Si la montaña no va a Silo, Silo va a la montaña (noviembre 1969)
Silo en Buenos Aires, perseguido por la policía. Referencias a la "manzana loca", a sus deseos de volver a la chacra y su ocupación como electricista en Barrio Norte.
La crónica fue publicada en Mendoza a principios de noviembre de 1969. Sirve para conocer un poco más acerca de un hombre siempre relacionado al misterio y a la simpleza de las cosas, por paradójico que parezca 40 años después.
El artículo en su versión completa:
Silo se ha convertido en líder de un amplio sector céntrico de Buenos Aires
Alto, de figura afilada, blanquísimo, su nombre comienza a serle familiar al habitante de Buenos Aires. Las cuatro letras que lo componen no cesan de brotar pintadas con desprolijidad sobre las paredes de toda la ciudad. El nombre es Silo, su figura encierra por ahora un gran misterio. Su cédula de identidad dice que es argentino, que sí lee y escribe y se llama Mario Rodríguez. Ni mesías, ni santo, ni Dios, Silo nació en Mendoza 30 años atrás. Ayer, a las 19, iba a hablar a “su gente” (unas 10 mil personas, como calculan sus adeptos) en la plaza Once, más de 8 horas antes del acto. Coordinación Federal anunció la prohibición de la disertación, estimando además que en la concentración se reunirían unas 5 mil personas. Pero eso no es lo que más molesta a Silo (que quiere decir “granjero del mundo” y es mote que le endilgaron algunos de sus acólitos más acérrimos); el jueves por la noche, y sin razón aparente, 14 adeptos fueron recogidos debajo del departamento que habita el líder en Bulnes y Arenales, en el barrio de Palermo, y fueron trasladados a la comisaría 21.
En la seccional negaron la veracidad del hecho y aconsejaron dirigirse a Coordinación Federal. Allí no sabía nadie nada. Silo había prometido que si este acto fracasaba –como un acto de protesta ante la incomprensión general- se recluiría en el trabajo de chacra, en su Mendoza natal. Un pequeño libro, llamado “Las enseñanzas de Silo”, escrito por algunos de los amigos de Rodríguez y que contiene un resumen de frases y pensamientos fundamentales que conforman su filosofía pensante, comienza a circular aceleradamente en Buenos Aires, a ser distribuido, mano en mano, en especial, por los habitantes de la especialísima “manzana loca” (Florida, Paraguay, Charcas, Maipú), reducto de intelectuales, pintores, hippies, al parecer, principalísimo bastión en donde se impuso el pensamiento de Silo (no mentir, no dispersarse, ser preocupado y trascendente, ser fiel, perseguir la paz, integrarse, podrían ser las principales normas).
No es la primera vez que un intento suyo para hablar a sus fieles fracasa. Ya ocurrió anteriormente en Córdoba y Mendoza. Autor de tres libros, muy distintos (uno de teatro, la letra de una ópera dodecafónica y un tratado sobre la angustia), Silo suele definirse como “un hombre común con inclinaciones religiosas”.
A partir de ayer, la decisión de Silo, entonces, es una: fracasada su exposición en Plaza Once se recluirá en una chacra del sur. Hasta tanto se seguirá ganando la vida como electricista a domicilio en Barrio Norte, en donde tiene buena fama porque es eficiente y cobra barato.
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