Justicia argentina: hacete amigo del juez o socio
Por Mauricio Runno
"Hacéte amigo del juez;
No le des de qué quejarse;
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encoger,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse"
Cuando se escribía este libro su autor no podía dimensionar el andarivel histórico que trazaría su obra: la polémica entre los intelectuales de época, Sarmiento, Bartolomé Mitre, Sarmiento, luego en el siglo XX seguiría, con Borges incluido, radicaba en cuestionarse, poner en escena y a partir de la literatura, si la tradición española era el meridiano a seguir o bien el país se merecía un destino propio.
Nacía con el Martín Fierro la figura del gaucho, aquella suerte de sabio de las pampas, desperdigados por las comarcas más remotas de una geografía indómita. Puso en aquel actor una voz nueva en el relato de la Argentina profunda.
José Hernández el autor, era de aquellos hombres de su época y de lo fundante, porque además de escribir fue militar, periodista y político argentino (un fracaso en esta área). Y escribió una obra ineludible, "Martín Fierro", para comprender la génesis nacional. "Hacete amigo del juez", recomendaba Hernández. Y sugiero leer completo este verso, todavía más revelador que la frase popular asociada a las relaciones de la sociedad argentina con uno de sus poderes republicanos.
La justicia en Argentina es, de los tres poderes que sostienen a nuestro sistema democrático, sin duda el menos democrático, el menos competente y el que mayor poder maneja a discrecionalidad, en complicidad con otros resortes de la vida pública, en especial, políticos, pero que abarca a empresarios y a sindicalistas. Incluso varios de ellos suelen ser la parte menos visible de asociaciones criminales. Y los "intocables", al mejor estilo cinematográfico.
Un país en serio y otro bananero, y la Argentina como exponente del bananerismo pretencioso, se diferencia por las posibilidades y oportunidades que ofrecen unos y otros. Cuenta la economía -sus consecuencias, en todo caso, y no si hay más nuevos ricos que la década pasada- y la calidad de sus instituciones. Y no únicamente la seguridad jurídica, ya que varios de los que aquí la reclaman como condición previa a lo serio, lo civilizado, deberían ser revisados en el barómetro del capitalismo de amigotes. Muy pocos de los reclamantes están a la altura de la exigencia.
La justicia regula el comportamiento social y asegura, en definitiva, un orden. Es tan antiguo el asunto que civilizaciones milenarias ya recurrían a un sistema de leyes e interpretaciones que penaba o excusaba a hombre y mujeres en todos los aspectos de la vida pública y privada (lamentablemente). No habrá un país en progreso con este nivel de justicia pública. Y tampoco basta con echar jueces afines a los gobiernos anteriores para reemplazarlos por los amigos del nuevo campeón. En general el sistema funciona así. Y así nos va. Tan horrible es el panorama judicial que las agrupaciones políticas tienen grosera y vergonzante injerencia donde la democracia no los ha invitado. Pero como la noción de justicia es tan despreciable se han colado de prepo, como los guapos del tango. Mucho peor es trabajar de algo en serio y productivo. Es cierto.
En ese esquema ni siquiera magistrados o jueces obrando de buena fe pueden revertir una realidad, a veces percepción, a veces vivencia, que demuestra que todo lo judicializado es plausible de concertación espúrea, de arreglo a oscuras, de entramados fuleros.
¿Podemos bancar una justicia corrupta? ¿Una justicia incompetente? ¿Un sistema familiar de casquivanos medievales creyéndose árbitros de una realidad contemporánea? ¿Por que sostener con impuestos un sistema que privilegia a muy pocos, permeables, encima, a las peores miserias?
Si la justicia es un gato habrá que ponerle el maldito cascabel. Salvo que a los que deben tomar la iniciativa no les interese demasiado un cambio profundo y trascendente.
Un país en serio y otro bananero, y la Argentina como exponente del bananerismo pretencioso, se diferencia por las posibilidades y oportunidades que ofrecen unos y otros. Cuenta la economía -sus consecuencias, en todo caso, y no si hay más nuevos ricos que la década pasada- y la calidad de sus instituciones. Y no únicamente la seguridad jurídica, ya que varios de los que aquí la reclaman como condición previa a lo serio, lo civilizado, deberían ser revisados en el barómetro del capitalismo de amigotes. Muy pocos de los reclamantes están a la altura de la exigencia.
La justicia regula el comportamiento social y asegura, en definitiva, un orden. Es tan antiguo el asunto que civilizaciones milenarias ya recurrían a un sistema de leyes e interpretaciones que penaba o excusaba a hombre y mujeres en todos los aspectos de la vida pública y privada (lamentablemente). No habrá un país en progreso con este nivel de justicia pública. Y tampoco basta con echar jueces afines a los gobiernos anteriores para reemplazarlos por los amigos del nuevo campeón. En general el sistema funciona así. Y así nos va. Tan horrible es el panorama judicial que las agrupaciones políticas tienen grosera y vergonzante injerencia donde la democracia no los ha invitado. Pero como la noción de justicia es tan despreciable se han colado de prepo, como los guapos del tango. Mucho peor es trabajar de algo en serio y productivo. Es cierto.
En Argentina el Poder Judicial en sus variadas versiones y ámbitos de actuación es, sencillamente, una postal de las republiquetas bananeras.
En ese esquema ni siquiera magistrados o jueces obrando de buena fe pueden revertir una realidad, a veces percepción, a veces vivencia, que demuestra que todo lo judicializado es plausible de concertación espúrea, de arreglo a oscuras, de entramados fuleros.
¿Podemos bancar una justicia corrupta? ¿Una justicia incompetente? ¿Un sistema familiar de casquivanos medievales creyéndose árbitros de una realidad contemporánea? ¿Por que sostener con impuestos un sistema que privilegia a muy pocos, permeables, encima, a las peores miserias?
Si la justicia es un gato habrá que ponerle el maldito cascabel. Salvo que a los que deben tomar la iniciativa no les interese demasiado un cambio profundo y trascendente.
Comentarios
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