El día que Carmona fue gobernador de Mendoza
Ese día duró 7 minutos pero la cadena nacional hizo que llegase a 23 minutos con 34 segundos. Carmona no habló jamás. Y en ese sentido hay que decir que fue el gobernador más minimalista desde la revolución de Mao: Carmona era, apenas, con pena, un afiche.
Carmona era el representante de una década ganada. No se sabía ni qué década ni que entendía Carmona y sus acólitos por triunfo. No discutían el éxito, en la gobernación de Carmona, porque, a decir, verdad, no discutían los afiches entre sí. Era improbable que una consigna tuviera voz y se enfrentara con otra. Fue la gobernación más mediática que se recuerde: Carmona era un afiche, un sujeta-vestido de mujeres, una especie de pelotudo autóctono, sin querer decir que Carmona lo sea, pero sí que hizo bastante esfuerzo por parecerlo, como el 167 % de los políticos.
Carmona ilusiona. Fue el eslogan de la gobernación más corta en la historia de las revoluciones desde la Primera Junta hasta hoy. Era una especie de diálogo sordo. Ni Stanley Kubrick habría podido filmar tan ilusión ilusionante. Y desde Colombia, unos ex FARC devenidos cultores de la marihuana, advirtieron que el realismo mágico era del Gabo y que con eso eso no se jode.
Carmona ilusiona. Eso decía el afiche y la cadena nacional y popular, que, en verdad, era un puteadero a más no poder de aquellos que no se ilusionaban ni con Carmona ni con la revolución pret a porter ni con casi nada de lo oficial que se vendía como no oficial.
La gente, creo, era eso que no se ilusionaba. Estaban hartos del ciclo vistoso de Argentina: privatizamos, estatizamos, privatizamos, pero, ojo, vamos a volver a estatizar, todos juntos. El afiche no decía que eran ni chicha ni limonada. Y esa era una frase que la cadena nacional, lamentablemente, había obviado con Carmona.
No se pueden recopilar hechos de la gestión Carmona. Fue la suya una gobernación satelital, una gestión que dura lo que que medio partido de la Copa Libertadores en alguna ciudad perdida de la Sudamérica global.
Global, para Carmona, era la dimensión que animaba esos encuentros deportivos. Hay que decir que Carmona se refería a lo global toda vez que quería decir pelota o fútbol. Pero como la cadena nacional no dejó que hablase, este hecho menor jamás pudo aclararse del todo.
Carmona, al fin, se jubiló como gobernador.Y en ese momento muchos más entendieron la importancia de ser un afiche, de no hablar, de no poder hablar, de tener que callarse por una voz más ruidosa y estridente. La voz del estadio, en este caso, que también se pasaba por cadena nacional. Y que era un puteadero que mejor era quedarse con un afiche, inofensivo, tan revolucionario como pedir mas café con leche. Carmona ilusiona, al parecer, fue ni chicha ni limonada, sino eso: mas café que leche.
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