"Sean concretos: expliquen la idea de la obra"
Por Mauricio Runno
La Generación Perdida hace un siglo, en Estados Unidos, fue un movimiento de jóvenes que parecían despreocupados, fuera de órbita, hasta frívolos. Ellos parecían responder bailando y riendo mientras la economía del país sufría los embates de la Gran Depresión. Francis Scott Fitzgerald, el autor de “El gran Gatsby”, fue uno de aquellos talentos noveles surgidos de lo que aún permanece entre lo más destacado de la literatura de aquellos tiempos.
La historia que aquí se presenta también habla de jóvenes. Hasta ahora nadie se ha hecho eco de ella, ya que pareciera no concitar la atención del periodismo tradicional. De modo tal que habría que informar que el grupo conformado por Leopoldo Vila, Martín Miatello, Carlos Marcelo Rodriguez y Marco Altamirano, el 5 de agosto pasado, resultó entre los 11 finalistas, y obteniendo por ello una mención, por parte del jurado del Heineken Inspire, por su instalación "100 Almas". Todos los mencionados son mendocinos, tienen entre 21 y 24 años, viven en Mendoza y San Martín, y comparten la carrera de Arquitectura.
Ahora bien, ¿de qué se trató ese concurso? Primero hay que decir que es la tercera edición. Y que en esta oportunidad, Heineken Inspire, Volume 3, propuso incentivar la innovación, la búsqueda de nuevos horizontes, la inquietud sin límites y el movimiento como condición fundamental para ir siempre más allá de lo convencional. El sitio ocupado por los mendocinos recobra dimensión al saber que fueron 764 los proyectos presentados.
La entrega de premios, que se realizó en el espléndido Centro Cultural Konex, en el Abasto porteño, fue presentada por el crítico de cine y periodista, Axel Kuschevatzky, junto con el presidente del jurado, Adrián Lebendiker (fundador del Centro Metropolitano de Diseño), y el resto del jurado: Alejo Estebecorena (diseñador industrial, codirector de Hermanos Estebecorena) y Guillermo Brea (consultor en identidad visual y comunicación institucional). Cada uno de los trabajos ganadores recibió $10.000 en efectivo en calidad de incentivo para que puedan continuar su desarrollo y crecimiento en cada una de sus respectivas disciplinas.
El encuentro con dos de los participantes del grupo no podría ser más original: vienen dos chicos montados en sus skates por la calle Morón, mientras el sol pega en una terraza de un café en los alrededores del Centro Cívico. Lo menos innovador de este reportaje son los cafés y los cortados, puesto que este cronista teme realizar las preguntas de rigor a bordo de un skate. La patineta, como muchos bien la conocen, requiere de destrezas no menores: equilibro, resistencia y reflejos. Esto de los juegos olímpicos, la verdad, a veces es contagiante. Dice Leopoldo Vila: “Nosotros no lo esperábamos. Fue como una idea, que salió muy rápido. Habíamos visto la publicidad”.
- ¿Dónde la vieron?
- En la Facultad, en la Universidad de Mendoza. Allí habían puesto algunos carteles (Martín).
- ¿Todos ustedes son compañeros de la misma facultad?
- Sí, cursamos Arquitectura (Martín).
- Y la publicidad que apareció en la tele era como muy “pro”, ¿entendés? Vos la veías y decías: “Uhhhhhhh”. Hay que ser un genio para ganar ahí. Pero, bueno, nosotros nos presentamos. Yo ya tenía como una idea para hacer con cubos. Porque nosotros hacemos para una materia, que se llama Ambiente, unos cubos de cartón (Leopoldo).
- Que adentro tienen y crean ambientes. Son unos cubos de 12 x 12, muy trabajados por dentro y por fuera. Y tienen agujeritos, por los costados, para que uno vaya mirando y creando el ambiente adecuado (Martín).
- Ahí se trabajan las entradas de luces, por ejemplo (Leopoldo)
- ¿Y esto era para un trabajo práctico?
- Sí. E imaginate: somos cuatro cursos de más o menos noventa estudiantes. Y cada uno entraba con tres cubos. Eran muchísimos cubos. Entonces uno de los chicos que ahora no está dijo: “Che, estaría bueno meterse en el concurso”. Yo ya tenía algo pensado. Y me pareció que estaba bueno armar algo así como que los cubos colgasen y armar algo en la facultad. Pedimos permiso y nos autorizaron sin problema (Leopoldo).
- Y un día nos juntamos. Nosotros calculábamos una cantidad impresionante de cubos, ya que pedimos a todos nuestros compañeros, de otros cursos y de otros años. La idea inicial era juntar mil cubos (Martín).
- ¿Mil cubos?
- Esa era la idea inicial. Después, cuando los reunimos, no todos los llevaron. Y finalmente aparecieron ciento cincuenta cubos. Y estuvo bien esa cantidad, porque, la verdad, no puedo imaginarme lo que serían mil cubos juntos (Martín)
- Y fue todo tan rápido que lo hicimos a contrarreloj. Del momento que los juntamos quedaba apenas una semana para el cierre del concurso. Hablamos con la profesora de esa materia. Y ella se portó re bien, ya que nos dijo que nos ayudaba diciéndoles a los otros alumnos de qué se trataba la idea (Leopoldo).
- Teníamos que armar la instalación para sacarle las fotografías que debíamos presentar para el proyecto. Teníamos que mandar hasta cinco megas en fotografías y una memoria descriptiva para explicar la obra (Martín).
- ¿Y cómo fue que armaron el grupo?
- Los chicos que viven en San Martín primero se reunieron con él. Y después me avisaron. Y me fui metiendo de a poco. Por suerte que me metí, porque fue una experiencia muy linda (Martín).
- ¿Fueron a Buenos Aires una vez que les avisaron que eran finalistas?
- Sí. Heineken me pagó a mí, nada más, porque yo aparecí firmando todo los papeles. Había mucha organización. Estuvo todo muy bueno. Hubo una presentación, todo muy bien, muy "pro" (Leopoldo).
- Lo más interesante es que se suponía que la convocatoria estaba destinada para artistas. Y ustedes no vienen de ese palo, justamente.
- Nos gusta. Y la facultad, dentro de todo, nos deja volar y hacer un poco de arte. De hecho, la arquitectura es arte. Pero Leopoldo, por ejemplo, sí, él es más artista: pinta. Pero, en realidad, artistas tampoco somos. Aunque yo soy músico: toco la guitarra y canto (Martín).
- Una de las premisas era llevar propuestas no clásicas.
- Exacto. Ellos estaban buscando cosas innovadoras (Leopoldo).
- Y eso justamente es lo que está bueno, porque le da otro enfoque a los proyectos (Martín).
- Yo creo que por ahí hay pibes que tienen un poco de miedo de presentarse a estas cosas. Conozco gente acá que tiene ideas muy copadas Por ejemplo, cuando fui a la presentación, donde la organización era buenísima, y el montaje era perfecto, no me encontré con cosas que dijera: “Guauuu qué impresionante”. Eran cosas buenas, muy bien trabajadas. Pero hay compañeros nuestros que hacen cosas muchas mejores. Y nunca se presentan porque, no sé, pensarán que no son profesionales (Leopoldo).
- ¿Hay muchos prejuicios?
- Sí, totalmente (Leopoldo).
- Por suerte ustedes han roto algunos.
- La verdad que no lo podíamos creer. Armamos la instalación un viernes. Al otro día fuimos para sacarle fotografías. Y no nos dejaron entrar porque dijeron que no estábamos autorizados. Ese fin de semana quedó colgada la obra al aire libre. Y justo llovió, nevó, pasó de todo. Fue terrible. El jueves de la semana siguiente vino la fotógrafa. El concurso cerraba al otro día. Ella hizo un montón de imágenes y nos dijo que nos las llevaba en un disco al otro día. Encima de todo teníamos que rendir dos exámenes (Leopoldo).
- Sí, porque el cierre del concurso coincidió con las dos últimas semanas antes de las vacaciones de invierno: época de muchos exámenes, entregas, todo un lío. Porque además somos del coro de la universidad. Y yo también estudio francés (Martín).
- Bueno, la fotógrafa me entrega el disco, a las cuatro de la tarde. Y teníamos coro, también (risas). ¡Faltaba hacer la memoria descriptiva para completar la presentación! No sabíamos cómo hacerla. Le preguntamos a un profesor para que nos diera una mano. Agarramos a uno re buena onda y nos dijo un par de guevadas. ¡Buenísimo! (Leopoldo).
- ¿Cuáles fueron las “guevadas” qué te dijo el profesor que te “salvó” la vida?
- Sean concretos: digan la idea de la obra y lo que los llevó a hacer eso (Leopoldo).
- Me acuerdo que estábamos sentados en un curso, en la planta baja. Y nos mirábamos y nos preguntábamos: “¿Y ahora qué ponemos?” (risas). Hacíamos dibujitos de los cubos, para ver si salía algo. Hasta que de repente se cruzó la idea. Y en vez de hacer una explicación de la obra, conceptual, explicándola con palabras, lo hicimos con una onda como si fuera una publicidad. El título de la obra era “100 almas”. Y eran cien cubos. Y cada uno representaba a una persona. La idea de un alma es una vida. Entonces lo explicamos usando el número 100, como slogan (Martín).
- ¿Hicieron como un poema?
- Sí, claro. Pero de cosas cotidianas usando el número. Y al final de todos los slogans pusimos: “100 almas. Una ciudad. Es lo que amamos”. Con eso queríamos demostrar que esos cubos, que representan a una centena de almas, son parte de la vida cotidiana de una ciudad. Porque también son cien ambientes de una ciudad (Martín).
- ¿Y llegaron a tiempo para presentarlo?
- ¡Justo! Yo entraba a una clase de Alemán. Así que lo dejé a él con eso y rajé para el instituto. Y después él lo mandó desde su casa, porque tampoco pudimos hacerlo de la universidad (Leopoldo).
- Todo fue así (risas). Empezó a andar mal Internet y quedaban dos horas para mandar el proyecto. Me fui a mi casa y una hora antes que venciera el plazo conseguí mandar todos los archivos (Martín).
- ¿Qué edades tienen ustedes?
- Yo 24. Los chicos de San Martín 23 y 21 (Leopoldo).
- Y yo también tengo 21 años (Martín).
- ¿Cuál es el próximo paso, luego de haber presentado la obra en Buenos Aires?
- Ahora, en realidad, no nos hemos movido mucho porque tenemos muchas obligaciones. Y además fue todo muy raro: presentamos el proyecto y un día sonó el teléfono: “Te llamo por el concurso, son finalistas…”, ¿entendes? (Leopoldo)
- Pasaron como dos semanas de los plazos en los que se anunciaban los resultados. Ahí pensamos: “Listo, chau”. Después ni nos acordábamos. Y un día Leopoldo faltó a clase, porque estaba enfermo, y me llamó a la noche, y me dijo: “Che, loco, me acaban de llamar que estamos en la final”. (Martín).
- ¿Y se podrá ver esa instalación aquí en Mendoza?
- Sí, seguro. Y más después de haber ganado esa mención. Nos anima un poco más, claro (Martín).- Hay posibilidades. Y si fuera así sería increíble para nosotros. Si bien estudiamos para construir casas, esto es parte del diseño y del arte (Leopoldo).
- Me pregunto y les pregunto: ¿qué opinarán los “artistas” mendocinos, que funcionan como tribus o sectas, sobre ustedes, que, sin pretensiones y muy jóvenes, ya tienen semejante consideración?
- (Ríen ambos con carcajadas). Yo sé, yo sé lo que van a decir. ¡Te matan! (más risas). Yo antes pintaba, iba a un profesor. Y él tenía otro alumno, que era una persona grande. Y este alumno se había hecho una tarjeta que decía: artista plástico (más risas). Y un día el profesor me dice: “Te voy a decir algo: este pelotudo, ¿qué se cree? ¿se cree que ya es artista? He viajado medio mundo tratando de aprender algo y éste viene y a la segunda clase se hace una tarjeta” (Leopoldo).
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