Médicos, qué deja House y The Knick

El valor social acerca de los médicos está en alza, pese a la miseria de muchísimos argentinos, penosos. Este grupo muestra la vigencia de un pionero Sarmiento, al resumir el conflicto de toda sociedad: civilización o barbarie.


Médicos cubanos

El suicidio de una eminencia en estas ciencias, el de René Favaloro, había alertado sobre un estado patético de las cosas en Argentina. Si se suicidan los mejores, uno podría imaginar lo que queda para los que no lo son. Y es lo que hemos vivido en esta Argentina, país que de tan condenado y predestinado al éxito, no puede salir del barro de la mediocridad y la pauperización constante.

Ante esta pandemia virulenta estamos en sus manos y en su carácter y su lucidez y conocimiento. Varios han sucumbido a esta enfermedad global. Y dejan día a día el cuerpo y el alma (y es mucho en boca de un agnóstico) para hacer prevalecer el fenómeno vida.

Aplaudir a los médicos y a todos aquellos que prestan servicios de sanidad por estos días es lo mínimo que una sociedad civilizada puede aspirar. Y si no hay aplausos, al menos que no se los moleste ni sean presas de caza de ejércitos de desaforados.

Carezco de nociones sobre medicina y mi curiosidad ha evadido este temario. Sin embargo, dos de mis series televisivas predilectas tratan sobre médicos y su mundo insondable. Lo único que sospecho común entre el médico y un periodista es ese progresivo desdén por la muerte, a fuerza de tratar con ella, de tenerla naturalizada, quizá en demasía.

Gregory House

Gregory House, en caso de no ser un personaje de ficción, posiblemente hubiera sido “limpiado” en la China de hoy. O secuestrado por las fuerzas de seguridad de Estados Unidos (como sucedió en un capítulo vaya a saber de cuál temporada). House no hubiera inventado la vacuna para inmunizarse del Covid-19, pero seguramente no hubiera dormido hasta saber cómo fue el comienzo de esta locura.

“¿Sabés que es peor que ser inútil? Ser inútil e ignorante”, diría a sus colaboradores, en busca de la punta del ovillo. Y como en sus ácidas arengas, agregaría: “Si no sabes mentir tampoco sabrás cuándo te están mintiendo”.

John Thackery

Otro de mis héroes es de una serie que refleja el estado de la medicina en Nueva York en 1900, con centro en el hospital The Knick, con un médico disruptivo en el más amplio de los sentidos, John Thackery (sí, aplausos por favor para Clive Owen). Dos temporadas bastaron para una serie que lo tiene todo, y a favor: libreto, actores, escenografía (sus recreaciones son alucinantes), fotografía, dirección (Soderberg, el mismo de la película “Contagio”). Un dechado de virtudes artísticas.

Tackery es un médico bastante enfermito, obsesionado por la innovación, los avances científicos, la creación de instrumental. Es tremendamente competitivo, de moral ambigua y placeres tan exóticos como clásicos. Esta serie se basa en una historia real, la de un hospital que atendía a personas de escasos recursos e inmigrantes, combinando servicios asistenciales con experimentación arriesgada. John Tackery estaba en su salsa. No es el nombre del doctor sobre el que gira la trama, pero en caso de estar vivo, ése podría ser uno de los dueños de la vacuna contra el Covid-19.

Retomando la realidad argentina, pensando que estamos frente a la malvinización modelo siglo XXI de un divague, no puedo dejar de soslayar la convocatoria oficial y peronista a los médicos cubanos para ayudar a los nuestros (incluso a los que aún estando en el exterior son ignorados).

¿Qué decir de este segundo pelotón de cubanos, que suelen llamarse médicos, cuando varios han sido expulsados de países por ser servicios de inteligencia (Bolivia) o ineptos (Uruguay)?

Dr. House tiene un comentario más que apropiado: “El problema es esperar algo de alguien que nunca te ha demostrado nada”.

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