Carlos Alonso en el museo de Bodegas Salentein
Nadie sabe por qué diablos Tupungato se llama así. Y al menos existen tres versiones sobre este asunto.
Vicente Fidel López, el hijo del autor del himno nacional, estudió los orígenes de esta denominación, acaso en sus días de exilio en Chile escapando del tirano Juan Manuel. Y entonces concluyó que Tupungato era más bien una deformación de “Putun-catú”, lo que en lengua aborigen remite a “la punta del techo”.
El polifacético ingeniero, intelectual, militar, escritor, artista, explorador y político mendocino, y quien tuviera destacado rol en la Conquista del Desierto, y que además legara una producción de veinticuatro libros, no otro que Manuel Olascoaga, afirma en el texto “Topografía andina” que, en su criterio, Tupungato refiere, en lengua de los naturales, a “lo que espanta o rechaza”. Por último, una tercera versión, esta salida de Barrera Oro, sostiene que Tupungato es un vocablo que significa “mirador de estrellas”, cuya voz sería “Temongacu”.
Para cualquiera de estos tres antecedentes las versiones bien se adaptan para destacar la inminente exposición del maestro Carlos Alonso, en el museo Killka, justamente allí donde el cerro Tupungato, por momentos, pareciera re-significarse mediante las obras de arte que exhibe día a día y mes a mes. La muestra de Alonso –conste que se trata de un hijo dilecto del Valle de Uco– pareciera también dibujar una curiosa elipsis en la trayectoria del artista. Es que desde su título, “Cielos-Cerros-Caminos”, la exhibición oscila entre aquel paisaje vivido en su tierna infancia, la presencia imponente del Tupungato, y el que también lo espera, hoy, cuando su obra ha sido consagrada y ya cumple décadas de incesante producción artística. El maestro, a los 82 años, contagia vitalidad, talento y pasión.
Vale servirse de un pequeño diálogo protagonizado por el escritor Fernando Lorenzo y un periodista, para referirse a lo que significa que Mendoza vuelva a presentar una muestra de Carlos Alonso. “¿Qué ha querido decir con su novela, ‘Sucesos en la tierra?’”. A lo que el escritor respondió: “He querido decir muchas cosas: que la Tierra gira alrededor del sol, que la sangre circula, que el mundo es redondo y achatado en ambos polos. Verdades que al parecer es necesario seguir repitiendo”.
La hermandad entre Carlos Alonso y Fernando Lorenzo se adapta y hasta uno imagina que esa vieja respuesta podría ser hoy la misma en boca del artista, a la hora de explicar esta exposición que traerá ante nuestros ojos paisajes del Noroeste argentino, otros de Unquillo (la residencia cordobesa y el lugar en el mundo de Alonso) y naturalmente de Mendoza.
Se trata de un verdadero acontecimiento cultural, una fiesta para los amantes de las cosas bellas y sencillas, y por eso mismo perturbadoras. Para celebrar y anticipar este anuncio de Killka, el museo privado de mayor envergadura de Mendoza, recordamos un viejo comentario escrito por el fratello Fernando Lorenzo, en 1968, sobre Carlos Alonso, en ocasión de otra muestra, acaso una épica: “dibujar” una de las obras cumbres de la literatura italiana, la inigualable Divina Commedia. Decía Fernando sobre un vigoroso Carlos Alonso de entonces: “Si por un resquicio de estas ilustraciones se filtra la luz, no la pictórica sino la esperanzada del mejoramiento humano, lo sabe solo Alonso. Lo cierto es que, como hombre, como mago, como creador, sigue combatiendo a los demonios desde un iluminado taller lleno de ventanales donde sus amigos se asoman a mirar Buenos Aires florando en el universo…”.
Cámbiese Buenos Aires por Unquillo y, de verdad, todo se mantiene más o menos inalterable, más o menos, siempre fiel al ojo de mago de ese maestro llamado Carlos Alonso.
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