Casciari en el Selectro, la vuelta al blog y la realidad real


Han pasado 45 días sin entrada alguna aquí. No recuerdo haber dejado suceder tanto tiempo en esta suerte de cualquiercosario. No sé si los blogs pasaron de moda o no. Jamás medí ese asunto, aunque varias veces he debido preocuparme para que se lean los posteos aquí, debido a que se trataba de espacios patrocinados.

No sé si tenga algo que decir ahora en este "cualquiercosario". 

Quizá esperar la obra de teatro que el 25 y 26 de febrero montará Hernán Casciari en un teatro casi de mi barrio: el Selectro. Allí vi, hace décadas, en pantalla gigante The Wall. Y cada vez que paso cerca vuelve a mí la voladura de cabeza que me produjo todo aquella vez.

¿Vuelvo al blog como se vuelve al barrio?

Hummm. No sé. No tengo en claro cuál es mi barrio, sino el registro de varios, en una suma que a veces parece una multiplicación.

¿Vuelvo quizá porque aquí escribo lo que no puedo en otros sitios?

Definitivamente, no.

Pienso que voy volviendo al blog luego de una intensa ausencia, en busca de palabras, textos, imágenes, que siempre me han inspirado. Nunca me he sentido tan a gusto como en este blog. Y esta soledad es para mí la que vale. Escribir aquí me ha entretenido mucho más que bastante.

Ni idea si los blogs o las redes sociales hoy pueden ser, en algún sentido, la voz de los que no tienen "voz". Incluso pensar así me hace cuestionarlo: nunca hubo tanta comodidad y celeridad para expresarse como hoy. 

Vengo de la playa y voy a la playa. Es un tránsito que le ha dado liviandad a un verano especialmente inolvidable. Y hasta el 21 de marzo todavía resta mucho camino por andar, bastante. Lo del día a día es más que una frase hecha.

Leo una novela de esas de otro siglo, enorme, que cuesta hasta sostenerla en las manos por el peso de tantas páginas. Es francesa, la novela y es contemporánea como Instagram. Y me río: siempre he sostenido que la novela como género es norteamericana. No pregunten la razón aunque tengo al menos veinte teorías al respecto.

"Basada en hechos reales", de Delphine De Vigan, es una experiencia insólita. Posiblemente reservada a quienes escribimos sin brillo pero insistimos en esta actividad solitaria: una historia que si no es real bien podría serlo, según lo que voy descifrando en el libro. 

Es como la parra que trepa en una de las ventanas de mi casa. Explosiva e invasora, uno de esos prodigios en los cuales la naturaleza se impone y nos educa.

No voy a estar cuando venga Casciari. Una pena. Espero que alguien después me cuente su nuevo experimento teatral, tan real como la novela que leo, ya que utiliza a sus verdaderos parientes como actores.

Honestidad, brutal. 

Eso ya es como demasiado bueno en un mundo dedicado a surcar el camino contrario.  

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