Juan Villoro da la bienvenida a México
En su último libro, "Los culpables" el escritor propone en siete relatos una suerte de tour poco turístico por la tierra de los aztecas. Un mariacho sin nada que envidiarle a Luis Miguel abre el opus, cerrándola una nouvelle redonda redonda, como una pelota de fútbol.
Por Mauricio Runno
Quizá el único personaje no mexicano (un gringo, claro, un pinche gringo) del más reciente libro de Juan Villordo, dice en un stop de su trip por México: “Aquí hay algo inapresable: la maldad es trascendente. No se causan daños porque sí: el mal quiere decir algo. Fue el infierno que Lawrence Durrell y Malcolm Lowry encontraron aquí. Salieron vivos de milagro, Entraron en contacto con energías demasiado fuertes”. El que le responde, y que es, como se ha dicho, mexicano, intenta tranquilzarlo: “Aquí la maldad es improvisada. No te preocupes”.
“Los culpados”, el libro que ha sido editado en Argentina por Interzona (fue presentado hace 10 días en España), y que ya recibió el premio Antonin Artaud, por lo cual tabién estará disponible en francés, reúne 7 piezas a las que, más comodidad que por exactitud, se las denomina cuentos. Y si el género es la forma, ya los buceadores literarios y clasificadores tienen arduo camino con este trabajo. Por lo tanto se podría arriesgar que desde allí comienza este libro: de su desapego por las reglas formales. Entonces un cuento bien puede ser una crónica (“Mariachi”), en tanto que otro de ellos derivar una nouvelle (“Amigos mexicanos”). El cruce y los saltos, entonces, quizá definen un más que vivo reflejo de la irónica y expresiva pluma de Villordo. Y en éste caso, el tema central pareciera ser México, siglo XXI, visiones y aproximaciones.
El autor ha manifestado que todos los relatos están disfrazando, en verdad, un único y gran tema: la traición. ¿Y cuál es el tono? “La visión irónica sobre las identidades” y algunos reflejan situaciones propias de México, “un país que se ha preocupado mucho por su personalidad”.
Puestos bajo el fenómeno y consumación del hecho vida, los personajes de Villoro, más que preocupados por el futuro se presentan como emergentes de una realidad tan diversa y bien lograda que uno debe repensar el concepto de país y preguntarse, más bien, si México, al igual que Brasil, no son continentes en sí mismo. La audacia si puede llamarse así al trabajo de experimentación narrativa es proponer al lector escenarios distintos. Para lo cual no hay que olvidar el eje que promueve la traición: ilusión-desilusión. Y así se mueven los personajes, también, capaces de afirmar que “los mexicanos sólo matan a sus amigos”.
Puestos bajo el fenómeno y consumación del hecho vida, los personajes de Villoro, más que preocupados por el futuro se presentan como emergentes de una realidad tan diversa y bien lograda que uno debe repensar el concepto de país y preguntarse, más bien, si México, al igual que Brasil, no son continentes en sí mismo. La audacia si puede llamarse así al trabajo de experimentación narrativa es proponer al lector escenarios distintos. Para lo cual no hay que olvidar el eje que promueve la traición: ilusión-desilusión. Y así se mueven los personajes, también, capaces de afirmar que “los mexicanos sólo matan a sus amigos”.
Juan Villoro es uno de los invitados más destacados de una nueva edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, que comenzará esta semana. Su presencia trae en vivo y en directo a un escritor comprometido con su hora y su tiempo, y su lugar, aunque su vida oscila entre el DF y Europa. La lectura de “Los culpados” es un ejercicio que, bien observado, sin prejuicios, llega como un aporte a esa búsqueda de identidad a la que se refiere, y a desmenuzar el México actual a través de la ficción. No es envidia, pero, verdaderamente, varios escritores nacionales podrían aprender al menos una parte de la lección: es ahora y acá cuando se necesita el talento. Sino basta con repasar los diarios de las últimas semanas para entender que, ideas, lo que se dice ideas, no abundan. Y quizá la labor del escritor argentino sea también ser parte del presente. Sólo hay que recordar que antes de la política se inventó el arte, y que ésta, como contenedor de lo primero (“La política es el arte de lo posible”, según categorizó Otto von Bismarck, el fundador del segundo imperio alemán), siempre parece ir marcando el cauce de los hombres.
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