Susana Balbo, el sexo nada débil en el mundo del vino


28-08-2014 | Por Mauricio Runno

En este reportaje, la empresaria de la industria del vino se anima a hablar de lo que nunca: la soledad, la política y lo que debe hacerse en Mendoza y Argentina.

Susana Balbo es lo más parecido a una rock star, si uno considera la cantidad de aeropuertos y ciudades que camina año tras año. También por sus auditorios: la suya es una palabra que se espera con expectativa. Hace poco, en una degustación en São Paulo, una de las ciudades donde más fans posee, dijo que en el mundo es la mujer la que compra el vino, el 70% de las veces. Refuerza así su idea de una gestión distinta en la industria.

Se trata de una mendocina singular, dueña de una trayectoria que hasta podría ser ejemplo en una sociedad de calidad. Trabaja del modo que respira. Y se propone objetivos estratégicos, de mediano y largo plazo. En eso no parece argentina. Su bodega, Dominio del Plata, es una empresa con un objetivo más que claro: exportar. Pero ella, al mismo tiempo, desarrolla otras estrategias para distintas bodegas. Y además, es la presidenta de Wine of Argentina, un conglomerado desde el cual amplifica la voz y las necesidades de una industria gravitante, quizá no tanto en el PBI, pero sí en la generación de empleo.

Cuando fui a verla a Susaba Balbo tenía en mente saber si ella pensaba que Mendoza podía darse un cambio en sus tradiciones. Y así entonces elegir a una mujer como gobernadora. Es lo primero que le dije, mientras la saludaba. Ella es una mujer con varias responsabilidades (su mayor responsabilidad institucional la tiene al frente de Wines of Argentina), sin olvidar que es dueña de una carrera dentro de la industria del vino que la reconoce como pionera, en tanto es una de las primeras mujeres en hacer vino en el país.


 




 




MR- Hasta hace poco era impensado que los argentinos tuviésemos una presidenta.



SB- Habría que ver si eso fue positivo.


MR- Ese es otro asunto. Me refiero al cambio cultural, que surge como impresionante.


SB- Esta situación yo la veía mucho más difícil en Chile, con Michelle Bachelet, que en Argentina. Siempre he tenido la impresión que Chile es un país más machista. A mí me sorprendió más la presidencia de Bachelet que la de Cristina. La de Chile fue una candidatura que fue ganada en varios frentes, con internas de partidos. La presidencia de Cristina fue más previsible que la de Bachelet.


MR- Con el agregado de la vuelta de Bachelet a la presidencia, luego de un período de descanso.


SB- Eso es más impresionante. Yo la he conocido a Bachelet. He tenido oportunidad de tratarla. Y la admiro profundamente. Es una mujer extremadamente humilde, muy, pero muy inteligente, muy preparada. Es un tipo de mujer que a muchas nos gustaría ser.


MR- ¿Por qué?


SB- Demuestra el cariño y el amor por lo que hace, dentro de un equilibrio, una sencillez de su forma de ser, que es realmente admirable.


MR- ¿Cómo la conociste?


SB- Ambas somos miembros de AS/COA y como he sido invitada a dar charlas en esos foros, en uno de ellos estaba Bachelet. También como oradora. Ese primer contacto fue corto y en ese momento no era presidenta de Chile.


MR-¿La admiración por ella fue anterior a este hecho?


SB- Sí, claro. Me apasioné cuando ganó las primeras elecciones presidenciales. Derrotó también una idiosincrasia cultural. Pensaba que sería casi imposible que ganase, porque, además, si bien es un país que tiene una coalición multipartidaria, de donde surge ella, tiene también un gobierno conservador muy fuerte. Y ganó las elecciones muy bien, en primera vuelta. Ahí yo dije: "chapeaux". Esta mujer tiene realmente el coraje y la gallardía de enfrentarse a todo. Hizo tan buena presidencia que se retiró con un 80 % de aprobación.


MR- ¿Cómo les cayó a tus amigos empresarios chilenos?


SB- Los que no la querían al principio terminaron queriéndola. Y eso es meritorio.


MR- ¿Y cómo te impresionó al conocerla y compartir mesa de oradores?


SB- Ella en ese entonces estaba trabajando en la Organización Mundial de la Salud, en laSecretaría de la Mujer. Y dio una charla sobre nuestro rol en la política, según su experiencia al frente de Chile. Recuerdo que yo hablé sobre la mujer emprendedora. Pasaron 6 o 7 meses de aquel encuentro y en uno de mis tantos viajes de trabajo, volviendo de Nueva York, esperaba subir al avión para regresar. Estaba de pie esperando el llamado y en un momento veo a alguien parecido a ella, al lado de una columna. Me preguntaba si era o no, ya que mi grado de despiste es famoso. Me acerqué, la llamé por su nombre y le recordé aquel encuentro. La llamaron y cuando regresó me contó que estaba gestionando un upgrade para viajar en clase ejecutiva. “Te imaginas que con mi sueldo no me puedo pagar una clase ejecutiva. Y como me voy de vacaciones y voy a llevar a mi mamá y a mis dos hijas, si pago clase ejecutiva, me quedo sin dinero para las vacaciones”. Y me siguió contando que con las millas que acumulaba en sus viajes, por su trabajo en la OMS, después pedía upgrade para viajar un poco más confortable.


MR- ¿Y vos que hiciste frente a esta situación?


SB- Yo la miré, mientras le dije: "cuánto desearía escuchar esto en un ex presidente de Argentina". Y me respondió: “los has dicho tu, yo no”. Y sonrió. “Me hago cargo de mis palabras”, le contesté. El asunto es que por tanto viaje que tengo, la máxima categoría de viajero frecuente, el personal de Lan Chile me puso al lado de ella en el avión. Para mí fue un honor. Hablamos casi toda la noche. Y fue un placer inmenso.


MR- Retomo la pregunta: ¿estamos preparados en Mendoza para contar con una mujer al frente de la gobernación?


SB- Claro que sí. Siempre que tenga la capacitación, la humildad necesaria, la ambición de vivir en una provincia mejor y no ambición de poder o de dinero. Y si tiene la capacidad de renunciamiento a lo que todo esto significa.

MR- La idiosincracia de Mendoza se parece, justamente, más a la chilena que a la argentina.

SB- Todo depende de si esa persona se ha ganado el respeto en la sociedad. Lo natural es que si surge una persona para ocupar el Poder Ejecutivo su carrera la mostrará como diputada o senadora. Y honestamente yo no veo de nuestros representantes una mujer que acapare el respeto de toda la población. Pero si hubiera una mujer que lo ganase, por una brillante gestión, porque ha sabido realmente defender a Mendoza, que no sea una de las tantas personas que se han borocotizado, es indudable que podríamos tener una mujer como gobernadora. Si la sociedad viera eso, creo que no tendría problemas en votar a una mujer.
MR- Mendoza ha perdido un poco el rumbo de valores en la elección de hombres públicos.


SB- El país lo ha perdido. Y Mendoza también. Circuló un estudio, no sé si era de Balter o Baglini o de una consultora, en la que se demostraba que el 80 % de los funcionarios del país eran abogados. Y gobiernan sobre todas las áreas de obra pública, educación, seguridad y salud. Y entonces tenemos abogados y contadores conduciendo sobre áreas que no tienen idea.


MR- Y se nota.


SB- Y se nota, claramente. Se ha perdido un poco el rumbo, porque se ha priorizado la llamada política pura. Y se ha olvidado lo que debería ser la idoneidad del funcionario público.


MR-¿ Te han ofrecido ocupar cargos públicos?


SB- (Piensa y ríe) Algunas veces me han ofrecido, sí. ¿Por qué no he aceptado? (Piensa) Porque soy una persona demasiado confrontativa. Voy a terminar peleada con todo el mundo o con un tiro en la cabeza (ríe).


MR- Deduzco que deberías ser gobernadora, para no pelear con ningún jefe.


SB- Nooooo. Si fuera gobernadora seguramente me pelearía con el presidente (más risas). No me van a dar los fondos y me voy a pelear por la coparticipación, que creo que es una de las más nefastas leyes que tiene la Argentina. No podría. Me viviría peleando con todo el mundo. Y me enfermaría. Lamentablemente o no, yo a estas cosas les pongo todo el cuerpo, la vida. Yo no soy de las que pueden surfear la ola. Y pensando esto de si las mujeres podemos ocupar cargos públicos en Mendoza, es conveniente decir que he sido la primera mujer en estar al frente de Wines of Argentina. Es mi tercer período allí. ¿Querés algo más machista que el ambiente de los bodegueros? Soy muy agradecida de todo ese apoyo que he recibido. Porque esa es otra cosa que hemos perdido: de generar nuevas cosas aún en el disenso. Sentimos como que quienes disienten son enemigos. Creo que hemos olvidado que como adultos que somos existen varias versiones sobre los temas. Por lo menos siempre hay dos verdades para una misma visión. Existe un libro, muy conocido, que se llama “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas”. Uno de esos hábitos es que vos sos capaz de ponerte en el lugar del otro y poder vivenciar que hay dos verdades para una misma cosa. Esta capacidad, en Argentina, la hemos perdido. Significa más trabajo llegar al consenso, intentar convencer al otro.


MR- Hay que entender el negocio de la negociación.


SB- Claro. Es recuperar el concepto de negocio: tiene que haber ganancia para todas las partes. Y la ganancia tiene que ser en beneficio del mayor número de personas. Y esta es una visión que requiere de mucha generosidad. Y yo no veo que sea así. Bajo la bandera de beneficiar a lo que menos tienen hoy se los está perjudicando. ¿Hacia dónde fluye el dinero? A los que tienen más capacidad de pago. Es muy injusto el sistema.


MR- ¿Cómo se sale de esta situación?


SB- Acá hay que convocar a un nuevo pacto social. Y reunirnos alrededor del país y de la Mendoza que queremos para dentro de 20 años. Y trabajar todos en una visión de dos décadas. Hay que terminar con estas visiones de 4 años, que es lo que dura cada gobernador. Nos tiene que importar armar un plan estratégico de 20 años. Y que el que suceda a otro continúe las políticas, sino siempre estamos arrancando y jamás seguimos un camino. Y otra cosa que creo debería existir es la profesionalización del empleado público. En los países desarrollados cambia el ministro y el gobernador, pero de allí para bajo se mantiene la estructura. Son todos profesionales, que llegan a esos puestos por concurso, con carrera, con méritos. Sino nuestro destino será vivir de coyuntura en coyuntura, de crisis en crisis.


MR- Cambiando de tema. ¿Llegaste a la vitivinicultura por casualidad?


SB- (Sonríe) Y más o menos. A todos nos sucede que debemos escoger una carrera cuando estamos en plena adolescencia. No sabemos casi nada de la vida. Y yo quería estudiar lo que era más fácil para mí: matemáticas, química, física. Lo que me apasionaba era la física. Leía mucho sobre física cuántica. Y como no existían carreras especificas en Mendoza por entonces, me anoté en Enología. Y cuando descubrí la Bioquímica, la parte biológica, fue fascinante. Y tampoco me cabe duda que si hubiera estudiado Medicina hubiera sido una excelente médica. Hasta el día de hoy, cuando voy al médico o acompaño a mis hijos, les discuto por tal o cual remedio (risas).


MR- Hay una figura bastante poco citada en el mundo del vino. La del padre Oreglia. Fue uno de tus profesores. No muchos saben que estamos hablando del fundador de la enología argentina.


SB- Así es. Fui estudiante con él y te diría que una de sus hijas dilectas. El padre Oreglia me quería mucho, me ayudó mucho y me enseñó muchísimo más. Era un hombre extraordinario. Sabía tanto que era un libro abierto. No dudaba jamás sobre nada. Tengo una anécdota increíble, que demuestra su capacidad. Yo estaba en Salta, a cargo de una bodega, con 24 años. Yo trataba los vinos blancos, en piletas viejas. Les hacía los análisis. Estaban bien de calcio, de hierro, todo perfecto. Sin embargo, filtraba el vino y se opacaba, se ponía medio lechoso. Y no podía encontrar por qué pasaba eso. Esta brillante en la pileta y cuando iba a la botella se opacaba. Los consultaba a mis colegas, al flacoRiccitelli, por ejemplo. “Mirá, flaca, no tengo idea qué puede ser”, me decía. Lo llamo por teléfono al padre Oreglia, desde Cafayate. En esa época tampoco había teléfono por operadora, funcionaba con manivela y tenías que coincidir en los horarios con quien ibas a hablar. Al final lo desperté una noche, casi a las 12. Y le expliqué el problema. “¿Qué placas de filtrado estas usando?”, me preguntó. Le dije la marca. “Ese es el problema”, volvió a interrumpir. Me dijo que las placas eran una porquería porque estaban hechas con hidróxido de calcio y eso es lo que se está precipitando. “Hacele pruebas de calcio al vino para comprobarlo”. Le discutí un poco hasta que al otro día lo hice. Y efectivamente había calcio y ese era el problema.


MR- Sus libros son fundantes y parecen encerrar más que el abc de la industria.


SB- Hasta el día de hoy son prácticos, pragmáticos. Yo cursé las Enologías con otros profesores, pero me tocó rendirlas con el padre Oreglia. Había vuelto a la facultad luego de escribir sus libros. Cuando rendí Enología II me hizo una sola pregunta y con eso me tuvo dos horas rindiendo.


MR- La industria ha olvidado un poco su impronta.


SB- Yo no, jamás. El 1 de agosto, que es el día de su cumpleaños, siempre me acuerdo de él con mucho cariño. Inluso más: él fue quien me casó. No me acuerdo el año que falleció, pero sí el día, el 1 de julio.


MR- ¿Cuál vino era su favorito?


SB- Los tintos. Y le gustaba mucho el riesling de Bianchi.


MR- Estuviste 10 años en Cafayate, muy lejos de la vida urbana y social. ¿Qué hacías entonces, además de unos vinos excepcionales? ¿Cómo ocupabas el tiempo libre, en medio de la montaña y tan aislada de la vida urbana?


SB- Trabajar, trabajar y trabajar. En los primeros dos años trabajaba de las 6 de la mañana a las 9 de la noche. No había mucho más que hacer que eso. Después empecé a hacer locuras, como sacarme el abono del Mozarteum. Entonces me iba a Salta los sábados, compraba libros, iba al cine, veía un poco de civilización (risas). Pero lo del Mozarteum era increíble, porque los conciertos eran los viernes por la noche. Entonces cerraba la bodega a las 4 de la tarde, agarraba el auto, hacía 180 kilómetros, camino de montaña, mitad de tierra, y llegaba al concierto, y cuando terminaba me volvía de inmediato a Cafayate. Ese tipo de cosas así para no estar aislada. La verdad es que también me ayudó muchísimo para aprender a vivir conmigo. Escuchaba música clásica y leía, de Enología, pero también de Psicología. Fue una experiencia maravillosa






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