Bill Clinton. los paisajes de Agrelo y el profesor Triviño

Por Mauricio Runno
Anoche, en Jacksonville, Florida, comenzó la reunión preparatoria de la Clinton Global Iniciative (CGI), que resolverá lo que se discutirá, en setiembre próximo, durante el encuentro anual de uno de los mayores eventos planetarios acerca de la responsabilidad social y ambiental, espacio promovido por el ex presidente Bill Clinton.
El prolegómeno, que se extenderá hasta el fin de semana, reúne a 50 líderes mundiales de negocios, sociedad civil y sectores públicos. No hay argentinos entre los invitados. Sin embargo, la presencia latina se asegura con Carlos Domínguez, de la compañía Cisco, y el rey de la publicidad de Brasil (Agencia Africa), el bahiano Nizan Guanaes, que cubre el evento, además, para la revista Veja. Algunos otros que integran los paneles de discusión: la fashion style Donna Karan, Anthony Bugg-Levine (director de Rockefeller Foundation), Margaret McKenna (preside Fundación Wal-Mart) y Derek Yach (vicepresidente de Políticas Mundiales en Salud, de Pepsi).
Hay un mundo en crisis, vaya novedad, que ahora se renueva con el fracaso estrepitoso de un modelo y un sistema que parece necesitar nuevas soluciones para viejos problemas. Es que la crisis, o sea, esa idea de inestabilidad, deterioro, es más vieja que la de la crisis económica dominante: el planeta está siendo devastado por nosotros mismos desde hace décadas. Bosques arrasados, ríos que quedan en el recuerdo, cambios climáticos inesperados, polución ambiental, el agujero de ozono seriamente amenazado, desertificación de suelos. Y no hay allí capitalistas, no capitalistas, ricos, pobres, peores o mejores desarrollados: el planeta es la única casa, el lugar donde todos hemos venido a parar.
De allí que es importante la discusión de algunas ideas, que, quizá, puedan imponerse en un mundo menos violento, agresivo, y definitivamente equilibrado y autosustentable. Pero, para ello, se debe estar dispuesto al cambio. “Nosotros trabajamos duro para enseñarles a los niños. Ahora es tiempo para dejar que nuestros niños nos enseñen”, ha dicho el publicista Guanaes. Y concluye: “Adultos, estamos a tiempo de comenzar a oír y aprender con ellos”. Esta iniciativa de Bill Clinton trabaja desde 2005 y entre sus logros ha sido responsable de crear 270 microinstituciones financieras que ayudaron a cerca de 3 millones de empresarios a comenzar y desarrollar un proyecto bajo esta temática ambiental.
Si alguien trabaja para frenar las emisiones de carbono, alimentar a niños con desnutrición y tratar comunidades afectadas por enfermedades tropicales, es muy posible que cuente con el financiamiento y supervisión de la CGI. En Argentina, lamentablemente, muchos de estos temas no tienen espacio en la agenda pública y muy raramente en la que marca el ámbito privado. Por varias razones deberíamos ocuparnos, ya que nuestros recursos naturales resultarán estratégicos, de cara a la nueva conformación de bloques hegemónicos.
Esta semana, en Mendoza, comenzó a tomar estado institucional la defensa ambiental y paisajística de regiones vinícolas, como el caso de Agrelo, de donde surgió el reclamo de leyes para proteger la naturaleza y fomentar desarrollos más lógicos y armónicos. Definitivamente la Fiesta de la Vendimia expande su poder de influencia. Este pareciera un tema menor, ante tanta urgencia, aunque siempre por algún lugar hay que empezar la tarea. Una de las particularidades sobre este pedido es la coincidencia que existe entre la mayoría de los bodegueros locales, mendocinos, y los extranjeros que han llegado con sus inversiones hasta ese rincón de privilegio.
Claro que si el asunto es referirse a tareas, responsabilidades o deberes o, en este caso, a mandatos y convicciones firmes, sirve recordar al antropólogo Luis Triviño. En setiembre pasado llegué hasta su casa para realizarle un reportaje. Transcribo el final, que tiene actualidad debido a su muerte, ayer, en donde se refirió, precisamente, a la muerte:
–¿Pensó en su epitafio?
–(Piensa) No, la verdad que no. Respecto de la muerte tengo cada vez más arraigado el concepto de Epicuro: la muerte llega y llega y vamos a la nada. No hay alma, no hay espíritu. De manera que tengo una actitud muy serena ante esa posibilidad, además que uno se va enfermando cada vez más (risas). No he pensando en epitafios, no. Pero he hablado con amigos, familiares e incluso con un escribano: después de morir quiero que me cremen. Entonces no hay epitafio que valga. Y que las cenizas, en cualquier caso, las tiren en el desierto de Lavalle (más risas).
–¿Está expresamente aclarado todo este proceso?
–Sí, sí. Mire, cuando uno se va liberando de todos esos horrores, como el castigo, el mundo futuro, el demonio, la culpa, va asumiendo la vida y la muerte con mucha más serenidad. Es como entrar en la nada.
No está de más apuntar que Luis Triviño, gracias a Dios, era un gran ateo.

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