PASO, ese asunto de los políticos

Por Mauricio Runno

Apenas una semana para saberse dentro de un país con lógica, más allá de los triunfos y las derrotas políticas, que suelen ser tan circunstanciales que creer otra cosa sería desafiar siglos de una tradición en el arte de gobernar o aspirar al poder. Por eso hace 7 días una gran mayoría de argentinos siente que la zozobra ha dado espacio a la lógica.

El país no es el mismo -pese a no conocerse del todo los resultados electorales de un sistema absolutamente prescindible del aparato republicano. Las PASO ni siquiera requieren de una mejora, sino de un pase a retiro más que efectivo. Por sus costos, por su carácter de zoncera, por su endeble aporte al sistema de favorecer opciones electorales. ¿Es cosa de los políticos? Sí: es un jueguito más de la corporación.

Y es la clase de jueguitos que la democracia entrega para no centrarse en temas definitivamente más sólidos y estructurales: educación, salud, desarrollo estratégico. Argentina ha perdido demasiado tiempo en zonceras y la energía debería ser utilizada en asuntos que la democracia ha empeorado o, por lo menos, no ha mejorado.

Para que las PASO continúen como hasta ahora, es decir, como un ajedrez para la corporación política, al menos debería arroparse con la mínima honestidad de excluir su razón ciudadana obligatoria.

Sin embargo, y para adentrarse en cierto aspecto de la real realidad, hay que analizar por qué regresó cierta poética de la lógica a un país que por momentos se enorgullece de su locura. Y en esto sí el resultado de las PASO ha surgido determinante y también condicionante. Y si los guarismos se mantuvieran en las elecciones de "verdad", habrá que pensar en aspectos poco frecuentados por la civilidad argentina, muchos de ellos infartos en el corazón patrio del status quo ("este es un país de locos", por ejemplo).


1) Salvo que se forjara una sucesión de errores graves e interesados, finalmente un gobierno no peronista culminará su mandato constitucional. Y lo que podría ser un detalle aquí adquiere ya tono de hazaña, para no peronistas pero, principalmente, para peronistas. Ese esquema trazado por la mínima garantía constitucional podría hacer caer los límites culturales del fracaso, tantas veces anticipado y concretado. Pero si sucede lo normal la profecía se despojaría de su misión cumplida. Así y como tal, la lógica progresión constitucional también derribará mitos y enterrará a varios dioses paganos, agoreros y portadores del fracaso del otro para creerse mejores que el otro, que en el fondo es uno mismo, tan indivisible como los colores de una bandera. No es ingenuamente alardear de "si se puede", sino una actitud colectiva más simple: nos permitimos rendirnos ante lo lógico, lo normal, lo previsible.


2)  Más que nunca y a tono con los electorados occidentales, el argentino no posee dueños. Y así como en el fútbol, para ganar no basta con colocarse la camiseta supuestamente más importante. Las sociedades reclaman y se expresan, a veces, con más elocuencia que las de sus elegidos. Este desfasaje entre lo que el cuerpo social necesita y lo que sus gobernantes a duras penas suelen ofrecer, en Argentina podría explicarse por el retorno incesante al pasado. Que, en cualquier caso, desnuda la falta de ideas centrales para mejorar el presente y preparar el futuro. También la corporación política debería tomar nota.

3) Si algo viene demostrando la coalición en el gobierno es una muy sistemática capacidad de doblegar a rivales en las urnas. No es un partido nacido del poder (¿o sí, pero no del tradicional?). Pero evidentemente es una fuerza con vocación de poder. Los dos años que enfrenta el gobierno dirán si esa vocación finalmente se traduce en una fuerza de transformación, hasta ahora un bastión -deseado o no- del peronismo como corporación más homogénea dentro de la gran corporación política. Es un desafío más que interesante: el futuro de la nación puede anidar en esta capacidad y actitud de cambio real, doméstico. Sería más que un signo de los tiempos.

4) La crisis del peronismo, sacudido por derrotas que no suelen digerirse, como si este movimiento estuviera predestinado a ser victorioso o peor, exitoso, se relaciona con la ausencia de ideas acordes a la realidad del siglo que transitamos. ¿Buscan un líder? Probablemente no surja hasta que no exista un debate interno prolongado e inteligente, que asegure su no extinción. Un espejo que podría servir para no reiterar un error histórico lo devuelve el radicalismo, un movimiento que flota entre los ríos de la ausencia de ideas, de no identidad. 

5) ¿Qué tanto importa la suerte de la ex presidenta CFK? Posiblemente la misma que contratar un arquero suplente para Boca Júniors o River Plate. El sueño, para ella, terminó. Sus seguidores ya debieran darse cuenta que la fase histórica es otra y que posiblemente también debatir puertas adentro incluya el milenario gesto de la traición. El kirchnerismo es muy probable que haya superado a una de sus fundadores. La gravitación electoral y la capacidad de proponer opciones viables es acaso el mayor ajuste con la realidad para no perderse o diluirse en liderazgos de cartón pintado.

6) Ha nacido el nuevo oficialismo, una importante franja del electorado así lo demuestra. ¿Son el cambio o más bien timoratos de un arte que denostan pero que es tan antiguo o más antiguo que el propio Jesús? La antipolítica nunca debiera ser bienvenida. Ese es el viejo oficialismo. Lo emergente, lo más nuevo en oficialidad, es un creciente interés público por consolidar políticas que mejoren la vida en el país. Más allá de la economía. Esta surgente es la más interesante. La otra, los nuevos oficialistas en los medios de comunicación, en los estrados y hasta en la voluntariosa militancia del buchoneo, es siglo XX, apolillado, oxidado. 

7) Presidente y tocayo: aleje los espíritus triunfalistas, los pedestales de la soberbia del triunfo, y haga de cuenta que jamás existió Raúl Alfonsín. Y si lo tiene en cuenta, se aguarda con bastante ansiedad que haya tomado nota de sus errores. Presidente y tocayo: haga de cuenta que le extendieron un cheque en blanco por dos años y que si la caga, entonces la deuda la pagará usted hasta el último minuto de su vida en este lado de la historia.


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