la humanidad. Eso ocurrió en los alrededores de la estancia La Querencia, en la Patagonia profunda, dominios de Jorge Luis Gamarci, actor protagónico de esta historia.
Algunos datos sobre Gamarci: es propietario de las estancias El Sosiego y La Querencia, a orillas de Lago Argentino, frente al Calafate. Socio y directivo por más de 30 años del Lloyds Bank y egresado de Harvard, Gamarci acumuló una fortuna combinando sus múltiples negocios con la extracción de “recursos naturales”. Está radicado en Greenwich, Austin, Texas. Y según datos aportados por ambientalistas de La Rioja, gusta decir “que no le queda casi lugar en el mundo por conocer, que la Patagonia es un paraíso de esos que ya no quedan en el planeta, y que prefirió invertir allí antes que hacerlo en obras maestras del arte”.Gamarci colaboró con Burke en sus expediciones y fueron amigos muy próximos. Burke dice sobre su amistad: “Es una de esas personas extraordinarias, tranquila, que han sido capaces de hacer realidad los sueños y mantener un perfil bajo, al mismo tiempo”. Ambos fueron juntos a la gala que se realizó en el Waldorf Astoria de New York, en 2004, en ocasión de la gala por el centenario del Club de Exploradores.
Burke visitó Lago Argentino en 1995, para hacer la misma ruta descripta por Darwin, en el viaje junto a Fitz Roy (una hazaña a bordo de la embarcación Beagle, iniciada en 1831. Por lo que se sabe Burke y sus cinco compañeros fueron los primeros en hacer el viaje completo, desde el lago hasta el océano. En esa exploración Burke se dio cuenta que bajo sus pies estaba el suelo “que soporta a los dinosaurios”. Ninguno lo acompañó a explorar los alrededores, pero él supo que volvería.
Contradice al investigador argentino Fernando Novas el sitio greenwichmag.com, ya que allí se afirma que fue Burke, en 2001, fue el que descubrió “una nueva especie de dinosaurio”, el Orkoraptor burkei La cronología indica que en enero de 2004 Burke encuentra el famoso fémur, perteneciente a un dinosaurio herbívoro de unos ochenta metros de altura.
En ese momento conviene saber qué hicieron los expedicionarios. “Todo el campo volvió a la vida”, recuerda Burke. "Trajimos champagne y bailamos a su alrededor, como un grupo de niñas de la escuela. Si puedo encontrar un dinosaurio cualquier persona puede hacerlo. Así que si Darwin no se hubiera quedado sin comida, sin duda también lo habría encontrado”, indicó.
Actualmente escribe un libro sobre el paso de Charles Darwin por Patagonia. Y seguramente estará pensando en una nueva expedición por allí. Tiene una memoria de elefante, dicen. Y la metáfora queda chica, claro.
Comentarios