El laberinto de Borges que la presidenta no conoce, más cerca de Patagonia que de Frankfurt

Hace menos de una década, tras la salida más que apurada de Fernando de la Rúa de la presidencia, Argentina era un hervidero irrespirable. Mucho no ha cambiado, especialmente para quienes intentamos trabajar para vivir una vida agradable y no para esa fantasmagórica empresa llamada Inflación. Pensábamos que la Inflación era algún invento de Alfonsín. Cristina Kirchner, sin embargo, ya puede adjudicarse la co-autoría en la gerencia de la no tan anónima sociedad.
Lo cierto es que en aquellos aciagos días de 2001 varios argentinos nos vimos pensados a dejar el país e intentar suerte en otros confines. Muchos compatriotas lo hicieron. Me encuentro, en cambio, dentro del grupo de quienes apostamos por una alternativa "nacional". Y así nada de Miami y sí, por el contrario, haber decidido incorporarme a un proyecto, un histórico proyecto hasta entonces inconcluso, que terminaba con la construcción de un laberinto, no sólo el más grande de Sudámerica, sino el primero que honraba a un escritor trascendente para nuestro país: Jorge Luis Borges.
El laberinto "cortazariano" que se inaugura por estas horas en Frankfurt, con la presencia de la propia presidenta in situ,  parece, más que distinción para el gran escritor Julio Cortázar, una de esas ironías que el peronismo apura cuando se ha tratado de destacar a Jorge Luis Borges. No parece extraño el alarde de creatividad, desde luego.



El pasado viernes, mientras volvía a publicar lo que opino acerca de la participación argentina en la Feria del Libro en Frankfurt, la más importante del mundo, para autores y editores (la rueda de negocios que allí se desata no envidia las de cualquier otra industria no cultural), y más aún, sobre el delirio oficial de mostrarle allí al mundo un "laberinto cortazariano", recibí el catálogo de la muestra "Por laberintos", que se encuentra en exposición en el CCCB, en Barcelona, hasta febrero de 2011.
"Por laberintos" es una de las mejores muestras sobre el tema, hasta donde puedo saber, que se han organizado en todo el mundo. Se trata de un recorrido histórico en el que se registra la preocupación, la dedicación y la obsesión de los mortales por toda esta arquitectura. Parte del catálogo está online, incluso allí lo había consultado, pero, tener en mis manos el ejemplar de casi 200 páginas, resultó emocionante.
El prólogo está firmado por Umberto Eco, quien ya ha escrito sobre el tema, hace años, para una obra encantadora (acaso el mejor texto del género), de Paolo Santarcangeli (El libro de los laberintos, 1967).
Dentro del libro se distingue la pluma y conocimiento de uno de los curadores de la muestra, Ramón Espelt. Es unánime, y se encarga de aclararlo el otro curador, Oscar Tusquets, que Espelt es un gran especialista sobre la historia de los laberintos y sus múltiples usos en el arte y la arquitectura. El catálogo bien se encarga de dibujar una evolución de estas prácticas lúdicas a lo largo de la historia de la humanidad. Espelt, por si restara alguna duda, comienza su texto citando a Borges.

Un hecho que en lo íntimo celebro, por haber decidido participar en su momento, es que el catálogo de la exposición le dedica dos páginas al Laberinto Homenaje a Borges, aquel que levantamos en Los Alamos, en San Rafael (Mendoza). Si pudiera resumir lo que significa estar allí, haber accedido a formar parte de ese seleecionado, basta decir que el libro editado en Barcelona refleja distintos movimientos artísticos, obras de arte de consagrados, paisajistas de todo tipo (de los diseñadores de los jardines de Versalles a los que hicieron posible Villa Pisani), e incluso se detiene en reflexiones de filósofos de valía y prestigio internacional, tal el caso de Friedrich Durrenmatt.


No se por qué razón, cuando leí esta frase de Espelt, pensé rápidamente en Cristina Fernández de Kirchner, en sus laberintos "cortazarianos". De inmediato pensé en figuras aún más importantes, para la literatura (Piglia, el único escritor que aún vive, pero también en Saer, Juan L, Silvina Ocampo). Y muy especialmente reparé en un escritor de Mendoza, muy bien considerado en la misma Frankfurt y en el resto de Alemania: Antonio Di Benedetto.
Cuando la presidenta regrese a la Patagonia, si es que alguna vez lo hace, puede perderse aquí, en estos senderos, caminando a Borges, respirando el enigma, extraviarse pero sólo para encontrarse. Como estilamos hacer allí todos, los mortales y los finitos, junto con los inmortales y los gigantes.

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