Casa de Uco, Alberto Tonconogy propone una Mendoza cosmopolita
Alberto Tonconogy imaginó en Casa de Uco un estilo que es más que tendencia: naturaleza, respeto ambiental, sofisticación y magia. Aquí la historia del arquitecto de una Mendoza cosmopolita en el Valle de Uco.
Alberto Tonconogy se ha tomado unos días en el sur de la Bahia de Caetano, aunque se haya alojado a muy pocos kilómetros de la posada que allí fundó Gal Costa, en Trancoso. La semana pasada, en cambio, estaba al pie de la cordillera, frente a uno de los tantos tramos épicos que tiene el Valle de Uco, en los alrededores del Manzano Histórico.
Es un arquitecto prestigioso entre la élite de buenos arquitectos argentinos. Y posee una enorme visión como empresario. No nació en Buenos Aires pero vive en la jungla, en Martínez. Y, como él mismo cuenta, empezó a darse cuenta que extrañaba Mendoza cuando se despedía y sentía que eso le dolía más de lo habitual. Se ha ido haciendo por varias razones un habitante de las alturas andinas.
Casa de Uco es una de sus últimas obras. Quién iba a imaginar que este arquitecto de la extrema urbanidad –torres de 40 pisos, estadios deportivos, el mismo Paseo Alcorta- se metería en el desierto de Mendoza, allí donde el viento de la eternidad sopla las formas ancestrales de una Mendoza cosmopolita. Pues allí se metió el arquitecto Tonconogy, como si soñar en la nada fuera una de sus tantas pruebas de regularidad como piloto y navegante de su Austin Healey 100/4 Modelo 1956 (ganador de varios Rally de las Bodegas), o como cualquiera de sus viajes surcando mares y ríos en embarcaciones de distintos portes."Cada obra tiene un progrma, un lugar, propietarios y fines diferentes
Recorrí este lugar cuando era cemento. Explicabas entre el gris y el paisaje alucinante. Ahora, todo funciona. Pienso que Le Corbusier estaría muy a gusto aquí.
Nunca me han preguntado eso, de ese nivel, a propósito de juzgar mis obras. (Piensa). Yo me olvido… pero justamente ayer estuve con alguien en Mendoza, con la que vamos a empezar a construir la bodega de Casa de Uco, y expuso sobre algunas de mis obras. Y ahí tomé conciencia que a lo largo de estos años hay un abanico de obras diferentes. Y cada obra es parte de la vida de uno. No parecen tantas (risas). Es como los años con el tiempo. Claro que cuando uno pone los años en obras, una al lado de la otra, eso tiene efectos notables. Para todos, menos para mí (ríe).
¿Podemos desplegar ese abanico?
Lo hablábamos siempre con mi socio que falleció hace casi 10 años. Cada obra tiene un programa, un lugar, propietarios y fines diferentes. Y esta es una ecuación que hemos mantenido.
De tus muchísimas obras, ¿Casa de Uco es el resumen de tu trayectoria?
No (tajante). Lo que pasa es que en cada proyecto sigo aprendiendo y viviendo nuevas experiencias.
¿Aún a los 73 años?
Espero que llegue a los 100 (risas). Pero es así. Es como con las mujeres. ¿Hay dos de ellas iguales? No. Uno siempre aprende algo más. Lo que sí es muy importante retomando lo de Casa de Uco es que la ecuación de la que hablaba aquí era y es absolutamente diferente. Hasta el clima es muy particular. E incluso es parte de un master plan con casas, cabañas, bungalows, bodega, caminos, entradas. Es cierto que el resultado ha sido también una sorpresa para mí.
¿Por qué?
Si uno respeta todos estos elementos previos y no impone tics anteriores el resultado se hace impredecible. Y por otro lado pienso en cómo trabaja la creatividad. En la medida que uno sabe más la creatividad es más libre. Al contrario de lo que suele pensarse, que cuando sé es más joven se posee mayor creatividad o más loca. Para mí funciona de otra manera: con experiencia, con pruebas y errores y con el tema en sí mismo. ¿Cuánto influye el desarrollo de una idea? Si la idea es compleja tiene naturalmente un resultado, por lo menos, de mucha sutileza. Yo no busco obras complejas, sino la síntesis.
Quizá por eso la referencia a Le Corbusier del principio.
No sé. Le Corbusier, en ese momento de la arquitectura, era tan racional… Es mi maestro más importante. A otros valoro, aprecio, pero el maestro es Le Corbusier. Acá en Casa de Uco yo traté por todos los medios de no hacer una obra de arquitectura. Quizá Le Corbusier hubiese hecho una obra que no tocara el piso, ya que como el piso viene complicado, hubiera pensado: "coloco todo en pilotes, no toco nada y hago una obra volando y soy respetuoso". No ha sido el esquema que asumí acá. No quise hacer una obra de arquitectura sino algo que no se notara. La primera idea, parado aquí donde estamos, cuando no había nada de nada, era como no hacer “nada”. Ahí surgió ese techo, la losa superior que, cuando lo proyecté, lo hacía casi tapándome los ojos, para que no fuera producto de un acto racional. Estaba hecho de una manera digital, pero sin ver los resultados, salvo las lógicas: coordenadas, altura. Pero lo interesante es que se iba dando algo aleatorio, que ni yo mismo sabía cómo concluiría. Cuando terminamos de hacer los 100 metros de ese techo casi no lo retoqué.
Es un techo “topográfico”.
Esa fue la idea. Es una losa natural movida por lo tectónico de la geografía, caracterizada por lo sísmico. Pero si hubiera habido una cueva me hubiera metido allí (risas). Acá no había nada, salvo el surco de un río seco, al que ahora le hemos puesto agua. Desde arriba del techo uno se puede abstraer del manoseo humano y ver todo el paisaje tal cual como yo lo conocí. Otra idea importante es que como el edificio es muy largo, y esta zona posee movimientos sísmicos insospechados, ideé un fuelle en uno de los cortes, por lo que está preparado para moverse como un puente.
¿Cuándo viniste por primera vez a Mendoza?
Pasaba mucho por aquí porque iba a esquiar bastante a Portillo. Pero la primera vez que vine a Mendoza, por Mendoza como destino, fue alrededor de 10 años atrás. Fue para competir en el Rally de las Bodegas. Con lo cual volví todos los años siguientes. Y a raíz de esto conocí Mendoza por dentro. Y las bodegas, claro. Y hay otra cosa. Mi hijo Juan, cuando era niño, 6 o 7 años, me dijo que cuando fuese grande no iba a ser astronauta sino bodeguero. Lo dijo sin antecedentes de ninguna índole. Y, efectivamente, hace 11 años, después de recibirse en Economía, junto a un amigo del jardín de infantes, armaron una bodega virtual, sin un mango. Esa bodega ya exporta a 8 países. Lo hizo de forma independiente a mí. En ese interin, y a raíz de mi conocimiento sobre Mendoza exclusivamente por el Rally, es que Juan entró a competir allí. Y me superó ampliamente (ríe). Yo alguna vez lo gané. Y así es que decidí poner una ficha en Mendoza. Y empezamos con esto, que se ha ido agrandando y enriqueciendo.
Entonces la tuya fue una llegada casual
Claro. Si él no se hubiera dedicado al mundo del vino yo jamás, pero jamás, hubiera invertido en Mendoza.
En la intimidad dicen que existe dentro tuyo un apego más que especial por esta obra.
Yo me ocupo de todas mis obras. Como la vida, estas cosas se hacen con esfuerzo y pasión. Con mi socio hemos hecho obras que nos han llevado el doble de esfuerzo y de dinero. ¿Para qué? Para buscar la excelencia. Quiero decir con esto que esta obra es vasta, desde todo tipo. Parquización, urbanismo, bodega, viñas.
Te faltaba construir una bodega y ya está en proceso
Así es. He hecho de todo: estadios, fábricas, edificios, shoppings. Salvo un puente, una iglesia y una bodega, así que quedan menos cosas pendientes (risas).
¿Pasas mucho tiempo aquí en Mendoza?
Vengo, primero, porque la vida nos ha llevado a que tengamos que regentear esto. Y además me gusta estar acá. Con el tiempo me di cuenta que me dolía irme a Buenos Aires. Y ya después me empezó a costar irme. Lo que estoy seguro es que no me cuesta volver a Mendoza. Es muy infinito todo lo que uno puede hacer acá.
¿El mundo está naciendo en el Valle del Uco?
Es infinito lo que uno puede mejorar y reinventar, porque uno no puede inventar, sino buscar antecedentes, de lo que fuera.
¿Posees valores humanos relacionados con la mendocinidad?
Uno de los motivos por el cual empecé con esto es porque comencé a conocer a los mendocinos. Y los mendocinos y la reacción que tenían frente a situaciones que iban pasando en el país, a través de los acontecimientos, me gustaba. Es como que tenían cierta independencia. No sé si hoy es así. Convengamos que esto de la globalización también tiene cosas negativas. Cuando eran más mendocinos los mendocinos tenían ese grado de pensamiento independiente que me gustó. Yo no soy de Buenos Aires y lo digo casi con orgullo. Así que me es fácil olvidarme de todos esos rasgos.
¿Con tu entrada en el mundo del vino te has transformado en un especialista?
Para nada. Yo soy casi abstemio. No es que no tomo vino, pero lo hago muy poquito. Pruebo de todo, más allá del vino.
Sos protagonista de este nuevo Valle de Uco. ¿Considerás que en el desarrollo de la zona estamos a tiempo de mejorar el impacto ambiental de la región?
Lo primero que pensé es qué sucede si uno sube mil metros y observa en dirección a la tierra. Cuando uno ve el globo terráqueo parece que los seres humanos no existieran. Yo tengo un drone, con el cual sacamos fotografías. Y puedo contar lo que se ve desde esa perspectiva. En la escala general, cuando miras esto que vamos construyendo y desarrollando, es muy poco lo que hemos tocado. Por ahí hemos tocado la vegetación autóctona, pero estamos agregando mucho verde, haciendo rendir la tierra y el agua, algo muy noble. Esto es un desierto. Se ve. Y no creo que haya perdido su condición. Porcentualmente la ocupación del suelo con edificios es muy poquito. Pienso que estamos haciendo como un gran parque. Y eso ecológicamente es muy bueno. Además estamos haciendo cultivo ecológico, orgánico.
¿Seguis esquiando?
No, ya no.
Pero sí navegando.
Eso sí. (Piensa) Hay gente en que con el tiempo empieza a dedicarse a cuestiones recreativas por así decirlo. En mi caso lo que me recrea es hacer arquitectura. Es mi principal foco de interés después de mi familia. Y por suerte, por casualidad, me dedico a lo que me gusta.
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