Nito Artaza: "El consenso político de Cobos no se puede ignorar"

Por Mauricio Runno

No es necesario presentar a Nito Artaza, ya que su rostro es familiar para cualquiera. Así como varias de sus acciones públicas, que, sorpresivamente, cambiaron el tono cuando encabezó las protestas de los ahorristas, luego del “corralito”, ese fenómeno que ya hasta por su nombre nos remite a medidas económicas infantiles. Nada fue como hasta entonces en la vida del devenido productor teatral. Conviven en él su trabajo en la industria del entretenimiento masivo y sus responsabilidad cívicas.

La semana pasada visitó en el Senado a Julio Cobos. En este reportaje también habla de otros correligionarios: su padre, su madre, Raúl Alfonsín, Jesús Rodríguez, Enrique “Coti” Nosiglia y Rafael Pascual. Pero no sólo opina de radicales, sino también de justicialistas. Es el testimonio de un imitador bastante original, por cierto.

- Quería preguntarle un detalle. Acerca de su verdadero nombre. En algunos lugares dicen que el suyo es Eugenio Atrasar.

- No, no. Mi nombre es Eugenio Artaza.

- Insisto que aparece ese nombre en algunos sitios.

- Puede ser que sea una broma de cuando me peleaba tanto con Duhalde, con el gobierno, con los propios radicales. Y siempre me han puesto alguna cosa en joda. Pero mi nombre verdadero es Eugenio Justiniano Artaza.

- Es reacio a hablar de su vida privada. Extraño, en un ambiente, en donde parece que nadie quiere ir a acostarse sin una cámara por medio.

- Bueno, yo casi nunca he hablado de mi vida privada. Y lo sigo manteniendo, además. Nunca he escondido nada de mi vida pública. Tanto de situaciones artísticas o políticas. Por supuesto que estoy expuesto a que me critiquen o a recibir adhesiones. Pero la vida privada me parece que es un derecho que está protegido por nuestra Constitución. Y así debe serlo. La vida privada de los hombres sólo debe estar juzgada por Dios. Hasta está exenta del juzgamiento de los magistrados. En consecuencia a mí me gusta mantener esa privacidad.

- Hay que ser una persona muy equilibrada para mantener esta actitud. Es una verdadera tentación, atendiendo, además, a la realidad de ciertos medios de comunicación.

- Los medios en general, y los artistas, se prestan siempre a eso. Digamos que se exponen a un límite que ya es indefinible. Ni siquiera le ponen límites a la prensa, por un supuesto beneficio personal o artístico. No creo que sea eso lo que corresponde. Si uno tiene algún mérito o no, debe ser en su actividad. En la mía, como artista, o como productor teatral o como actor social, cuando se produjo el tema de los ahorros, o en mi actividad política como militante de la UCR. Creo que con eso ya se logra una exposición que puede ser juzgada, pero siempre en forma pública. Insisto: soy muy celoso de la vida privada. Sin desconocer que hubo otras personas que sí hablaron de mi vida privada. Y he respondido acudiendo a la justicia.

- Una curiosidad de su juventud, por lo menos, interesante. Más aún cuando proviene de una familia con muchísima conciencia política por parte de sus padres. Usted se inscribió en el Colegio Militar. ¿No parece un contrasentido?

- Sí. Y felizmente mi papá no alcanzó a saberlo (risas). Fue en 1977. Ya había muerto mi padre. El tuvo una larga trayectoria política. En realidad aquello obedeció, no diría por la moda, pero eran los años 77 y 78, donde parecía que los militares, lamentablemente, y digo lamentablemente porque es como si hoy nos gobernaran los bomberos…

- ¡Una moda medio macabra!

- Una moda macabra de esa época, sin dudas. Y parecía que estaban más de moda los militares. Pero, en realidad, lo que estaba mal eran los militares en el poder. Y haciendo esas cosas que nosotros después nos pudimos enterar: las violaciones de los derechos humanos. Pero la verdad que en esa época, año 77, cuando rendí para ingresar al Colegio Militar de la Nación, tenía otro espíritu. Que estaba lejos de compartir con el que tenían algunos militares de esa época.

- Sus antepasados han sido militares, ¿cierto?

- El hermano de mi abuelo combatió en la Batalla de Curupayti, en la Guerra del Paraguay. Y asistió a Dominguito Sarmiento en sus últimas horas. Esto aparece en los libros de historia. El asistiendo al hijo de Domingo Sarmiento en su agonía. Quiero decir que tengo una historia de militares dentro de mi familia. También tengo otros tíos. Y quizá eso haya influido. Pero la verdad que cuando me inscribí en el Colegio lo hacía con un afán de servir a mi país y no con ese espíritu desgraciado de aquellas épocas de golpes militares. Al contrario, porque mi familia tenía tanto pensamiento político, permanente, tenía muy claro cuál era el rol de las fuerzas armadas. Digo afortunadamente, un poco serio y otro poco en chiste, que mi padre no me vio, porque él falleció un mes después del golpe de Estado de 1976. Y estaba muy entristecido por el nuevo golpe militar. A veces me encuentro con algunos compañeros del Colegio Militar, algunos ya son coroneles, tienen mando de regimiento, y hablamos mucho de eso: el espíritu nuestro en aquella época era absolutamente distinto de los que tenían más altas responsabilidad en el ejército.

- Convengamos que el rol de las fuerzas armadas, en una sociedad civilizada, es importante. Ahora, que esas fuerzas puedan dominar la escena política y decidir sobre asuntos públicos, es bastante poco civilizado.

- Es un delirio. Yo siempre les explico a mis hijos que aquello fue como si hoy nos gobernaran los bomberos. Los golpes militares no tienen justificación, ni aún en un estado de desorden interno.

- Tengo entendido que votó por primera vez en 1983.

- Así es. Y voté por Oscar Alende. El candidato del Partido Intransigente.

- ¿Es ahí que comenzó su relación de amor-odio con el ex presidente Alfonsín?

- (Risas) Debe ser. Y es más: yo le confesé al propio Alfonsín que había votado a Alende. Y él me dijo: “Bueno, no hizo mal” (risas). Voté por Alende porque mi viejo terminó en la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente). Mis padres habían militado toda la vida en la UCR. Incluso los enterramos a los dos con la bandera radical. Y yo no podía empezar a militar en otro partido que no fuera la UCR.

- Sin embargo, hace un tiempo, Mauricio Macri le ofreció ser candidato de su lista de diputados.

- Claro, en aquel momento después del corralito. Ahí no tenía ni siquiera que hacer campaña. Y cuando me hizo el ofrecimiento lo primero que me tiró fue el corazón, el sentimiento. Y le dije: “Voy a empezar primero en la UCR, que es el partido de mis viejos”. Y además porque yo creo que es un partido humanista y democrático, que todavía le puede servir al país. Por entonces, cuando Macri me ofreció encabezar su lista, era el peor momento de la UCR: después del desbande de De la Rúa. Pero me parece que me fui un poco de la pregunta (risas).

- Lo que parece curioso es que desde temprana edad cívica haya confrontado con Alfonsín. Ese amor-odio...

- Yo te comento el amor-odio: mi madre murió al lado de una foto de Raúl Alfonsín. Y después yo comencé mi carrera política, como candidato a diputado, con Cristian Caram, que era muy crítico con el accionar de don Raúl. Ahí entonces el alfonsinismo vio en mí un enemigo, dentro de esas internas que tiene la UCR. Pero en realidad siempre rescaté el espíritu democrático de Alfonsín. Y lo he visto en varias ocasiones. Pero el alfonsinismo digamos que siempre me mira con cuidado. Y siempre me ha palpado de ideas (risas).

- ¿Lo ha visto a Alfonsín, últimamente?

- La última vez me citó a su casa. Porque yo había ido a un homenaje que le habían hecho a él. Y allí hubo alfonsinistas que me increparon. Entonces después me llamó para saludarme. Y fui a su casa. Y me dijo (imita la voz de Alfonsín): “Bueno, mire, usted comprenda… nosotros no sabemos para qué lado puede estar yendo usted. Un día lo veo con Juan Carlos Blumberg y otro día con Raúl Castells” (carcajadas). Lo que quiero decir es que me habló como tomando examen, para saber por dónde va a ir este muchacho (risas). Una vez en chiste también me dijo (vuelve a imitarlo): “Alguna razón debe tener. Si vos hubieras ido al peronismo ya serías embajador en Estados Unidos” (carcajadas).

- ¿La UCR es muy exigente desde lo ideológico?

- Es un partido con mucha exigencia en ese aspecto. Y no me parece mal. Yo creo que el partido tiene mucho por darle al país. Por eso tuve una reunión con Cobos hace poco. Entiendo que se empieza a construir de nuevo con aciertos. Y el vice-presidente ha tenido un gran acierto político.

- Enseguida volvemos sobre Cobos. Pero es que hablando de estas internas interminables en el radicalismo, hace poco más de un año usted convocó a desplazar a los “impresentables” de la Unión Cívica Radical: Jesús Rodríguez, Enrique Nosiglia y Rafael Pascual.

- En muchos lugares me han puesto frases descalificadoras, con respecto a esos tres dirigentes. La verdad que yo creo que deben ocupar otros roles. Y yo no soy quién para discriminar a nadie. Pero los enfrenté en tres internas, democráticamente, dirimimos posiciones, y las perdí (risas). Pero déjeme decirle algo: para mí no son “impresentables”. Esa palabra descalificativa no la usaría porque conozco a los tres dirigentes y conozco la inteligencia de esas tres personas. Pero no coincido con el pensamiento político de tener una idea piramidal. Ellos siempre dicen: “nosotros pensamos…”. Bueno, en ese nosotros no incluyen otros pensamientos de otros dirigentes. Y me parece que no han permitido un recambio. Creo que tiene un excesivo celo de pertenencia. Y a veces parecen dueños del partido, como si fuera una empresa.

- Tres elecciones internas, tres perdidas. ¡El aparato del radicalismo en Capital está intacto!

- Está muy debilitado. Sobre todo después de 2001. Porque la UCR tiene una deuda de gestión, de administración, con la sociedad. No sé si una deuda moral, pero sí de administración. Y estos dirigentes, desde el 83 hasta acá, tampoco han sabido adaptarse a los cambios. Sin embargo no dejo de destacar que tal vez lo hicieron por equivocación y no por mala fe. Y siempre los he respetado porque son mis correligionarios. De hecho he perdido las internas pero luego los acompañé en cada campaña. Es la lógica de la democracia. Y fíjese: la UCR es uno de los pocos partidos en Argentina, quizá el único, que realiza elecciones internas. A veces son tan criticadas, y sin embargo es la forma más democrática de dirimir una idea, una posición política. Y no a dedo, o en una habitación matrimonial, como hace el justicialismo. Dicho esto con todo respeto.

- ¿Qué es lo que sabía de Julio Cobos antes de las últimas elecciones presidenciales?

- Sabía que era un dirigente radical, gobernador de Mendoza. Que había tenido actuación en el campo universitario. Y en principio yo no he coincidido con él, en el sentido que no quería que el radicalismo acompañase al kirchnerismo. Me pareció que el rol que nos había dado la sociedad era el de oposición. Y ser alternativa. Porque, en caso que este barco se hundiera, y estábamos todos juntos, dejábamos sin alternativa al país. Por eso no coincidía en acompañar al kirchnerismo. Y hoy, que Cobos le puso un límite al gobierno, creo que ha construido un acierto. Y quienes creemos que hay que reconstruir un partido de oposición no podemos dejar pasar lo que ha sucedido. Es la forma de tener una alternativa preparada. Para evitar que la Argentina se gobierno con un partido único. Y Cobos estuvo en el lugar preciso, en el momento preciso. Y desde ese lugar le doy la razón. En el sentido que acompañó al gobierno y desde ahí pudo incidir para hacerle un bien a la sociedad. Porque creo que hubiera sido mucho más grave de lo que es ahora si se hubiera aprobado la resolución 125.

- ¿Siguió la votación del Parlamento por TV?

- Sí. Y la verdad que fue una conmoción, yo no diría que inesperada, pero realmente fue un gran alivio para la sociedad. Y el consenso político que hoy tiene Cobos no se puede ignorar. Uno, como dirigente político, no puede ignorar cuando la gente joven dice. “Uy, éste Cleto es un capo”. A mis hijos yo les tuve que explicar que disentía con Cobos, por lo que dije antes, y lo mantengo. Y se lo dije a él personalmente. No quise ser hipócrita frente a él. Y le dije que en aquel momento no coincidía. Pero también reconozco que, por estar ocupando ese cargo, pudo limitar al gobierno.

- En la reunión que usted mantuvo la semana pasada le anunció que su próximo espectáculo veraniego se llamará “Danza con Cobos”.

- Un poco en chiste, se lo dije. Porque le dije que había ido a ver a los Midachi. Empecé la reunión así: “Mire, yo no vengo a hablar de política, sino a presentarle una queja como radical, ya que primero fue a ver a los Midachi” (risas). Un chiste. Y ahí le dije que al espectáculo le iba a poner “Danza con Cobos”. Pero todo en chiste.

- ¿Pero eso es cierto, lo del nombre?

- Sí, sí. Es cierto. Bah, creo que se va a llamar así. Tengo dos opciones. Esa es una. La otra: “Pingüinos al borde de un ataque de nervios” (risas).

- ¿Tiene buen humor, el vicepresidente?

- Me pareció que sí. Y es muy agradable, porque pensé que quizá no tenía tanto. Y además nos reímos en algunas ocasiones, aunque hablamos mucho de política: situación económica, la inflación, Aerolíneas y también del tema del narcotráfico. Es muy grave lo que ha sucedido con tantas muertes en tan poco tiempo. No puede pasar inadvertido para quienes tienen cargos en el Ejecutivo. Y en un momento nos distendimos. Sucede que hay una foto de San Martín en su despacho, muy grande la imagen. Y está bien detrás de donde él se sienta. Y le dije: “¡Julio, cualquier pilcha te queda bien!”. Se dio vuelta, vio el cuadro, y se rió (risas). ¡Y San Martín está bastante parecido a Cobos! (carcajadas). Y también le dije que no ocurriera aquello de 2001, cuando tuvo que asumir la presidencia del país un senador. Porque si pasaba, y él tenía que asumir, seguramente que nos iban a echar la culpa de todo a los radicales (risas).

- ¿Lo consultó por su proyecto político?

- Sí. Y el vicepresidente tiene un proyecto. Eso es innegable. No sé si por las circunstancias, pero creo que tiene una gran oportunidad y una gran responsabilidad.

- Volviendo la idea de su espectáculo para el verano, ¿Cobos, eventualmente, podría tener allí un monólogo?

- (Piensa y ríe) ¡¿Un monólogo de Cobos?!

- Sí. Pienso en Moisés Ikonikoff, que alguna vez lo hizo. Ahora se suma la incursión de Jorge Lanata en el teatro de revistas. Parece flotar una especie de revisión del género.

- (Ríe). No, no. Yo le puedo hacer chistes al vice. Pero creo que él tiene una misión más importante en el país en este momento. Y no porque piense que no sea importante hacer reír. Pero creo que la expectativa del vicepresidente es otra. Y creo que va a tener un rol muy importante en dos o tres años más.

- Varios porteños que saben que soy mendocino me comentan que Cobos tiene una onda medio Cacho Garay. ¿Lo recuerda a Garay?

- (Risas) Sí, lo recuerdo. Es un humorista, sí (risas). Posiblemente cuando Cobos sale haciendo un comentario en chiste sea gracioso. Y no tiene por qué no serlo. Yo a esas cosas ya no me rehúso porque si yo pude ser candidato a diputado nacional, por qué algún político no puede estar arriba de un escenario, ¿no? Ya que además están todo el día (risas).

- Era una sugerencia: si lo puede llevar a Cobos un par de días por semanas va a llenar el teatro.

- (Carcajadas) No, no. Mire: yo conozco políticos más graciosos. Por ejemplo, Moreno anunciando algún índice del INDEC me parece más divertido.

- Bueno, pero ése hace calentar más que reír.

- (Más risas) Bueno, ahí tiene razón.

- La última. Estuve viendo un video suyo, de los días de mayor conflicto con el campo. En una tribuna dijo que Néstor Kirchner no supera una junta médica. ¿Lo sigue pensando, cuando las cosas parecen estar más tranquilas?

- Yo hace cinco años que pienso eso, sí. Creo que los desatinos que ha mostrado el gobierno, los está demostrando ahora, nuevamente.

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