Héctor Tizón, el escritor artesano del Norte

“Fuego en Casabindo" fue, es, claro, un recuerdo impactante. La leí cuando nadie hablaba de "pueblos originarios". La leí cuando, sospecho, nadie leía a Tizón y mucho antes que éste fuera juez y parte, no solo en Tribunales, sino en ese tinglado al que llamamos “literatura argentina”.

Hace algunos veranos, en la playa, devoré una de sus últimas novelas, “La belleza del mundo”. Y lo último que compré, hace menos de un año, fueron sus “Cuentos completos".

Tizón es un justo en un mundo injusto. Es parte, o a mí me gustaría que así lo fuera, de esa literatura que los porteños llaman del Interior, como si ellos fuesen el Exterior. Es raro y loco eso, lo de la literatura del Interior.

Es una idea que es parte de un siglo que todavía no termina en Argentina, siempre tan retrasada la nacioncita, tan poco innovadora, tan sometida a las moditas, a los modistos, a las costureritas.

Las historias de Tizón acaso sean minimalistas o austeras, para evitar decir simples, que siempre suena a ramplón.

Ha sido un laborioso escritor, con más talento y brillo que el del artesano, del mismo modo que su registro está fuera de la orfebrería. Nos ha revelado una geografía, ha legado una zona, y allí ha plantado banderas de ese país imaginario y sin himnos que es la buena literatura.

Una frase de “La belleza del mundo” para recordarlo: “Los animales no son valientes, porque ellos no saben que morirán...”.

Tizón nació en 1929 y resulta arduo resumir en pocas líneas sus profesiones y su obra: es abogado y actualmente ocupa uno de los asientos de magistrado del Supremo Tribunal jujeño. Además fue diplomático entre 1958 y 1962 y exiliado durante la dictadura del 76 al 82.

Vivió en París, Milán y Madrid, aunque siempre vuelve a sus cerros jujeños.

Sus libros, sin embargo, son los que deben brillar en esta lista: se inicia su obra con A un costado de los rieles en 1960 y luego, entre otros, Fuego en Casabindo (1969), Sota de bastos, caballo de espadas (1975), La casa y el viento (1984), El hombre que llegó a un pueblo(1988), Luz de las crueles provincias (1995) y Extraño y pálido fulgor (1999).

En 1996 recibió el Premio Academia y el Premio Consagración Nacional, y Francia le concedió el grado de "Caballero de la Orden de las Artes y las Letras".

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