Juan López, ganador del guión Fiesta de la Vendima 2009


Cronología ni tan cronológica ni tan breve
Por Mauricio Runno
Hace dos viernes, Juan López hacía una buena cosa para él y para el mundo: sabía leer sus textos, como pocos. Cuando dice hacer una buena cosa uno entiende que hace más, otras, pero era ésa, la de ese día, hace dos viernes atrás, en el Hard Lomo, un reducto de los que aún quedan con alta resistencia para el rock y el blues. Cuando dice de los que aún quedan se dice de aquel capaz de tener más personalidad que la de varios cientos más que, con el verano, abren sus puertas. El Hard Lomo está cerca de la Plaza de Las Heras. Las plantas allí son increíbles. Se dice: el ambiente es muy ameno, con plantas de los jardines de barrio: cuidadas, por décadas. Hojas carnosas, plantas bien podadas, queridas. De modo que si se dice eso es para destacarlo entre las decoraciones de los bares mendocinos, que le asignan a las plantas, a los espacios verdes, la misma importancia que los canales de TV por cable.
Juan López leía unos textos en una velada coronada con el show de una banda, de blues, en donde, uno de los tíos de López, el tío Carlos, tocaba la guitarra para los Blues Breakers. Leyó varios poemas y otras varias micro-novelas que él tiene entre sus producciones, sólo una que no conocía, y que tampoco recuerdo ahora. Exponentes como el siguiente:
Tras una larga ausencia, de regreso a casa, el sapo se justificó: “Me fui por las ranas”.
Leyó también la del Rambler, un aviso increíble acerca de la venta del auto de los sueños:
vendo rambler rural porque me mudé y no entra en el garaje
no quiero ver cómo la intemperie termina de arruinarla
vendo rambler como si vendiera parte de mi cuerpo de mi vida
respiro hondo antes de escribir esto
en ese monumento con ruedas esa segunda casa esa segunda cama
en ese auto me desperté a los 14 o 15
(si no me creen pregúntenle a mi prima)
vendo rambler celeste agua pintura originalchapa de mendoza equipo de gas dos tubos de 80 buen andar
no tiene precio esta máquina no voy a explicar cómo llegó a mis manos lo que significa
no puedo imaginar cuánto puede valer
ni quiero saber quién podrá pagar quién se la va a llevar
pero la vendo porque ya dije que no entra en el garaje
y no quiero ver cómo la intemperie termina de arruinarla
respiro hondo escucho ofertas
Leyó otro clásico, la del todo te tiraría, una más de amor. Y son las que recuerdo de aquella noche.
Juan López es de esas personas que te invita a muchas lecturas de poesías, cuentos o charlas en talleres literarios, presentaciones de gorilas en el Zoológico, torneos deportivos internacionales, como un Mundial de Padel, en Junín hace algún tiempo. O sea: es un hombre con iniciativa: curioso vocacional. Nada podría hacerlo sin antes mirar bien. Antes o después está su mirada. No es el orden el que altera.
El lunes pasado, por la noche, en cambio, estaba un poco ansioso. Muy pocas veces lo hablaba, aunque en el tramo final estaba quizá sorprendido de sus expectativas. Inevitablemente, para lo que venga, nada será lo mismo. Y el lunes estaba ansioso, como queriendo que el tiempo pasase rápido de una vez para saber cuál era la suerte de su team-vendimial.
¿Es un enorme premio ganar el guión de la Vendimia? En términos más que prácticos es el concurso relacionado con la literatura más jugoso en cuanto recompensa económica. En otra escala, es tan significativo como para quien gana un guión para una película. Lo cierto que no existe y no existirá (salvo lo que aún no existe) un premio “literario” para un escritor en la región y, digamos del país, de tal magnitud.
¿Es un premio de los llamados “prestigiosos”? No sé. Sólo que, y aquí funciona aquello de lo que no existe o existe, no hay mayor nivel de exposición para un escritor que colocar en palabras la gran fiesta de lo que se supone es el gran centro económico de la región. Se televisa hacia el resto del país y algunas señales internacionales toman esa transmisión (de cualquier modo, esto de la televisación de la Vendimia, es medianamente profesional, mediaaaanamente). La Vendimia es un hecho popular, que ha tenido cultores con mayor gracia, aunque no ha sido, ésta, la característica más agraciada en su historial. De cualquier modo, escribir la Fiesta de la Vendimia es bastante tentador. Y como se dice ahora en los ambientes artísticos, toda “una experiencia”.
Nos hizo creer que no le importaba ganar ese guión. Que no le importaba mucho. Pero mientras estaba escribiéndolo, mandó esta recomendación para leer, según el orden del día del 16 de julio pasado. No está de más aclarar que quien recomienda es porque sabe de sus recomendaciones:
“No es que yo quiera ignorar la afectividad; sino que la afectividad también existe en el comercio. Nunca me gustaron las historias de amor. Casi no dicen nada. No creo en la relación amorosa en sí misma, eso es una invención de los románticos... Cuando se quiere contar una historia más precisa hay que buscar otros caminos. La bondad absoluta no existe, si acaso habría que buscarla en los monjes o en los ascetas, quizá ellos son los únicos que han encontrado una respuesta a la vida, por eso son los verdaderos marginados”. Y el texto recomendador de Juan concluía: “En realidad las relaciones que establecen los seres humanos entre sí son cínicas aunque teñidas de afectividad. Eso es lo que complica todo y al mismo tiempo proporciona argumentos que permitirían seguir escribiendo durante toda la vida. Lo verdaderamente interesante es captar la variación que existe entre cinismo y afectividad, entender cual es el juego de proporciones. No hay nada más cínico que las películas sentimentales; yo prefiero el cinismo manifiesto”.

Juan López mandó estos textos de Bernard-Marie Koltés (que ya murió, como corresponde, y en París, como corresponde, en 1989). Y en el medio me prestó otro libro, otro gran autor, ratificado y amplificado por su suicidio, hace apenas meses. Es que de las búsquedas del inagotable buceador de raros peinados nuevos surgió David Foster Wallace. “Tiene mi misma edad. Se suicidó. Leí eso y pedí tres libros de él”, explicó Juan. Y después otra de libros. Para comprobar que es un tipo de carne y hueso, se enfermó, quedó estaqueado. Me pareció un mal chiste en ese momento, pero quedó como algún personaje del libro que él estaba leyendo en su convalecencia: “Una excursión a los indios ranqueles”.
El lunes después-después de la medianoche se fue tan ansioso como había llegado, aunque parecía menos perturbado. El martes hizo mutis por el foro. El miércoles, de tarde, llamó, diciendo que quería que supiese que había ganado la Vendimia. Y no me dijo más porque estaba muy contento, feliz, emocionado: parecía un espectador de lujo. El jueves volvió a visitarme, en la siesta. La noticia ya había salido en todos lados y respondía reportajes desde su black berry con un vértigo casi de niño. Charlamos un rato. Se fue porque debía estar en otra nota, en la tele.
No tengo idea si la próxima fiesta estará buena o no. No sé lo que dirán aquellos que escriben sobre la fiesta, y que siempre piden cambios , y que no han abusado del conde de Malpedusa en "El Gatopardo". Lo que sí sé es que de aquí a la Vendimia restan, por lo menos, descubrir cuatro o cinco escritores más. Y que ahora nos encontramos abocados a “Siete hombres”, de Max Beerbohm, de la colección “New York Review of Books”. En la traducción de John Updike, mucho mejor. Hace dos días Juan López me dijo: “¡Lo buscamos, claro!”. Y en eso estamos. Si alguien ayuda, mucho mejor.

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