Razones para ir y no a la Feria del Libro en Mendoza

Feria del Libro en Mendoza, dos puntos. O algunos otros más. Y antes de empezar a escribir, recalar en la vanidad, aquella cualidad más que desarrollada en escritores, artistas y gente con ciertas pretensiones.
¿Dónde actúa la vanidad? En la parte de la creación, inventar un mundo, personajes, una configuración de un universo, el relato de una época o un momento. Sin la vanidad suficiente, como para imponerse con una obra, ante innumerables obras ya pergeñadas y de valor indiscutible, mejor que no escribas, no pintes cuadros ni te animes a nada muy ambicioso en el terreno de la creación. De modo que la vanidad, como casi siempre en la vida, parece ser una de las mejores excusas para inventar algo que nadie necesita, o que nadie piensa que lo necesita, hasta que sí. Aunque para ser más honesto, escribir es un acto inofensivo de vanidad. 
Entonces, dicho esto, alguna vanidad se afecta cuando se participa de un concurso, en este caso, dos concursos literarios. Que ha sido el caso, y por lo cual escribo este post: pues he criticado y critico y criticaré esta Feria del Libro de Mendoza. Una vez participé en una de ellas, invitado por Jaime Correas, para una mesa en la que exponía Ricardo Piglia. Fue hace tiempo. Cuando Piglia no era un escritor indiscutido, como hoy, ni tan popular. Tampoco me han invitado mucho: apenas una vez más, en la que agradecí el gesto, pero no, tampoco participé.
He tratado de ser lo más coherente posible: así que jamás tampoco me presenté a un concurso literario en Mendoza, hasta hace unos meses. Y tampoco he tenido relación con la Feria del Libro. ¿Por qué? La primera respuesta es porque no me ha interesado. Y la segunda es porque he preferido transitar otros caminos y, en general, lo he hecho con gente a la que tampoco le interesan estas cosas. Uno de ellos ha sido el escritor Raúl Silanes, que se ha cansado de recibir premios fuera del país. A propósito, ahora está en Italia, a la espera de un fallo. Y me despide así en su último correo: "Te mando un abrazo y cuidate de la imbecilidad".
Silanes, Piglia. Lo que quisiera decir es que me interesan los escritores que pueden exhibir, además de una obra literaria valiosa, aquellos que también trazan una conducta ética. No sé si esto te hace mejor o peor escritor, pero, la verdad, me siento tentado por esas obras y esos autores. Es un camino más difícil, creo que hasta más empinado, por momentos, pero, al final, y quizá uno no esté aquí, sea el mejor cruce entre aquella vanidad y la creación, entre escritura y ética. Nadie te obliga a escribir un libro, después de todo. Ni siquiera un libro malo.
La Feria del Libro en Mendoza suele presentar un aspecto delirante: en general la organizan tipos y tipas que carecen de sensibilidad artística, que entienden la literatura como ese asunto donde aparecen las musas y los duendes típicos de los libretos de los espectáculos vendimiales, que no han leído ni a Antonio Di Benedetto y que atrasan veinte años en su formación e información. Y, por sobre todo, gente que carece de toda gracia  para organizar algo divertido y serio. Año a año se repiten programas de un embole atómico, al punto que muchos escritores no participan, quizá mas enfrascados en su propia producción que en la valoración. 
Este año, sin embargo, hubo un aspecto que se desató días antes de la inauguración de la Feria. Fue el clásico discurso de uno de estos representantes de la burocracia cultural, ahora devenido organizador de la Feria del Libro. En síntesis, lo que el coso este dijo fue una sucesión de estupideces y ni siquiera literarias, y, desde luego, nada divertidas. Forzó un extraño kirchnerismo cultural, dijo barbaridades que ninguneaban a Beatriz Sarlo (y no le importó que Lanata haya reunido 8 mil personas en evento similar en Córdoba). Cualquiera puede revisar sus dichos si coloca en Google "Martí Sarlo Mendoza". Y aquí comienza el absurdo y una cierta explicación de por qué razón voy a la poronga de Feria del Libro de Mendoza.
Por primera vez, hace unos meses, decidí participar del clásico concurso literario Vendimia. El dinero del premio, 20 mil pesos para novela y 8 mil para cuento, fueron las dos razones casi excluyentes. En especial si se trata de dinero público, del Estado, no del gobierno, sea el que sea. No existe ningún programa oficial, serio, profesional, del Estado, que pueda ser útil para quienes nos dedicamos a escribir, ficción o no ficción, lo que sea. Porque, a diferencia de Martí, a mí me importa un rábano el gobierno, no así el Estado.
Ante sus declaraciones y a pesar de tener dos fallos pendientes en concurso bajo su órbita, critiqué sus dichos, llenos de intolerancia e ignorancia (todo lo que no debe tener una Feria del Libro, pero, bueno, de qué quejarse, si hace meses que también este mismo gobierno ha frenado la importación de libros, entre otros frenos).
Pese a que las bases del concurso explicaban que el fallo estaría a disposición el 30 de septiembre pasado, alguna razón hizo que tampoco esto se cumpliera. De modo que hubo que esperar hasta el 18 de octubre, es decir, ayer, para enterarse de los resultados, que serán dados a conocer hoy, a las 17, como un acto más en la poronga de Feria del Libro. Si hubiera sabido el resultado en el plazo estipulado, posiblemente hoy no estaría escribiendo esto ni decidiendo si ir o no a recibir lo que me toca.
Lo de las demoras en la organización no parece tampoco muy incoherente. Este nuevo centro cultural de Mendoza se inauguró más de un año después de lo previsto, lo que habla bastante poco bien de los previsores. Pero lo más grave, para las finanzas públicas, es que también hubo un desfasaje importante entre lo que se dijo que iba a costarnos y lo que finalmente dijeron que costó. Algo así como más de 20 millones de pesos. ¿Por qué uno debería creer que ese fallo debería haberse ajustado al plazo explicitado y no cuando al capricho de turno lo hizo posible? A veces uno es, además de escritor, un ingenuo importante, por no autocalificarse de pelotudo importante. Pero así están las cosas en Mendoza, con la cultura, la economía y un largo etcétera. El género literario más apropiado para definir a un funcionario hoy sería el de payador o improvisador. Esto, lo que al fin da, es una feria del libro sin escritores, o peor, apenas con los que sólo son del agrado del funcionario de turno. La literatura, entonces, pasa por otro lugar. Y los escritores, también. A menos los que no se dejan hociquear tan fácilmente, con fallos o sin fallos pendientes.
Esta tarde, la poronga de Feria del Libro de Mendoza me dará un diploma por una mención en el género Cuento, por el libro "Los animales hembras", y, de ese modo, me debería sentir reconfortado o más partícipe de esta fiesta. Haber ganado el primer premio no hubiera cambiado mi forma de pensar, pero sí parte de mi economía, que era un poco la gracia de haber mandado estos textos. En el género Novela parece que el jurado distinguió un trabajo que estaba muy por encima del resto, lo que podremos saber recién cuando se publique. Felicitaciones a quienes lo obtuvieron, en todos los géneros, porque, nobleza obliga, cuando se compite esto es lo que puede pasar: ganar, perder, empatar.
Total que un rato andaré por allí, como un extranjero, casi como siempre en esta Mendoza demasiado llena de mierdocinos. Pensaré en Di Benedetto, en Fernando Lorenzo, en Ramponi, un poco en Cúneo, en Julio Gonzalez, en Silanes. Y así será más fácil pasar el rato. También hay otra posible distracción (y en esto siempre pensamos los fóbicos; la distracción). Es que hoy nacía, hace 99 años, el poeta Vinicius de Moraes. Acaso silbe una de sus canciones a la hora de los discursos. Ignoro si habrá canapé.

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