La justicia menemista kirchnerista a la que Macri debiera no dejarla ser macrista


Por Mauricio Runno

Boudou no es inocente porque hay demasiados hechos y evidencias en su contra, luego y durante su insólito paso por la administración pública. Boudou tampoco es el chivo expiatorio de una gestión de años, ya que, ahora, en su condición de "detenido" y no "preso" (no tiene condena y esa es la diferencia), se arrincona con varios otros que acompañaron el gobierno de Cristina Fernández, a la que me cuesta agregarle el Kirchner. Pero los ribetes alrededor del modo de su detención no son los que le otorgan mayor confianza pública al poder republicano reunido en la Justicia. Más bien, por el contrario, adopta peligrosamente el tono de show mediático. 

Escarnio:  "Del antiguo escarnir, "mofarse". Y este del germánico "skernjan". Burla tenaz que se hace con el propósito de afrentar". ¿Podría definir esta palabra la profusión de fotos, divulgadas casi en tiempo real, los videos ilegales que también fueron parte de un varieté ordinario, el minuto a minuto de un acto que pretende cumplir justicia?

La puesta en escena que rodeó la detención del primer ex vicepresidente en la historia del país ha sido tan grotesca, tan evidente y fuera de contexto, que ha dejado un andarivel interesante para el análisis, acerca del núcleo del poder republicano más resistente a la vida democrática contemporánea. Pasado el escarnio mediático vale la pena detenerse.

Dos salvedades: Boudou no es inocente. Y criticar su forma de detención no me hace partidario suyo ni de sus ideas. Ya tener que aclararlo confirma el estado paranoico de una sociedad bajo sospecha. Pero ojalá sea más simple: intento no hablar de Boudou como sí de la Justicia. De lo que de ella se demanda luego de 34 años de orden democrático. De lo que podría hacer para configurar una sociedad menos desconfiada. Y de la enorme tarea de aceptar que también son ciudadanos, antes que jueces o fiscales. Los que trabajan en la justicia, antes que otra cosa, son también ciudadanos.

Pero, en cambio, el Poder Judicial se siente más cerca de integrar una suerte de reserva moral del país. Y claramente lo hacen notar, casi al estilo de las corporaciones o como si se tratase de una patria irreprochable. Se sabe que los hombres no siempre son justos. Pero en Argentina, además, se sabe que las autoridades judiciales son caprichosas, repentinamente millonarias, pícaramente volátiles, acomodaticias, cómplices y, si calculamos el tiempo promedio de sus sentencias, también ineficaces. 

La maquinaria judicial es bastante comparable con la narrativa de Kafka. Y así como a su novela "El Proceso" se la pudo reconstruir luego de su muerte, otro tanto debería pasar en Tribunales. El texto debería ser lectura obligatoria en las 537.824 facultades de Derecho del país.  

Una forma de entender a la justicia como organización ineludible es sostener que las víctimas son la reserva moral y ética de la sociedad. Es un discurso que abona la izquierda clásica del siglo XX. Nos dicen: Si te roban no está bien, pero tampoco es una tragedia, porque, el que te roba, ha sido despojado por el sistema y vos, el robado, lo has dejado sin otras posibilidades. 

En cierto modo sopla un tiempo más favorable para superar estas posiciones. Pienso: ¿qué fue tan de distinto el grupo kirchnerista "Justicia legítima", sino un grupo de poder enfrentando a otro, ganando y perdiendo posiciones, sin importarles más que "su" guerra santa?. El nuevo horizonte es probablemente una oportunidad para depurar a los hombres y mujeres que sin sonrojarse han sido cómplices de la injusticia y, ahora, ayer, luego de tomarse un caja de alplax, despiertan como paladines de justicia.

La política tiene la gran responsabilidad de haber convertido al Poder Judicial en un factor gravitante para asegurar la buena marcha del realismo mágico y garantizar el pensamiento mágico. 

Ha sido la política la que no ha podido crear algo mejor que estos mamarrachos a los que asistimos, no ahora con Boudou, sino desde hace un lustro, mínimamente. 

El bipartidismo clásico, el PJ y la UCR -que todo lo han arreglado- ha privado al país de construir un sistema judicial democrático, independiente, académicamente irreprochable, insospechado, riguroso, serio. 

La política ha repartido los cargos en este poder republicano como si fuese una gran reunión de camaradas, llamados a sostener una ficción -el Estado es la gran máquina de ficción, para volver a Kafka- y garantizarse negocios, inmunidades, protección. Si ambos partidos ya hicieron crack tal vez sea la hora de oír el eco en los pasillos liberales de nuestra justicia, en todo el país.

Cito a Alberdi, para dejarlo a Kafka quieto, ahora que consiguió dormir.

«¿Por qué la justicia y sus fallas son a menudo la obra del Poder Ejecutivo?, esencialmente porque las constituciones de origen despótico dan al gobierno el poder de elegir a los jueces. En último análisis, quien escribe la sentencia es el que hace y deshace al juez. No basta que el juez sea inamovible: esto es la mitad de la garantía de la libertad de los fallos. Lo principal es que el gobierno no pueda nombrar al juez como no puede removerlo. ¿Por qué el juez, encargado de aplicar la ley no ha de ser, como legislador, encargado de hacerla igualmente independiente del Poder Ejecutivo, tanto en su creación como en su cese?».

El sistema de justicia ha perdido credibilidad en el orden de la ética y en su propio concepto de justicia. Nos conducen a los rutilantes casos, los de alto impacto, pero, aún así, no es suficiente para reclamar una mayor transparencia, que el Poder Judicial evita o, mejor, administra según su conveniencia. 

Muy pocas autoridades le hablan cara a cara a la sociedad. La discreción ya es un paraíso perdido. Aquí transitamos días en que los jueces han elegido la traducción del periodismo. Y el periodismo, tan volátil y acomodaticio, revive en cada primicia parcial, en cada dato interesado, en la difusión ilegal de imágenes o videos. No es la justicia que se impone con espíritu y vocación de servicio, sino la irrupción de un nuevo grupo de poder dentro de la justicia. Como el Lava Jato, pero exactamente al revés.

Lejos de lo que sospechan las autoridades judiciales, y a pesar que sus acciones cotizan más alto desde que recordaron que tenían un trabajo, el capítulo de reformas al sistema judicial y a quienes deben conducirlo, recién está comenzando. En esa guerra, por ahora, el gobierno exhibe el mejor armamento: la base electoral de "Cambiemos", la que eligió vivir con menos show y más realidad, aunque ésta sea cruel y mucha. Y que tampoco la quiere macrista, sino  lo menos contaminada posible. Si eso fuera posible.







Comentarios

Lo más visto en la semana

Twitter