Adrián Paenza, las matemáticas


Adrián Paenza y las matemáticas: "El objetivo del conocimiento es que se uniformice”, dice. En su  libro “Matemáticas para todos” el autor conversó sobre la ciencia, sobre los científicos, un poco sobre Steve Jobs y, claro, sobre otros maestros: Maradona y Manu Ginóbili.

Yo quería preguntarle a Paenza sobre Steve Jobs y el capitalismo y las formas de producción de tecnología dentro del capitalismo (norte)americano. Sin embargo, todo empezó al revés, hay que asumirlo. Paenza voló a Mendoza uno de esos días en que las lluvias convierten a la ciudad de Buenos Aires en una sucursal lúgubre y (la) más pantanosa del Río de la Plata.

Y su avión, por la contingencia, se demoró más de lo previsto; es probable que haya sido un vuelo de la estatal Aerolíneas Argentinas. Y la demora, esa espera, me permitió pensar en Steve Jobs, su influencia y legado, y hasta pude imaginarlo a Steve Jobs como nacido en Argentina y me pregunté en cuál stand de Tecnópolis podría haber atendido, si acaso alguna vez Tecnópolis podrá exhibir con orgullo a uno de los innovadores más trascendentes de todo un siglo, acaso el padre de una era.

Pero todo empezó al revés. Hay que asumirlo. Empecé la nota, una vez que Paenza llegó a Mendoza, formulando "la primera pregunta, que en verdad era la última". Pregunté:

- Usted fue testigo de un momento histórico, en su rol de periodista deportivo, cuando trabajó en Estados Unidos, para el Mundial de Fútbol de 1994, aquel de la suspensión de Maradona. Por usted se conoció una frase diría mística para la historia, al entrevistarlo por primera vez luego de enterado de la noticia.

- Fue una circunstancia muy especial. Yo venía siguiéndolo a Diego en toda la Copa del Mundo, incluso en la gira previa. Trabajaba para Canal 13. Y tenía un contrato por el cual yo debía estar con él prácticamente todo el día. Por eso a mí me sorprendió tanto lo que pasó, no sólo como a todos los argentinos, sino como a todo el mundo. Yo nunca entendí lo que pasó.

- ¿Ni siquiera hoy, casi dos décadas después?

- No lo sé, realmente, no. Genuinamente no sé qué pasó. No puedo hablar ni a favor ni en contra, porque cualquier cosa que diga no es educada. Puedo conjeturar, pero en forma privada; no en público, porque no lo sé.

- Impacta que por lo mismo que cuenta diga que no sabe qué pasó.

- Bueno, es que la verdad es que no lo sé. Tendría que inventar. Y no puedo inventar (risas). Sí sé todo lo que pasó alrededor, una vez que se conoció la noticia. Pero yo tampoco tuve nada que ver. Cuando él dice la frase "me cortaron las piernas" no dependió de nada que le preguntara.

Mi trabajo consistía en hacerle una nota en ese momento. Lo que dijera tendría repercusión mundial. Y terminó siendo histórica. Pero yo no me voy a atribuir que le pregunté algo en particular y que eso lo motivó a decir algo singular. Simplemente tuve la chance de poder preguntarle. Cualquiera que hubiera estado allí posiblemente hubiera hecho lo mismo.

Fue un momento particular, en la historia, y también en la mía. Como periodista no debo haber hecho una nota que tuviera una trascendencia semejante. Aun así, cuando terminó el partido -yo a la cancha llegué en el segundo tiempo- y volvimos al hotel, estaba Alejandro Fabbri, Tití Fernández y uno de los hijos de (Carlos) Avila y alguien más; decíamos que posiblemente habíamos hecho la nota más importante de nuestras vidas, hasta ese momento. Y sin embargo, estábamos todos mal, lo que significa que teníamos la tabla de valores bien puestas, ya que en verdad veíamos a una persona que estaba destruida. Esto es lo mejor que puedo relatar de lo que pasó en ese momento.

Se hace silencio. Estamos en la oficina trasera de un apart hotel, entre computadoras, para evitar los ruidos. Le comento a Paenza que ahora sí empezamos la nota, modo clásico, a propósito de su libro y su presentación en Mendoza, donde sólo estuvo 8 horas, casi una visita de autor de best sellers, dicho esto en el mejor de los sentidos: un tanque editorial.

- En un pasaje del libro se refiere a lo indescifrable del "comportamiento humano" y lo poco que se puede anticipar en este aspecto. También dice que "modelar" es hacer matemáticas. ¿Parece un desafío importante para la ciencia o más bien una invasión hacia las ciencias sociales?

- El hombre establece categorías y dice esto es matemática, esto es química o es biología. Pero esos son encasillamientos artificiales. La vida no propone problemas que sólo son matemáticos o sólo químicos o sólo sociales. Uno los puede pensar con las herramientas que tiene. Y todo se entrecruza. Son muy útiles las herramientas que podamos conseguir para anticipar, prever o poder establecer estrategias, es decir, poder modelar todo aquello que nos ayuda a vivir mejor.

La idea también es tratar de expandir ese conocimiento para que no sea privilegio de algunas personas como yo, sino que sea estándar para todo el mundo. Por eso la distribución de la riqueza es injusta, pero también la riqueza de la producción intelectual es injusta. Por eso el objetivo del conocimiento debe ser que se expanda y se uniformice y que todo el mundo tenga acceso a la misma formación e información.

- Cuando leí aquello de "modelar", donde también habla de patrones culturales, pensé que estaba tratando de cuantificar, calificar y anticipar aspectos de la raza humana, desde la matemática, claro.

- Los matemáticos tenemos la idea de estar en la búsqueda de patrones, que pueden ser de formas, de movimientos, de distintos tipos. Y también patrones de comportamiento, por qué no. Tenemos que entendernos, ya que culturalmente somos distintos, pues no es lo mismo una persona nacida en este país que en Suecia o Sudáfrica. No todos reaccionamos de la misma manera ante determinadas cosas. No sólo tratar de mejorar las condiciones de vida de una sociedad, sino predecir, anticiparse.

Tome la medicina como caso y mire cómo ha evolucionado. Antes, ir a un dentista era un suplicio, y ahora ya no es ninguna tortura, gracias a los avances. La idea es anticipar, qué es lo que irá a venir, qué es lo que irá a pasar.

Ahora podemos prever un huracán y cerrar una ciudad, para evitar accidentes y fatalidades. El mismo caso de contar con imágenes satelitales, para saber dónde perforar en busca de petróleo, minerales o agua. Hay una cantidad de ventajas que tiene la tecnología, que uno lo que quiere es ponerlas al servicio de la gente.

- Parte de su libro incorpora relatos de notables matemáticos, en casos apasionantes. Revisando sus historias, y en especial la de uno de los socios de Steve Jobs, el matemático Wozniak, sorprende que sean personalidades con profundas convicciones, con una extraordinaria escala de valores. ¿Son estas condiciones inevitables en gente de extremo caudal creativo?

- Yo no lo sé (ríe). Sólo puedo conjeturar. Hay de todo.

- Un estigma del cine es mostrar al "científico loco".

- La forma en las que las películas muestran a los científicos… algunas son muy buenas. Es el caso de la que toma la vida de John Nash, en "Una mente brillante". ¿Por qué siempre hay que mostrar a los científicos como locos? Las universidades en el mundo y en la Argentina están pobladas de científicos que van a la cancha, que van a los supermercados, que quieren a sus hijos, que tienen relaciones sexuales normales, o anormales, tanto como cualquiera. La vida del científico no es nada diferente a la de todos.

 Es igual. Sucede que se produce una doble vía. Por un lado, un grupo de gente en la historia, con cierto conocimiento por el resto, ha tratado de situarse en una élite. Y esto generaba una diferencia: un grupo que accedía y la gran mayoría que no. Recordemos aquí el libro "M'hijo el dotor", que hablaba sobre un médico que tenía conocimiento, como en su época lo tenía un brujo. Pero eso ya está, ya pasó.

- Se refirió a los brujos. Inevitable hablar de Steve Jobs. ¿Cuál ha sido su mayor legado?

- Es muy difícil elegir una cosa. Creo que él y un grupo de personas vieron, y es importante decir que no sólo él, sino un grupo, convirtieron a Apple en la mayor empresa del mundo. Pero Steve Jobs cambió la forma de acceder a la música. Además, la estética está involucrada: todos los productos de Apple son muy lindos.

El iPad, el iPhone, el iPod… El concepto de lindo es individual, pero algo debe haber ya que la gran mayoría del mundo se siente atrapada por eso. Hay generaciones que jamás conocieron el disco de pasta. Y asistieron también a la muerte del CD, ahora con ese lenguaje mp3. Han pasado tantas cosas en los últimos diez años. El acceso a internet cambió todo.

- Sostiene que temas de matemática combinatoria empiezan a transformarse en imprescindibles para nuestra educación. ¿Por qué?

- Claramente yo me doy cuenta ahora que es muy importante estudiar probabilidades. O sea, entender cuándo es la probabilidad de que algo pase. Y para eso hace falta saber cuáles son las posibilidades, y de ellas cuáles son las positivas y las desfavorables. Esta es la rama de la matemática que estudia estos aspectos. Hace falta aprender a contar sin necesidad de hacer listados. No podemos seguir educándonos con la matemática que se enseñaba hace 400 años.

- ¿Usted se definiría como un gran buceador en la aventura del conocimiento?

- Y sí. Tengo muchas curiosidades. Y el privilegio de poder explorarlas. Pienso que hay mucha gente que le gustaría hacer lo que yo hago y no necesariamente puede, pero no porque no esté en condiciones intelectuales, sino porque la economía no se los ha permitido. Tengo una vida muy singular, en ese sentido. La curiosidad del saber por qué es como la que tienen los niños. Y yo la sigo teniendo adentro.

A los 63 años me sigo preguntando por qué. A mí las cosas me sorprenden. Vine hoy en avión y me pregunto cómo es posible que esto levante vuelo. Y es extraordinario. O hablemos de un transatlántico, con dos mil personas, sobre el agua.

O un rascacielos, que no se cae. Eso me maravilla. Hay gente que se siente más identificada con la naturaleza. A mí también, pero hasta ahí. En cambio, lo otro, lo hizo el hombre. Mi pasión por comunicar el conocimiento podría resumirse así: cómo usted no va a estar interesado en lo que a mí sí me apasiona. Y desde ese lugar trato de contagiar y compartir la aventura.


Al final, no hizo falta preguntarle por Steve Jobs y el capitalismo. Y nos damos la mano, mientras se deshace en elogios a los jugadores de básquet de la generación dorada, revelando que el gran capitán Manu Ginóbili es uno de los primeros en recibir los originales para corregir o dar respuestas a los problemas que encierran varios de los acertijos de este nuevo libro de Paenza. Dos maestros.

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