Borges entre la quietud y el movimiento
Foto María Kodama (Muestra Atlas de Borges, expuesta hoy en Ginebra)
Por Mauricio Runno
Para quienes no lo saben hace pocos días el panorama cultural argentino pareció despertar de una pereza y modorra, inédita, la modorra y la pereza actuales. Y cuando el avispero es cascoteado la mayor víctima es la abeja reina, que ve, ciertamemente, avasallado sus confines y los dominios. La noticia circuló, primero, en los medios de comunicación, y luego, cuando debía institucionalizarse, ni siquiera ingresó al Parlamento. A nadie le sorprende que las cosas importantes se conviertan en un experimento mediático antes que en leyes o en debates de mayor envergadura.
Porque fue la diputada peronista María Beatriz Lenz la que se ofreció a los medios ante un pre-pre-pre proyecto de ley, o sea, ni siquiera un proyecto como tal. Fue una idea, muy al estilo de las ideas en la Argentina: a la marchanta, a la que te criaste, lo atamo con alambre lo atamo. Pues bien, la legisladora, que, además, cuentan, ha sido muy afecta a los temas culturales en la Cámara de Diputados, propuso, o se proponía, repatriar los restos de Jorge Luis Borges. Era una especie de iniciativa –poco feliz por cierto- para “conmemorar” los 110 años de nacimiento del escritor en agosto próximo.
"Es cumplir con lo que Borges quería, no hacemos más que tomar su palabra. Él manifestó a lo largo de toda su vida el deseo de que sus restos descansen en el cementerio de la Recoleta, como los de sus mayores", explicó el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Alejandro Vaccaro. Vaccaro es uno de los coleccionistas más importantes, acaso el más importante, de Borges en Argentina. Su tarea, en ese aspecto, es tremenda, ya que sus pesquisas y búsquedas lo han llevado por los senderos que se bifurcan en la obra del maestro. Es lícita su pasión, así como su esfuerzo, que no siempre ha sido reconocido en su cabal dimensión. Después de todo, si la lengua española debiera resumirse a un grupo de cultores magistrales, no hay duda que Borges encabeza esa nómina. Si este país, el mismo de la marchanta, etc., etc., a veces es respetado en ciertos sectores de otros países mucho se lo debemos agradecer al talento expresado por Borges.
Y algo de ese reconocimiento tan escaso de Vaccaro se deba quizá a otro entuerto, bien nacional y popular: las peleas. Nadie debe ignorar que el coleccionista y también escritor mantiene un enfrentamiento cas sanguíneo con María Kodama. Y que esa lucha es histórica, aún con Borges en vida. Sólo ellos sabrán la trama más sincera, aunque no es demasiado difícil suponer que se trata de un absurdo que orilla la torpeza. Y ni siquiera la torpeza, sino el egoísmo, porque, al final de cuentas, Borges no es de nadie y es de todos. Si hasta Hugo Chávez lo citó en su discurso greco-romano del domingo pasado. Claro que una lectura mucho más tropical de los mejores días de la Roma imperial.
En algunas culturas antiguas aconsejan no molestar a los muertos, ni andar trasladando sus restos, muchos menos traquetear sus cenizas. Hay toda una historia de hombres célebres , varios escritores, que, tras el último suspiro, ni siquiera así pudieron sentar sus reales en paz. Pensemos en los peregrinajes de Lord Byron, quien dejó su corazón en Grecia y el resto fue “deportado” al Reino Unido. En Argentina nuestros muertos más famosos han debido pasar una serie de inquietas iniciativas, que incluyen amputaciones, pérdidas, secuestros y sospechas varias alrededor de una cultura necrofílica sin explicación (Juan Domingo Perón es el paradigma del siglo XX; Juan Lavalle en el XIX).
Legisladores, escritores y entusiastas propulsores: dejen a Borges donde está, en el no menos merecido cementerio de Plainpalais en Ginebra (llamado el cementerio de Los Reyes). Hágase la voluntad de sus lectores, nosotros, que no entendemos de repatriaciones, tal vez de tanto leer aquello escrito por el maestro en ocasión del Premio Cervantes: “me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal”. Y si aún así no bastara es oportuno repasar que un mundo ideal precisa más lectores de Borges y no tantos reconocimientos ni iniciativas antiborgeanas, como plaquetas, mausoleos o repatriaciones. Si está cerca de Suiza puede visitar la exposición "El Atlas de Borges" en Uni-Dufour, Rue du Général-Dufour 24, Ginebra.
Porque fue la diputada peronista María Beatriz Lenz la que se ofreció a los medios ante un pre-pre-pre proyecto de ley, o sea, ni siquiera un proyecto como tal. Fue una idea, muy al estilo de las ideas en la Argentina: a la marchanta, a la que te criaste, lo atamo con alambre lo atamo. Pues bien, la legisladora, que, además, cuentan, ha sido muy afecta a los temas culturales en la Cámara de Diputados, propuso, o se proponía, repatriar los restos de Jorge Luis Borges. Era una especie de iniciativa –poco feliz por cierto- para “conmemorar” los 110 años de nacimiento del escritor en agosto próximo.
"Es cumplir con lo que Borges quería, no hacemos más que tomar su palabra. Él manifestó a lo largo de toda su vida el deseo de que sus restos descansen en el cementerio de la Recoleta, como los de sus mayores", explicó el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Alejandro Vaccaro. Vaccaro es uno de los coleccionistas más importantes, acaso el más importante, de Borges en Argentina. Su tarea, en ese aspecto, es tremenda, ya que sus pesquisas y búsquedas lo han llevado por los senderos que se bifurcan en la obra del maestro. Es lícita su pasión, así como su esfuerzo, que no siempre ha sido reconocido en su cabal dimensión. Después de todo, si la lengua española debiera resumirse a un grupo de cultores magistrales, no hay duda que Borges encabeza esa nómina. Si este país, el mismo de la marchanta, etc., etc., a veces es respetado en ciertos sectores de otros países mucho se lo debemos agradecer al talento expresado por Borges.
Y algo de ese reconocimiento tan escaso de Vaccaro se deba quizá a otro entuerto, bien nacional y popular: las peleas. Nadie debe ignorar que el coleccionista y también escritor mantiene un enfrentamiento cas sanguíneo con María Kodama. Y que esa lucha es histórica, aún con Borges en vida. Sólo ellos sabrán la trama más sincera, aunque no es demasiado difícil suponer que se trata de un absurdo que orilla la torpeza. Y ni siquiera la torpeza, sino el egoísmo, porque, al final de cuentas, Borges no es de nadie y es de todos. Si hasta Hugo Chávez lo citó en su discurso greco-romano del domingo pasado. Claro que una lectura mucho más tropical de los mejores días de la Roma imperial.
En algunas culturas antiguas aconsejan no molestar a los muertos, ni andar trasladando sus restos, muchos menos traquetear sus cenizas. Hay toda una historia de hombres célebres , varios escritores, que, tras el último suspiro, ni siquiera así pudieron sentar sus reales en paz. Pensemos en los peregrinajes de Lord Byron, quien dejó su corazón en Grecia y el resto fue “deportado” al Reino Unido. En Argentina nuestros muertos más famosos han debido pasar una serie de inquietas iniciativas, que incluyen amputaciones, pérdidas, secuestros y sospechas varias alrededor de una cultura necrofílica sin explicación (Juan Domingo Perón es el paradigma del siglo XX; Juan Lavalle en el XIX).
Legisladores, escritores y entusiastas propulsores: dejen a Borges donde está, en el no menos merecido cementerio de Plainpalais en Ginebra (llamado el cementerio de Los Reyes). Hágase la voluntad de sus lectores, nosotros, que no entendemos de repatriaciones, tal vez de tanto leer aquello escrito por el maestro en ocasión del Premio Cervantes: “me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal”. Y si aún así no bastara es oportuno repasar que un mundo ideal precisa más lectores de Borges y no tantos reconocimientos ni iniciativas antiborgeanas, como plaquetas, mausoleos o repatriaciones. Si está cerca de Suiza puede visitar la exposición "El Atlas de Borges" en Uni-Dufour, Rue du Général-Dufour 24, Ginebra.
Comentarios