Arquitecto de bodegas Mario Yanzón habla en Colombia sobre su relación con el vino


Como dice el autor de la columna en El Espectador, el colom-biano Hugo Sabogal, el arquitecto Mario Yanzón es "sanjuanino de nacimiento pero mendocino de corazón (...) y es quizás la figura más emblemática del diseño contemporáneo de bodegas en el Nuevo Mundo". La obra rea-lizada en los viñedos de distintos paisajes de Argentina es destacada por este diario colombiano, toda una referencia de la prensa del continente. El columnista aprovecha para realizar un perfil del arquitecto, en el cual el vino es el protagonista. Reproduzco una parte de las opiniones de Yanzón. 







Panorámica Bodega Fournier, una de las tantas obras del Estudio Bórmida & Yanzón.





Los primeros vinos
“Como buen argentino, me acostumbré a tomar vino con soda desde la infancia, siempre a la hora de las comidas. Era una forma de compartir con la familia, sin riesgo de pasarse de copas. De manera que, a estas alturas de la vida, el vino en mi mesa es más importante que el agua. Pero a diferencia de ésta, que es un medio hidratante, el vino es alimento: para el cuerpo y para el espíritu. Es un benefactor de la digestión y de la salud. Nunca he olvidado esta frase de Pasteur: “El vino es la mejor bebida de los pueblos”.

El vino y sus debilidades
“El vino es una bebida que se mantiene viva desde el momento en que se embotella y se transforma con los días, los meses y los años. Empieza fresco y brioso, y termina digno y diluido, casi moribundo”.

Una construcción perfecta
Igual que ocurre en la arquitectura, el vino debe impactar por su equilibrio, por su correlación de fuerzas. Por un lado, está el aroma a fruta fresca, y por el otro, a roble, si se ha añejado en barricas de madera. Sin duda, lo que uno más admira es la fusión perfecta entre estos dos elementos. Pero debo confesar que me gustan los vinos jóvenes y frescos, porque los disfruto sin tener que analizarlos.

Sin término medio
Al juzgar un vino, nunca lo hago como un experto, es decir, no lo descompongo en sus partes para decir qué me parece. Simplemente, obro como cualquier ser humano y digo: me gusta o no me gusta, y ya está.

¿Ser argentino es sinónimo de amar el vino?
No. Hay argentinos que viven sin el vino. Es más: comen asados y empanadas con gaseosas dulces. ¡Qué horror! A diferencia del vino, estos productos no tienen historia, ni aromas, ni sabores de embrujo. No tienen nada para descubrir.

Cepa preferida
Decir Mendoza es decir Malbec. Esta variedad encuentra aquí el mejor terreno y el mejor clima para dar lo mejor de sí. No ha habido otro país del mundo vitivinícola que lo haga igual. Siempre lo he bebido y siempre lo beberé.

La mejor hora para una copa
Beber un vino es estimulante y hay horas especiales para abrir una botella. En nuestro estudio de arquitectura descorchamos un tinto al mediodía y lo acompañamos con algunos quesos. Al atardecer, generalmente tomamos espumante o Chardonnay.

Siempre en compañía
Nunca bebo vino solo; prefiero hacerlo con amigos. Creo que una de las cosas buenas y simples de la vida es compartir la mesa. El vino crea una atmósfera de cordialidad y bienestar, y nunca deja de alegrarnos el espíritu. Por eso he dedicado gran parte de mi vida profesional a construir templos para que ese espíritu no se evapore.

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