Monstruo de Mendoza: Monster INC
Por Mauricio Runno
En los últimos días la palabra está en todos lados. No escucho radio ni veo televisión, pero sí he podido asistir a videos de los canales locales. En los diarios, como un mantra, se lee desde el sábado pasado. Y hasta en los diarios, no mendocinos, que uno lee también, se utiliza con frecuencia el término. La palabra que cotiza bastante alto por estas horas es “monstruo”. Tanta frenética repetición es similar a cuando la selección argentina hace un gol en un partido de eliminatorias o del mundial (diferente a medirse con el competitivo fútbol panameño). En ese caso, sea quien haga el gol de la victoria, se tratará de un “monstruo” positivo, un héroe, un verdadero "mostro", como dicen en la popular.
Cuando estaba escribiendo este texto recordé que en mi twitter sigo a una persona que se hace llamar “la nena monstruo”. Con bastante ironía se define así: “Vendedora de buzones. Escéptica por opción, medio boluda por naturaleza”. Por ese estilo de comentarios la sigo en Twitter: siempre me resulta graciosa. No la conozco, salvo por lo que escribe en 140 caracteres. Pero sospecho que, en su caso, lo de monstruo es una coraza, una defensa, justamente, ante tanto monstruo suelto.
Y no es para menos, ya que hay muchos de ellos desperdigados, por lo que se conoce como Mendoza, donde he vuelto a vivir hace un año (y confieso que ya me está dando sopor la estadía).
Cuando estaba escribiendo este texto recordé que en mi twitter sigo a una persona que se hace llamar “la nena monstruo”. Con bastante ironía se define así: “Vendedora de buzones. Escéptica por opción, medio boluda por naturaleza”. Por ese estilo de comentarios la sigo en Twitter: siempre me resulta graciosa. No la conozco, salvo por lo que escribe en 140 caracteres. Pero sospecho que, en su caso, lo de monstruo es una coraza, una defensa, justamente, ante tanto monstruo suelto.
Y no es para menos, ya que hay muchos de ellos desperdigados, por lo que se conoce como Mendoza, donde he vuelto a vivir hace un año (y confieso que ya me está dando sopor la estadía).
Los monstruos de Mendoza son bastante parecidos a los que ahora llaman “el Monstruo de Mendoza”.
Creo que lo que anima tanto la ira pública es lo que desnuda el ser mendocino: aquí hay demasiadas vidas sórdidas, teñidas de miedo y violencia, existencias reprimidas, amargas, movimientos retorcidos, silencio e injusticia. Uno los ve en la calle y parecen todo lo contrario: elegantes, educados, generosos, con buen humor, alegres, casi despampanantes en felicidad.
Creo que lo que anima tanto la ira pública es lo que desnuda el ser mendocino: aquí hay demasiadas vidas sórdidas, teñidas de miedo y violencia, existencias reprimidas, amargas, movimientos retorcidos, silencio e injusticia. Uno los ve en la calle y parecen todo lo contrario: elegantes, educados, generosos, con buen humor, alegres, casi despampanantes en felicidad.
Se suele afirmar, como máxima sociológica, que el carácter de los hombres amparados en las montañas es más hosco y corto de genio, temeroso ante lo desconocido. Son verdades, a esta altura, que parecen tambalear ante la dinámica de un mundo en permanente cambio y mutación. Les encanta presumir de la fiesta de la vendimia gay, pero no van por temor a que alguien los descubra. O la van tan de cancheros que la oficializan, la blanquean, convirtiendo ese espacio irreverente y transgresor en una mezcla de zoológico con tren fantasma.
Por eso en estos días es políticamente correcto llamar “monstruo” a un tipo como éste, que ha vivido una increíble historia de vejámenes, atrocidades y serios trastornos mentales. Parece más bien una cargada: ninguno de los que vociferan contribuye o contribuiría a investigar, no sólo este tema, el de la violencia y el espanto familiar, sino otros más triviales, con menos charming.
Por eso en estos días es políticamente correcto llamar “monstruo” a un tipo como éste, que ha vivido una increíble historia de vejámenes, atrocidades y serios trastornos mentales. Parece más bien una cargada: ninguno de los que vociferan contribuye o contribuiría a investigar, no sólo este tema, el de la violencia y el espanto familiar, sino otros más triviales, con menos charming.
No parece en ellos muy civilizado arrojar nafta al incendio, cargando aún más de espectacularidad una historia, básicamente, muy de mierda. Se los oye o los lee hablando de jaulas, mostrando a la víctima de moda. Y lo exhiben a cara lavada, cuando la justicia ha dispuesto todo lo contrario. No es la justicia la que rige la lógica de los comunicadores, sino la conveniencia. Es que el morbo, junto con la palabra monstruo, son vocablos en alza en el limitadísimo léxico de los medios de comunicación.
Mientras tanto, y en cuanto la ira perdure, la sociedad no podrá reflexionar con inteligencia ante una historia que, lejos de sótanos o escondites rebuscados, ha respirado el mismo aire que el de cientos y cientos de mendocinos. El caso específico no pareciera ser tan importante para una sociedad que pretende ejemplariedad. Y no debiera ser una válvula de escape.
Mientras tanto, y en cuanto la ira perdure, la sociedad no podrá reflexionar con inteligencia ante una historia que, lejos de sótanos o escondites rebuscados, ha respirado el mismo aire que el de cientos y cientos de mendocinos. El caso específico no pareciera ser tan importante para una sociedad que pretende ejemplariedad. Y no debiera ser una válvula de escape.
El miedo en Mendoza es un monstruo grande y pisa fuerte, tanto que fabrica seres tan extraordinarios como temibles. El caso del “Chacal de la Cuarta” no parece sino la cresta de una turbulencia que tanto cuesta aceptar. Los mendocinos adeudan varias materias en la escuela de vida. Y la irrupción de este monstruo no hace más que desnudarlo.
Los monstruos que ustedes matáis gozan, en la tierra del sol y del buen vino, de una muy buena salud.
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