Jubilados expulsados del Estado Edén y en manos de gobiernos sin creatividad


Por Mauricio Runno

Hubo un genio que dijo que sí, que con las reformas previsionales ahora en juego, el jubilado iba a cobrar menos dinero pero que, ojito, eso no significaba que perdieran poder adquisitivo. No sé si fue Marley, Bob Marley o alguna lumbrera oculta del gobierno. ¿No están aburridos que los gobiernos no entiendan que hay algo más serio, como lo es el Estado? ¿Cuándo los gobiernos se creyeron que eran la totalidad del Estado? Mucho recuerdo hacia Alfonsín en estos días de conmemoraciones tan tuiteriles instagrameables faceboqueras, pero poco de esa visión de campo sobre el gobierno y el Estado. O sea: mucho gesto y poco gasto. 

Los gobiernos pasan pero el Estado queda, siempre. El nuestro, estoico y deshilachado, como si un viento de ineptos ocasionales lo fuera soplando en cada despedida.

Es casi unánime que la economía argentina posee vicios estructurales, de los cuales se aprovechan todos los actores de la vida nacional. Algunos más, otros menos, muchos ni siquiera con la chance de decidir si joder o no al Estado. Uno de esos vicios es el insostenible déficit fiscal, que en español rapero quiere decir que para sostener esta estructura gastamos más de lo que ingresa, de lo que somos capaces de producir, de lo que generamos.

Es también unánime que atacar y reducir el gasto público es un principio para obtener beneficios genuinos. Cualquiera con responsabilidades lo ejerce en su economía doméstica. O en su empresa. O en su sindicato. O donde sea posible administrar.

El actual gobierno, que no es el Estado sino por un tiempo, ha decidido atacar este problema, una de las tantas perlitas de las gestiones de gobiernos anteriores, que tampoco eran el Estado, pero lo ha hecho con una lógica drástica, arbitraria, tecnócrata y fuera de la búsqueda de armonía.

El tiro de este recorte ha herido a los jubilados, que son del Estado y no de ningún gobierno. Es delirante la situación, ya que Argentina presenta seguramente uno de los récords mundiales más estúpidos: por cada jubilado existe un solo trabajador activo, en blanco. No hay sistema previsional que funcione así, ni siquiera en el imaginario extremo de un demagogo serial.

Pero la Argentina ha hecho de la locura, lo habitual, de lo fallido, lo experimental, y de la inteligencia, la mediocridad. Y de los gobiernos, el Estado.

Una consideración sobre el ajuste para achicar el déficit fiscal: el gobierno debería dejar de actuar como esos gerentes sin ideas que pueblan el sector privado argentino. 

Y en caso de persistir en esta iniciativa de reforma previsional uno deberá creer que no hay demasiadas diferencias entre los gerenciadores medio pelo de Cristóbal López con los que están a cargo de pensar estas medidas desde el gobierno. 

Al gabinete de Macri, al parecer, le sobran nombres pero le faltan ideas, aspecto que podría ampliarse a otras varias áreas de gestión (y para el caso de Mendoza, como decía Luca, mejor no hablar de ciertas cosas... por ahora).

El Estado de una democracia como la que se vive en Argentina debe garantizar aspectos mínimos para evitar tentaciones y anomalías. Con los jubilados, por ejemplo. Nadie en este país merece a esta altura vivir en zozobra hasta sus últimos días por causa de ningún "iluminado" o gerentucho con jubilación de privilegio asegurada. Y menos que menos decretar, como se hizo hace unos años, derechos previsionales sin la mínima responsabilidad de asegurarlos como política de Estado.

De algún modo entiendo que de eso se trata el avance como país: sumar conquistas, derechos, pero hacerse cargo de los deberes, para partir desde allí hacia otras mejoras. Y no al revés. Y menos sin consolidarlas, más allá de decretos y declaraciones de buena voluntad. 

Lo más fácil es dar lo que no es de uno. De allí que los gobiernos en este país usen y desusen tanto al Estado.

Posiblemente esté más cerca el día en que los argentinos entendamos que los únicos que somos el Estado no están en ningún gobierno.




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