Juan Villoro y la crónica periodística
Por Juan Villoro
Características de la especie
El género del periodismo narrativo, la combinación de literatura y periodismo, pasa por un momento ambivalente. Yo estudié sociología y tenía un profesor que nos decía: estudien muchachos o van a acabar de periodistas. En esa época, el periodismo no se había profesionalizado. Durante mucho tiempo fue visto como una zona de preparación para otra cosa: se dedicaban a eso esperando una oportunidad mejor en la literatura, en la política. Ese es un prejuicio superado e innecesario para nosotros.
Se pensaría que Hemingway o García Márquez hicieron trabajo de albañilería como periodistas para ser luego grandes arquitectos como novelistas. Esta definición es falsa. Puede haber un periodismo tan interesante como una novela o superior. Depende de quién lo ejerza y cómo lo haga. Sin embargo, no dejará de pasarnos que si vamos a un festival como periodistas nos ponen en un hotel de tres estrellas en la periferia y si vamos como escritores en uno de cinco estrellas en el centro y nos llamen: maestro. Hay una inflación intelectual del género de la crónica, en el sentido de que cada vez son más frecuentes los encuentros de cronistas, los talleres, los premios; cada vez adquiere más prestigio la crónica. Tenemos que tener cuidado con esto. Hay un gran coro en torno a la crónica, pero hay enormes dificultades para ejercerla y pocos espacios. Es como los pájaros exóticos que llaman la atención pero rara vez se ven. Tengo miedo de que esto se convierta en algo que se habla académicamente pero no se ejerza, como una corriente que solo sirve para ser enseñada.
Los medios que realmente se alimentan de textos le tienen una enorme desconfianza a la crónica, porque les requiere un mayor esfuerzo en tiempo, dinero y espacio. No hay un solo editor que no elogie la crónica por razones de prestigio social, pero luego no las publican. Los cronistas son como los cascos azules de la ONU, que tienen un gran prestigio simbólico, pero pocas oportunidades de entrar en acción. Así que debemos asumir el ejercicio de la crónica de manera tan radical como el ejercicio de la poesía.
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