Brasil y Argentina, el juego de las grandes diferencias
Por Mauricio Runno
Dos autorizadas opiniones han surgido esta semana, desde distintas ciudades del mundo, aunque ambas coinciden en descatar lo que sucede en Argentina y Brasil. No deja de ser curioso que aún, con visiones e intereses dispares, ambos pensamientos se unan a la hora de resaltar una crisis, la argentina, y destacar un florecimiento, el brasilero, en tiempos en que parece que cada uno de los argentinos debería tomar postura.
El primero de los testimonios es el escrito por Martín Varsavsky, un empresario que hace algunos años donó parte de su patrimonio para intentar colocar a nuestro país en la vanguardia de los sistemas educativos relacionados con la tecnología. Lo hizo a través de la red Educ.ar. Ayer, Varsavsky, que vive en España, escribió en su blog, una nota titulada "El Brasil de Lula, la Argentina de los Kirchner". Entre lo más destacado, y que debería mover el espíritu crítico y autocríticos de quienes vivimos en el país, se lee:
"Me duele decir esto, pero cada conversación que tengo con analistas de política internacional en Europa y Estados Unidos en las múltiples cenas y conferencias a las que voy confirman la misma opinión. Lula es muy querido internacionalmente, los Kirchner son directamente despreciados. La cena de anoche en casa con unos 15 expertos de diversos países sobre América Latina no fue excepción. El tema va más allá de que Argentina haya hecho default y Brasil no. Se trata más del entendimiento que tiene Lula de la necesidad de jugar y ganar el mundial de la economía llamado globalización.
Lula compite en la globalización como Brasil juega al fútbol, ganando. Argentina, que tiene todo para ganar también, pero, lamentablemente, tiene una pareja presidencial que cree que el maltrato al extranjero los hace populares. Pero están equivocados. Argentina, gracias a su gestión, está aislada y es el hazmereir de los europeos, norteamericanos y sus propios vecinos del Mercosur.
Yo, aunque sea argentino, ya me cansé de defender a mi país. No es por falta de amor, que me sobra, sino porque sus dirigentes son tan antipáticos que no voy a tratar de hacerle los amigos que ellos no quieren tener. Fuí embajador itinerante argentino durante el gobierno de Fernando de la Rua, Duhalde y Kirchner y encontré que la tarea era una verdadera misión imposible, ya sea por la incompetencia de De la Rúa como la actitud arrogante e insensible hacia el mundo de los dos presidentes peronistas. La reelección de los Kirchner como pareja me recuerda a la reelección de Bush por el pueblo norteamericano. Primero el inentendible entusiasmo en el momento de votar que lleva a la reelección, pero luego, rápidamente, el pueblo se da cuenta del grave error cometido y… ya es tarde".
Lula compite en la globalización como Brasil juega al fútbol, ganando. Argentina, que tiene todo para ganar también, pero, lamentablemente, tiene una pareja presidencial que cree que el maltrato al extranjero los hace populares. Pero están equivocados. Argentina, gracias a su gestión, está aislada y es el hazmereir de los europeos, norteamericanos y sus propios vecinos del Mercosur.
Yo, aunque sea argentino, ya me cansé de defender a mi país. No es por falta de amor, que me sobra, sino porque sus dirigentes son tan antipáticos que no voy a tratar de hacerle los amigos que ellos no quieren tener. Fuí embajador itinerante argentino durante el gobierno de Fernando de la Rua, Duhalde y Kirchner y encontré que la tarea era una verdadera misión imposible, ya sea por la incompetencia de De la Rúa como la actitud arrogante e insensible hacia el mundo de los dos presidentes peronistas. La reelección de los Kirchner como pareja me recuerda a la reelección de Bush por el pueblo norteamericano. Primero el inentendible entusiasmo en el momento de votar que lleva a la reelección, pero luego, rápidamente, el pueblo se da cuenta del grave error cometido y… ya es tarde".
El segundo testimonio es del editor de la revista americana "Foreign Policy", Moisés Naim. Su artículo es una de las columnas más influyentes del periodismo en Estados Unidos. Su nota se títuló con un explícito "Lula versus Chávez". Y es, en verdad, un buen estado de la situación del continente, donde nuestro país es apenas mencionado como un lugar donde "PDVSA, la petrolera venezolana, es utilizada para importar pollos y exportar maletines llenos de dólares en jets privados a Argentina".
Un extracto de la nota de Naim, desde Washington: "Mientras Chávez exporta la revolución bolivariana, Lula promueve las empresas brasileñas en el mundo. Mientras el venezolano espanta a los inversores, el brasileño los seduce. Reacciones que reflejan sus diferentes estrategias internacionales y sus actitudes hacia la globalización. Mientras Hugo Chávez se dedica a insultar a la Interpol, Lula da Silva celebra a Standard & Poor's. La Interpol existe para combatir el crimen internacional y Standard & Poor's para evaluar riesgos de inversión. Las dos acaban de emitir importantes informes. Interpol certificó que la información que vincula a Hugo Chávez con los terroristas de las Farc no fue "plantada" por partes interesadas en comprometerlo. Standard & Poor's certificó que Brasil tiene un clima muy favorable para los inversionistas.
La reacción de ambos estadistas no se hizo esperar. "Corrupto, vago, policía gringo, payaso, ridículo, innoble..." fueron algunos de los calificativos que usó el presidente Chávez para describir a Ronald Noble, el secretario general de Interpol, organismo integrado por 186 países, incluyendo Venezuela. La reacción de Lula da Silva al de Standard & Poor's fue algo diferente: "Es casi como si fuera un momento mágico para el país... Tenemos que estar felices, pero con mucha seriedad y sensatez... no debemos dejar que la euforia nos haga perder la seriedad... hicimos un ajuste fiscal delicadísimo, conseguimos reducir la inflación, aumentar las reservas, aumentar las exportaciones". Estas dos reacciones no solo reflejan el carácter de los dos presidentes, sino también sus muy diferentes estrategias internacionales y sus actitudes hacia la globalización. Mientras el venezolano espanta a los inversores, el brasileño los seduce. Mientras Chávez se dedica a las Farc, a exportar la revolución bolivariana y llamarle nazi a Ángela Merkel, Lula se ocupa de promover las empresas brasileñas en el mundo y a pasar el fin de semana con George W. Bush en Camp David, persuadiéndole para que le ayude con sus exportaciones de etanol.
Está claro: mientras Chávez se gasta los ingresos petroleros en promover la globalización política y militar de América Latina, Lula da Silva ya es el campeón de la globalización económica. Desde el día en que Lula fue electo en el 2002, la bolsa de Brasil ha ganado un 1.600 por ciento. En ese momento, Brasil era considerado un país de alto riesgo y se pensaba que Lula llevaría la economía al desastre. Para sorpresa de todos, Lula privilegió la estabilidad económica que había conquistado su predecesor, el admirable Fernando Henrique Cardoso. Esta apuesta le ha dado resultados. Hoy, Lula es el presidente más popular que ha tenido Brasil en décadas. Las razones están a la vista y no sólo para los inversores. En los dos últimos años, 23 millones de brasileños han salido de la pobreza y, lo que es más, ahora tienen vivienda, auto y otros bienes. La desigualdad en el ingreso ha bajado y el país disfruta del mayor nivel de prosperidad en treinta años. Los niveles de consumo de comida, electrodomésticos y medicinas de las clases con menores ingresos no tienen precedentes.
Tanto Lula como Chávez son fieramente críticos de la globalización. Sin embargo, los dos la utilizan con gran provecho: Lula para estabilizar económica y políticamente a su país y Chávez para influir sobre sus vecinos. En Venezuela, el flujo de inversiones extranjeras ha caído a niveles insignificantes y hoy el país recibe menos inversiones extranjeras que algunos de los países más pequeños y pobres del mundo. Mientras tanto, Lula ha convertido a Brasil en destino obligado para los inversores.
Todo esto no quiere decir que Lula haya abandonado sus entusiasmos por el tipo de emociones políticas que provoca Chávez. Según el presidente brasileño, "Chávez es, sin dudas, el mejor presidente que Venezuela ha tenido en cien años". Esto sorprendió a los analistas que no encuentran en las políticas del presidente brasileño parecido alguno con las de Chávez. Pero los más sorprendidos fueron los millones de venezolanos que viven cada día con los resultados de la conducta del "mejor presidente que han tenido en cien años". Los venezolanos se preguntan: ¿Si a Lula tanto le gusta Chávez, por qué no lo imita? O mejor aún: ¿por qué no se lo lleva a Brasil?".
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